“Tú podías distinguirlos por la forma cómo adornaban sus pancartas”, dice Shadia Li, de 18 años, líder de Bangtan, el club de fans más grande del grupo coreano BTS en el Perú mientras nos reunimos en uno de los pasadizos del Centro Comercial Arenales. Ahí estaban, en las calles atestadas de manifestantes, las chicas y chicos otakus y los fans del Kpop. Y en sus pancartas, Gokú gritaba “Ya basta, corruptos”. Otra decía “Si Merino es mi hokage, me declaro Akatsuki”. Y otra “Ni Akatsuki le hizo tanto daño a [figura de una aldea de Naruto destruida] como el Congreso a nuestro país”. Más allá otra cartulina exclamaba: “Quisiera ser entrenador pokemon para atrapar a todos los ratata del Congreso”. Y en otra una figura de Naruto sacando la lengua juraba: “Luchar por el pueblo es mi destino ninja”.
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Lo particular de estas movilizaciones es que, a pesar de lo que dicen sus detractores, fueron espontáneas y muy diversas. “No se trató de grupos con una naturaleza política, sino que fueron colectivos de personas con gustos en común (fans del K-pop, otakus, ciclistas, moteros, gamers, etc.), que de un momento a otro se vieron obligados a hablar de política en sus conversaciones, debido a lo que estaba sucediendo en el país”, dice Óscar Soto, periodista especializado en cultura popular. Estos grupos, que se reúnen virtualmente en distintos espacios digitales, de pronto sumaron algo más en su lista de temas en común: la indignación. Entonces todos estos espacios (grupos de Facebook, WhatsApp, Discord y muchas otras plataformas sociales) comenzaron a utilizarse para organizar su participación en la protesta y también para difundir información que no estaba apareciendo en los medios tradicionales. “Hemos asistido a un estallido de ciudadanos comunes, no militantes en política, cuyo grado de indignación por el uso tan instrumentalizado de lo público para sus intereses particulares fue mayúsculo”, señala el antropólogo Raúl Castro, decano de Comunicación y Publicidad de la Universidad Científica del Sur.
“Antes que K-popers, armies o blinks o cualquier fandom, somos peruanos y nos importa la realidad de nuestro país. Porque es donde vivimos y queremos un país fuerte y brillante. No un país corrupto”, añade Shadia Li. Ella señala que los fan clubs decidieron cancelar todas las informaciones relacionadas a la música que siguen y enfocarse solo en los que estaba pasando en la política. Organizaron un encuentro para sumarse a las marchas. Llevaron parlantes que emitían música de protesta de BTS. “Sí, hay música de protesta, como Not Today (‘nunca te des por vencido, que hoy no nos rendiremos y aunque nos pise un trueno hoy no va a ser el día que nos vamos a rendir’)”.
Quienes no marcharon apoyaron a través de las redes con recomendaciones sanitarias para prevenir contagios de COVID-19. O intervenían en páginas de grupos políticos afines a la vacancia. En las calles, algunas K-popers portaban no solo pancartas, sino los light sticks (especie de varitas mágicas luminosas) que identificaban a los miembros de las diferentes asociaciones de fans. De esa manera se agrupaban fans que nunca se habían conocido en persona y se cuidaban entre sí.
De hecho, los grupos de fans de K-pop tienen un historial de organización hacia causas sociales. Y fueron de los primeros en activarse con las acciones del Congreso. “Los tiktokers hicieron lo mismo. Esos adolescentes tipo José María Martínez, que tiene 17 millones de seguidores, suspendieron sus emisiones regulares para informar y hacer tendencia”, señala Raúl Castro.
La indignación prendió en los grupos de jóvenes que se reunían para asuntos propios de sus aficiones. En cada grupo de aficionados, en cada “tribu” de intereses comunes, en cada reunión de compañeros de clase y de trabajo, se gestó una explosión de algo que se venía embalsando desde hace muchos años.
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Lima se iluminó con su diversidad. Aparecieron tribus como los motociclistas, skaters, los barristas y los grafiteros, así como colectivos LGTBI, feministas, veganos, animalistas, artistas. Desde las redes, los geeks y los hackers hicieron lo suyo. E incluso profesionales de cada rama se dedicaron a apoyar con sus conocimientos, como un grupo de abogados recién egresados. Empezaron a ejercer apoyando a los chicos activistas detenidos, los ingenieros de sistemas penetrando en códigos IP, los animalistas se activaron para rescatar a los gatos del parque universitario.
“Se han puesto en defensa también de un sistema educativo con discurso de calidad. Han marchado por un mejor futuro producto de la educación de calidad. ¡Han defendido a Sunedu! Alucina eso”, agrega el antropólogo de la Universidad Científica del Sur.
Y es que las tribus de hoy se definen también por sus rasgos altruistas. Se plantean propósitos, establecen causas. Cuando ocurrieron los lamentables sucesos de Eyvi Agreda, las K-popers estuvieron en Twitter haciendo activismo para establecer penas más duras y políticas contra la violencia de género. “Pasa lo mismo con los fans de Lady Gaga y Harry Styles”, asegura Castro. “Los Little Monsters de Lady Gaga son muy políticos, y los ‘Stylizers’, por su parte, son muy activos en la defensa de los derechos LGTBI. No son más los fans aislados, antisociales de antes, como pudieron ser los punks de los ochenta, antisistemas. Ahora son muy activos”. Son chicos que en algunos casos han sido tocados directamente por la corrupción, y que ya no quieren que malos políticos les sigan robando sus sueños, como el caso de los skaters. Ellos dibujaron las letras de la palabra “libertad” en cada patineta y se pusieron al frente como escudos para repeler las bombas lacrimógenas y demás proyectiles.
“El Cono Norte tenía más de 300 skaters hasta el 2013 gracias al skate park de Independencia y de Los Olivos. Luego llegó un arquitecto que destruyó este último para construir una obra ligada a Odebrecht. Nos robaron nuestra vida, nuestro deporte. Esta lucha también es por eso. El Cono Norte necesita un lugar de inclusión”, señala Joseph, de la comunidad agrupada en @via_skateboarding.
Según el investigador de Grade Hugo Ñopo, es interesante anotar que la fortaleza de las tribus digitales se da gracias a las características de capilaridad y globalidad de Internet. Probablemente esto explique la ola de protestas en varios lugares: Hong Kong, Chile, Colombia, Perú, Guatemala (y seguramente la lista seguirá porque hay bases para el descontento...). //
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