Los comentarios sobre la casona abandonada contigua al colegio Los Reyes Rojos eran frecuentes a la hora de salida. Gonzalo Núñez Morante hoy tiene 26 años, pero recuerda vívidamente las historias que imaginaba de chico, junto a sus amigos, acerca de ese extraño y fantasmagórico inmueble que seguramente se quedaban contemplando mientras comían helados de carretilla antes de partir a casa. Ya desde esa época el sitio llamaba poderosamente su atención, pero no sería hasta que llegó la pandemia que se vincularía a él de una manera más que especial.
“Yo soy actor de profesión, pero la pandemia me convirtió en gestor cultural porque tenía que sobrevivir. ¿Cómo producir proyectos y trabajo para mí mismo, para el resto? Entonces recordé la vieja casona de la avenida Grau”, detalla Gonzalo con puro entusiasmo y juventud en la voz.
Sucede que la COVID-19 cerró la actividad cultural que había en el distrito, que, en realidad, tampoco era copiosa, pero al menos existía. “Varios centros culturales, de los últimos que quedaban, se clausuraron, como el Mocha Graña, el MATE o Ensamble, que administraba el actor Sergio Galliani. Mi Barranco, cuna de artistas, se ha quedado sin nada. Aquí no hay un teatro de verdad. Valgan verdades, el público teatral está en Miraflores. Se me prendió el chip y dije voy a convertir esa casona, que siempre he visto botada, en el espacio cultural que necesitamos”, narra.
Entonces empezó el plan rescate.
MISIÓN POSIBLE
Lo primero que había que hacer era descubrir quiénes eran los dueños. “Afortunadamente, eso no fue lo difícil. Había un cartel de ‘Se vende’. Resultó que la propietaria era una mujer de origen chino que ponía un precio imposible, dado que ahí no se pueden construir edificios”, afirma.
Para solventar la puesta en valor de un inmueble así, explica Gonzalo, es necesario generar un proyecto que provea ganancias mediante el cual se vaya pagando el alquiler o la venta.
“Me puse en contacto con un arquitecto e ideamos uno basado en un centro cultural. Eso se lo planteamos a la corredora del inmueble. A ella le encantó el concepto porque vio potencial. Curiosamente, era amiga del abogado de la dueña, quien también se interesó. Ambos intercedieron incisivamente para que ella nos alquilara la casona por 10 años con opción a compra en el quinto. A la par se sumaron a formar parte del plan”, puntualiza.
Habrá, pues, un teatro en la parte de atrás, salas de ensayo, talleres, espacios de recreación y una galería.
SE NECESITAN SOCIOS
Formada la alianza, Gonzalo cuenta que siguen necesitando aliados que los apoyen desde diversos frentes. “Eso sería vital. Tenemos todas las ganas y la viada. Cuánto arte y cultura necesitamos ahora. Empezaríamos las refacciones en marzo y, si todo va bien, en septiembre estaríamos funcionando. La verdad es que es una emoción para todos porque desde que hemos entrado a limpiar, los vecinos ya comentan con alegría lo que se hará”, dice. Mientras, la dramaturga Mariana de Althaus ya está escribiendo una obra de teatro para ese lugar y se prepara un concurso para que los barranquinos le pongan nombre al sitio. Alas y buen viento. //
ALGO DE HISTORIA
- La casona data de 1900, de la etapa republicana de reconstrucción tras la Guerra con Chile. Servía como potrero.
- El rostro de una dama puede verse en varias esculturas y ornamentos de la casa. No se tiene aún más información de quién fue.
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