Definitivamente yo soy más salsera que reguetonera, pero tengo que reconocer que desde que escuché Bichota, el nuevo hit de Karol G, la palabra llamó mi atención. ¿Será un superlativo de bicho? ¿Tendrá algo que ver con bitch?, me preguntaba. Lo cierto es que la misma Karol G, luego de generar cierta controversia y hasta especulaciones alrededor del nombre e intentar vincularlo con el mundo del narcotráfico, se encargó de explicar su real significado, que hace alusión al empoderamiento y la autoconfianza. La cantante escuchaba a su novio constantemente usar la palabra ‘bichote’, refiriéndose a un hombre fuerte y empoderado (según el “Urban Dictionary”, la palabra podría tener como raíz la expresión en inglés big shot). Entonces, ella le preguntó a su novio qué tipo de mujer es ‘bichota’. Al escuchar su respuesta de que eso no existía para el mundo femenino, decidió hacer una canción que se llame así y expresar que nadie es más jefa de sus decisiones que una mujer: “Yo soy quien soy por mí y por nadie más, así que me siento superbichota”, decía fuerte y claro Karol G en un tweet. La canción ya cuenta con más de 600 millones de visualizaciones en YouTube y es uno de los grandes virales en Tik Tok.
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En este mes tan importante para reflexionar acerca de los desafíos de nuestro género, se me ocurrió recordar a algunas de esas bichotas que me inspiran con su fuerza y determinación.
Bichota V: Nos conocimos en la oficina cuando yo tenía 21 y ella recién cumplía los 18. Hija de madre soltera, luchadora y roommate de su abuela y tía abuela, mujeres que no la tuvieron fácil nunca, pero que le enseñaron a V a plantarse frente a la vida sin perder la fe y la sonrisa. Mis mejores viajes de soltera fueron con ella, de esos donde terminábamos en La Sal, una discoteca en pleno Madrid, bailando hasta el amanecer y riéndonos tanto mientras esperábamos el taxi para volver al hotel. Nos echábamos a reír a carcajadas unos segundos, en la vereda, mientras contemplábamos el amanecer. Hoy V es la mamá más dedicada que conozco, de un niño que parece su vivo retrato, salvo por su sonrisa que a veces asoma: él está diagnosticado con autismo. Nunca se casó con el papá de su hijo, pero por lo que entiendo es un padre presente. V cría a su hijo sin caerse por el miedo o la incertidumbre. Se saca la mugre en la oficina para darle todo y más a su hijo, que aún no le ha dicho mamá pero que la mira con la mayor expresión de amor. Eso es más que suficiente para que V no pierda la sonrisa y esos ojos pícaros que tenía mientras bailábamos sin vaticinar que tendría que convertirse en una bichota.
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Bichota L: Acababa de inscribirse en una maestría cuando la conocí. Miembro de una familia unida, de padres trabajadores y pujantes, que eran su principal influencia. Tanto, que cuando le ofrecí contratarla (en Boost éramos tres gatos y un gran sueño, y no las 50 personas que hoy somos), me dijo que lo consultaría con su mamá, ya que ella trabajaba en una de las agencias de publicidad más grandes del Perú. A la media hora me llamó, me dijo “vamos” y dos años después –y con 70 marcas en nuestro portafolio– seguimos remando juntas y celebrando como chiquitas cada nuevo logro. A punta de esfuerzo, la pandemia no se está llevando nuestro sueño, pero se llevó a uno de sus pilares, su papá, el hombre que ella más admiraba. Pero ni la tristeza más grande pudo con la entereza de L al saberse bastión de su familia. Está golpeada pero sigue luchando con la misma pasión y profesionalismo de siempre, llevando sus meses finales de maestría, que, intuyo, culminará con honores.
Bichota S : Ella no es peruana de nacimiento, pero sí de corazón. Llegó como gringa mochilera, vivía en una pensión y y se volvió una de las ejecutivas corporativas más exitosas trabajando para una de las marcas más importantes del mundo. Pero llegó un momento en el que su suculento sueldo no satisfacía su propósito, su hambre por hacer cosas que trasciendan y la hicieran trascender. Renunció y se volvió emprendedora a través de una oferta de valor que mezclaba innovación con bienestar para la salud mental. Hoy, por la cuarentena inacabable, ve morir su negocio, por más que trata de darle el aire que no tiene. No sé si tendrá un final feliz su historia empresarial, pero sé que ella sí. Se levantará de la tierra una y mil veces porque es una bichota. //
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