“Ahora que estoy churro, pueden hacer las fotos que quieran”, dice Adolfo Aguilar Villanueva (Callao, 1972) ni bien nos recibe en su living exterior, cerca del jardín. Se disculpa por no hacernos pasar a su sala: hace unos meses que vive con su madre y quiere evitar el menor riesgo posible mientras espera a que la llamen para recibir su primera dosis de la vacuna contra el COVID-19. “Exhorto, por favor, al Gobierno para que vacune a mi mamá. ¿Puedes poner eso?”, comenta entre risas que solapan preocupación. “El tema de las vacunas… los que ya se vacunaron, ya déjenlos. Ahora, por favor, encárguense de que se vacune a los demás”, agrega, mientras acaricia a Nitro, su ‘hijo’ labradoodle. También está presente Oso, su otro labradoodle, a quien calma con su voz. “Es todo lo que necesitan. Difícil tener un mal día cuando tienes a estos dos al lado”, dice risueño. La risa es su marca personal. “Mi papá siempre me decía que era una persona muy carismática y, si hubiera querido, habría sido presidente del Perú con mi sonrisa solamente. Trato de transmitirla. Creo que es lo que mejor sé hacer”.
Contenido Sugerido
Contenido GEC