En el tradicional barrio cusqueño de Magisterio, hay un espacio al aire libre y colaborativo con tres puestos: una tienda de ropa, una cervecería y una cafetería. Esta última tiene la particularidad de solo servir café producido por mujeres. En la pared, a modo de lema, se lee la frase ‘Que tu café y amor propio sean fuertes’. Delante está Carolina Peralta Minaya (25) preparando un latte para calentar el cuerpo (es de noche y estamos a siete grados) con el café del día producido a 1.800 m. s. n. m. por Consuelo Rubio, de la finca San Francisco, en Jaén. “Queremos educar sobre café, pero sobre todo contar esas historias de las mujeres que forman parte de este proceso”, enfatiza Carolina, creadora de Florencia y Fortunata, una cafetería en el corazón de la Ciudad Imperial que revaloriza el trabajo de las mujeres cafetaleras. Valga la –necesaria– redundancia.
Carolina exploró el lado culinario, a modo de hobby, mientras estudiaba Contabilidad en la Universidad del Pacífico. Incluso lanzó un blog sobre gastronomía. Cuando investigó sobre el café, notó que se suele hacer referencia –hasta ahora– al productor, al caficultor. Siempre en masculino. “Me di cuenta de que es un problema prácticamente estructural. Históricamente nunca nos han nombrado, pero estábamos ahí. Lo mismo acá: detrás del café pasan tantas manos y muchas de ellas son de mujeres. Quería crear un espacio de representatividad que necesitamos”.
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Al inicio, la propuesta pintaba más como para una ONG, hasta que recordó una frase, según cuenta, muy típica entre las familias cusqueñas: “Vamos por un café”. Era lo que solía hacer con sus abuelas Florencia y Fortunata todas las tardes: beber un café de gota a gota (a veces alternaban con una infusión o una taza con chocolate) mientras conversaban de lo que había pasado en el día. “Mucha de la historia se ha contado en bares y cafeterías antiguas en Lima. El café tiene un factor sociabilizador”.
En 2019 contactó a un primo que trabaja en las Naciones Unidas en Perú y que conoce bien la industria cafetalera. “Le pregunté si había mujeres [en el proceso] y me dijo que sí, pero que también tenían cierto temor de ser ellas las protagonistas”. Hizo maletas y viajó a la finca San Francisco, en Jaén. Antes era liderada por don Quispe pero, tras un accidente, las hermanas Roxana y Blanca Flor Quispe y la madre Consuelo Rubio tomaron las riendas del negocio. Se han capacitado, además, en Q processing del Coffee Quality Institute (CQI), que certifica competencias profesionales en procesamiento poscosecha de café. “Los objetivos son conocer los fundamentos teóricos de todos los métodos de procesamiento (natural, ‘honey’, lavado, etc.), las operaciones y la tecnología de la que se valen, conocer buenas prácticas de procesamiento para los principales métodos y aplicar un sistema sencillo de aseguramiento de la calidad en el procesamiento”, se lee en la descripción del curso. Deben pasar 15 exámenes para obtener la certificación.
La otra finca que visitó Carolina fue la de Nueva Alianza, en el distrito de Santa Teresa, en la provincia de La Convención, en Cusco. De ahí sale el mejor café del Perú (en 2018, ganaron la Taza de Excelencia Perú, con un café que alcanzó un puntaje de 91.08). Es cierto que Dwight Aguilar obtuvo el galardón, pero su esposa Dyana Mellado, vale decirlo, es quien coloca el café en la chacra. “Aquí se habla de la familia. Hace poco vino Dyana con su hijo y le enseñó en qué termina el trabajo que hacen allá. Ese es el gran valor”.
Una vez hecho el contacto, ven si requieren de más capacitación y, claro, el comercio justo. “La de San Francisco, por ejemplo, está trabajando con exportadoras grandes que les dan cierto volumen, pero también adquieren conocimientos para sus cafés especiales. Realmente valoramos ese trabajo en educarse, que es una inversión alta. Estamos explorando una nueva finca llamada Flor de Café con 24 mujeres, también en Santa Teresa. Por la pandemia, cada una ha tomado su rumbo para sobrevivir porque vivían 100% del turismo. Si bien ellas han tenido capacitación, no ha sido al 100% porque están plantando pino: bueno para la madera, pero malo para el café porque le baja la calidad. Pasa también que, al momento de negociar, mandan una muestra, la catas y dices: este café tiene tal puntaje, vale tanto y te pago tango. Muchas veces son precios que están por debajo de lo que debería ser. Ellas lo aceptan por la incertidumbre de cosechar y no saber a quién venderlo. Dyana [Mellado], por ejemplo, ha invertido también y ya tiene un precio fijo. No acepta ni un sol menos, lo cual me parece excelente”.
Hace un mes que Florencia y Fortunata abrió sus puertas y la respuesta ha sido más que buena: Carolina creó un espacio de mujeres, representativo –tan importante, sobre todo en estos tiempos– y los comensales conocen la historia detrás del café que toman. Espera, en un futuro, traer la propuesta a Lima. Si está por Cusco, dese una vuelta por la Av. José Gabriel Cosio 401, en el barrio de Magisterio. Con los cafés de Dyana Mellado, Consuelo Rubio, Roxana y Blanca Flor Quispe no hay pierde. //
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SEPA MÁS
Perú es el segundo productor mundial de café orgánico –solo detrás de México– y es uno de los principales países productores de café, sobre todo de la especie arábica.
En 2020, según el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, el café peruano tuvo presencia en 44 mercados internacionales y llegó a colocar 3.5 millones de sacos, principalmente en Europa y los Estados Unidos.
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