La primera vez que supe de Camilo fue cuando lo vi sentado en medio de la redacción de El Comercio, así con los bigotes de Dalí bien aceitados. Era octubre del 2019. Cantaba y tocaba la guitarra para una presentación que se transmitía a través del streaming de esta misma página web. Rodeado de una veintena de seguidores, entre periodistas y trabajadores del Diario, era esperado por todos para conseguir selfies. Entonces ya era uno de los artistas latinoamericanos más populares de los millenials y la generación Z. Dos años después me lo he vuelto a encontrar. Esta vez para conversar a través de un zoom.
Esta vez él, con los números multiplicados a la estratosfera. El videoclip de Vida de rico, una de las canciones incluidas en su nuevo álbum “Mis manos”, ostenta a la fecha más de 500 millones de reproducciones en Youtube. El 1 de marzo, al estrenar otro tema de esa producción, Machu Picchu, tenía a 100 mil personas conectadas al mismo tiempo hacia la media mañana. “¿Hace mucho calor en Lima? Ah, bueno... ¡qué ganas de estar ahí!”, pregunta y exclama al saludar el colombiano que saltó a la fama a los 12 años tras ganar un show televisivo de talento en su país. Con él hablamos de su último material, la pandemia, su reciente decisión de hacer terapia y del drama de los venezolanos que tuvieron que dejar el terruño, entre ellos, su esposa, la también cantante Eva Luna Montaner, así como toda su familia política.
Machu Picchu es una canción de amor y se menciona a la ciudadela solo en un verso. ¿Por qué titularla así?
Primero, debo decir que no conozco Machu Picchu, pero tengo un deseo gigante de ir. En segundo lugar, bueno, una de las sorpresas más lindas que yo he tenido en mi vida ha sido el recibimiento que Perú le ha dado a mi carrera siempre. He estado en Lima varias veces, no he tenido la chance de recorrer todo el Perú aún, pero soñaba con hacer una canción que, aunque fuera de amor, tuviera en su centro la sonoridad del país, que además compartimos todas las naciones andinas. Para eso me ayudé de un regalo que me hizo la tribu de Perú [así se les dice a sus seguidoras], un charango que exploro todos los días.
¿Qué memorias tienes de tus primeras visitas cuando eras chico?
Perú fue el primer país que abrió las puertas a mi sonido. Eso yo nunca lo olvido. Cada vez que sé que en nuestra agenda hay una visita, no sabes la emoción que a mí me genera. Yo amo la pasión con la que la tribu peruana ha recibido mi música, y eso desde el comienzo, en el 2011, cuando fui por primera vez. Entonces cantamos en un bar pequeño que se llamaba Satchmo, creo. Yo estaba muy chiquito y para mí era surreal que me recibieran así en mi primer viaje fuera. Perú es un lugar que amo... Hace poco hablaba con un amigo de las ganas de ir a Lima, no por trabajo, sino a comer y a aprender a surfear. Siempre miraba la gente en el mar, siempre he soñado con aprender.
Eres multiinstrumentalista. ¿Qué de peculiar hallas en el sonido del charango?
Es uno de mis instrumentos favoritos, de hecho. El sonido es dulce, pero no inocente. Dulce, pero histórico. Todavía no lo toco con la libertad con que manejo otros instrumentos, pero espero hacerlo. Me soñaba con que uno de los temas de este nuevo disco, Mis manos, tuviera la sonoridad del charango y qué felicidad saber que pude incluirlo en Machu Picchu.
Dices que “Mis Manos” es el mejor disco que has creado. ¿Por qué lo consideras así?
Son las mejores canciones que he hecho. Mira, si con cada disco o canción que hago no siento que estoy dando un paso adelante, el tiempo se congela, ¿sabes? Toda la producción se ha cuidado bien. Nunca había estado involucrado en absolutamente todos los procesos necesarios para un álbum. Está todo producido, escrito, armado, garabateado, tocado, sellado y entregado por mis manos. Y eso me hace sentir profundamente orgulloso.
¿Por qué dudaste en lanzar Ropa cara, una canción que en YouTube ya tiene 140 millones de reproducciones?
Uno siempre duda al salir de la zona de confort. Si tu vida es una repetición de lo que sabes que va a funcionar, eso es un conteo regresivo hasta que se te apaga el espíritu creativo. Necesitaba retarme y es una canción bastante diferente de todo lo que yo estaba haciendo. Y mira, sí, tiene millones de vistas... A veces uno comete el crimen de decir esos números como quien cuenta arroces y no quiero que me pase eso...
¿Te tientan mucho los números?
Tientan muchísimo. Yo necesito tocar tierra para evitar caer en solo estar pendiente de ellos porque ellos te condicionan y te ponen límites.
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Se cumple un año de la pandemia. ¿Cómo la has vivido?
Ha sido un año muy complejo, de muchos retos, muy difícil. Nos ha cacheteado. En mi caso, yo no había vivido la pérdida de una persona cercana y pasó. Eso fue una pena y un poco de terapia de shock. Me permitió replantearme prioridades, la necesidad de construir cosas que no son perecederas: la familia, la cercanía, la creatividad...
En tu último podcast contaste que habías iniciado terapia con una amiga psicóloga. ¿Qué te impulsó a seguirla?
Creo que es un mensaje digno de compartir, que no hay que estar mal para buscar ayuda. Yo me considero una persona absolutamente bendecida pero, por supuesto, tengo momentos complejos. Estoy en una industria compleja. Le agradezco al rey de reyes por la oportunidad de que mi música esté en el podio en el que está, pero esto también trae sus consecuencias personales. De repente estás en los ojos de muchas personas y hay gente que quiere verte caer y a mí me duele mucho eso. Me hace daño y no quiero intoxicarme porque ya se mete en mi creatividad y mi carrera. Entonces busco un poco de ayudar para transitar en esas rutas. De esa manera he podido ya desatar nuditos internos que son muy personales y me ha servido un montón. Creo que esta pandemia nos ha enseñado la importancia de la salud mental y espiritual.
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En Colombia, tu país, se firmó esta semana un decreto que crea un Estatuto de Protección Temporal a migrantes venezolanos. Este tiene como fin, en resumen, darles la mano. ¿Cuán cercana sientes esta crisis humanitaria?
Yo vivo de cerca este asunto del conflicto de Venezuela. Toda mi familia política [es yerno del cantante Ricardo Montaner] es un combo gigante de venezolanos. Justamente, esta mañana me puse a llorar porque vi a mi suegro... Él me mandó un video que recordaba una fiesta pasada, el cumpleaños de alguien.Todo el mundo con su cuatro, con su guitarra, un piano... Hay una frase que cantaba Montaner que dice: “Tengo mucha ilusión de casarme/ llevarte a conocer Caracas”. Cuando él dice Caracas... [suspira]. Él es una persona que no ha podido volver a su país, que se siente en el exilio permanentemente, toda la familia que sueña con volver. Eva Luna [su esposa], venezolana, separada de su raíz por situaciones tan complejas… Yo vivo de cerca el conflicto de sentirse fuera de su patria, todos los días, porque lo veo en la familia de mi esposa. Si pasó lo que dices, me parece precioso. Colombia y Venezuela somos dos países hermanos, un mismo pueblo, así que no tiene sentido que no nos acojamos como tales. //
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