La mañana del miércoles 8 de mayo del 2019, malas noticias llegaron al Perú desde el lejano y gigantesco Monte Makalu (8.481 m.s.n.m.), en la frontera entre China y Nepal. Richard Hidalgo (52), nuestro montañista más reconocido, había sido hallado muerto dentro de su carpa mientras intentaba conquistar sin ayuda extra de oxígeno una de las cinco cumbres más altas del mundo. La noticia cayó como un baldazo de agua fría a los peruanos y, entre ellos, a Alonso Chero Uceda, fotógrafo de El Comercio. Apenas seis meses atrás, Chero lo había acompañado en una expedición al nevado Paccha (Lima): habían subido paso a paso gran parte del camino, habían conversado sobre sus pasiones, e incluso días después habían quedado por WhatsApp en juntarse para que Hidalgo le entregase una chalina que la madre de Chero había tejido para la ocasión y que había dejado olvidada en la camioneta del montañista. Entonces el viaje, todo aquel viaje de hace exactamente un año, volvió a la mente del fotógrafo.
Lo primero que recordó Chero aquella mañana fue que durante la expedición Hidalgo había comentado sobre el viaje que haría al Himalaya. Como un proyecto personal con miras al bicentenario de nuestro país, se había propuesto conquistar las catorce montañas de más de 8 mil metros, sin oxígeno adicional, antes del 2021 y Makalu debía ser la sexta cumbre en la que haría flamear la rojiblanca. Pero la rojiblanca flameó a media asta para recibirlo.
Chero entendió que sin habérselo propuesto, el material que guardaba de aquella expedición había cobrado de pronto gran valor documental. Se trataba de la última cumbre que Hidalgo había trepado en el Perú. Pero entendió también que ya no podía verlo solo como un personaje periodístico. Durante aquel viaje había podido conocer al hombre detrás del montañista: se había guarecido del frío alrededor de una misma llama junto a él, había sido auxiliado con un balón de oxígeno por él, había comido sopa ramen preparada por él. Hasta había podido soportar las temperaturas durante la expedición gracias a una casaca especial para climas extremos que con total desprendimiento él le había prestado.
Y no solo eso. Cuenta Alonso Chero que ya terminando de bajar el nevado de Paccha, sufrió un inesperado ataque de vértigo. Racionalmente, sabía que era ridículo sentir esa sensación cuando se hallaba ya a pocos kilómetros de la carretera y a pocos minutos de subir a una camioneta con regreso a Lima. Pero así es la mente. Al percatarse, Hidalgo volvió por él. Lo ayudó con sus cosas (como ya lo había hecho durante la subida) y prometió acompañarlo hasta que se calmara: “Tranquilo. ¿Has llegado a la cima del nevado y ahora me vas a decir que no puedes?”. El comentario hizo sonreír al fotógrafo y le inyectó esa última dosis de valor que necesitaba para terminar la ruta. Aún ahora, cuando recuerda la frase, Chero sonríe. Y seguro piensa de nuevo en Richard Hidalgo, su compañero de viaje. El mejor compañero de viaje. //