Las historias interesantes entorno al dólar parecen inacabables. Entre ellas, la existencia de billetes de 500 y 1000 que aún circulan por el mundo y que, de hecho, tienen valor nominal. Eso quiere decir que uno puede ir al banco a cambiarlos ‘en sencillo’ o a una tienda y comprar lo que plazca. Hay muy pocos de estos, es verdad, pero son luz para los ojos de los coleccionistas que, dependiendo del estado de conservación de cada ejemplar, pueden llegar a pagar hasta 5 o 6 veces lo que señala la cifra impresa en estos anhelados papeles verduscos.
La historia es la siguiente: ambos billetes fueron impresos por primera vez en 1862, según se detalla en The two dollar bill documentary. Pasaron por varios rediseños hasta 1928 y se dejaron de producir en diciembre de 1945. Para 1969 ya estaban descontinuados debido a su falta de uso.
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¿Por qué, pues, dejaron de circular? En buena cuenta, debido a que no eran prácticos para el ciudadano de a pie. Usualmente eran empleados por los bancos o cuando se requería que se hicieran grandes transacciones. Además, existía mucha preocupación relacionada al uso ilegal que se les podía dar. Sucede que, grandes montos de dinero como un millón de dólares, podía estar contenido en un pequeño fajo, lo que hacía más sencillo su transporte en actividades fuera del margen de la ley.
Donde ha quedado perennizado, el de US$500 al menos, es en el juego de monopolio.
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Dato curioso anexo: también existieron los “billetes” de 100 mil dólares, que eran en realidad un certificado de valor en oro respaldado por el Departamento de Tesoro de los Estados Unidos. De hecho nunca circuló legalmente y solo se encuentran en museos. En todo caso, el billete más ‘grande’ que ha circulado es el de 10 mil, el cual sigue siendo legal si es que se tiene la suerte de toparse con alguno.
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