Un estudio reciente dejó en evidencia el vínculo estrecho entre el consumo de alcohol y el cáncer.
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De acuerdo a la investigación publicada en The Lancet Oncology, se estima que el alcohol causó más de 740.000 casos de cáncer en todo el mundo en 2020.
Los investigadores hallaron evidencia de esta relación causal en varios tipos de cáncer que incluyen el de mama, boca, garganta, laringe, esófago, hígado, colon y recto.
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Si bien se ha hablado mucho sobre el impacto negativo en general del alcohol en la salud, su incidencia en el riesgo de cáncer es menos conocida y se sabe menos aún cómo lo provoca.
Toxina
La clave está en lo que sucede cuando el cuerpo procesa procesa el alcohol, según le explica a BBC Mundo Ketan Patel, director de la Unidad de Hematologia Molecular del Medical Research Council de la Universidad de Oxford, y experto en la relación entre ambos.
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La causa “no se ha comprendido del todo, pero hay dos grandes áreas que merecen consideración”, dice el científico.
Una se vincula a “cómo el alcohol se procesa dentro del cuerpo: cuando bebes, el cuerpo transforma el alcohol en energía”, dice Patel.
En este proceso, “el alcohol se convierte en una toxina llamada acetaldehído. Esta toxina puede alterar el ADN y causar mutaciones”.
“Y cómo no puedes desarrollar cáncer sin genes mutantes, lo que sea que promueva la mutación de los genes, promoverá el cáncer”, explica Patel.
Un ejemplo clásico de esto es la relación entre la exposición al sol y el cáncer de piel, o el tabaquismo y el cáncer de pulmón.
“Ambos incluyen agentes químicos o factores que dañan y provocan mutaciones en el ADN, que causan la aparición de cáncer debido a que los genes dan instrucciones equivocadas”, explica el científico.
El segundo mecanismo del que habla Patel, tiene que ver con la energía metabólica que crea el alcohol y que “reacciona con las células y el cuerpo de forma que estimula a las células cancerígenas a aparecer y crecer, aunque la evidencia de esto por el momento es un poco débil”, explica el investigador.
Claro que el beber alcohol no da necesariamente cómo resultado el desarrollo de un tumor cancerígeno, porque el riesgo exacto de una persona depende además de muchos otros factores ajenos a nuestro control, como la edad, la genética y si somos hombre o mujer.
Aunque este último factor “es difícil de separar de las diferencias en torno al consumo de alcohol, ya que los hombres tienden a beber más que las mujeres”, le dice a BBC Mundo Harriet Rumgay, investigadora de la Rama de Vigilancia del Cáncer de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) en Francia, y coautora del estudio publicado en The Lancet en julio.
Pero reducir la cantidad que consumimos definitivamente reduce el riesgo.
El cuerpo se defiende
Frente al daño que hace el acetildehído, que se genera a partir de la descomposición del alcohol, el cuerpo se defiende con una enzima que elimina esta toxina (la ALDH2) y luego mediante un sistema que repara el daño en el ADN y evita que ocurra una mutación.
“Cada vez que bebes alcohol, estos dos sistemas de protección evitan que el alcohol te haga mucho daño. Y la evidencia de que esto es así es que cuando estos dos mecanismos no están (en humanos o en el laboratorio), se ve una sensibilidad extrema al alcohol y al daño que le hace al ADN, y predisposición al cáncer”, explica Patel.
Esta falta o deficiencia, no obstante, es bastante común.
Se estima que cerca de un 8% de la población mundial, la mayoría en el este asiático, tienen una deficiencia de ALDH2 -que hace que la piel se les enrojezca cuando beben alcohol- y esto los hace más vulnerables a ciertos tipos de cáncer.
Desde el punto de vista de la evolución, el enrojecimiento en las personas con esta deficiencia actúa como una señal de alarma, para evitar que consuman alcohol.
Cánceres específicos
El por qué afecta a ciertos tejidos en particular y no otros, es difícil de dilucidar.
Algunos cánceres a simple vista parecen más obvios -como el de boca, garganta, etc.- porque son las superficies que están en mayor contacto con el alcohol, pero hay que recordar que una vez “que el alcohol se absorbe en la sangre, puede viajar a otras partes del cuerpo donde se procesa”, explica Rumgay.
En el caso del cáncer de mama, una hipótesis que se baraja es que el alcohol puede también “aumentar los niveles de ciertas hormonas como el estrógeno, y los elevados niveles de estrógeno pueden incrementar el riesgo de cáncer de mama”, señala la investigadora.
Sin embargo, Patel opina que la evidencia de ello no es muy contundente.
Hábitos
Cuando hablamos de tipos de alcohol, de si causa más daño el vino, o la cerveza o las bebidas espirituosas, lo que importante no es tanto de qué bebida se trate sino de la cantidad total de alcohol que consumamos, ya que el daño lo provoca el alcohol en sí mismo.
En cuanto a la cantidad, Rumgay señala que cualquier nivel de alcohol aumenta el riesgo de cáncer, “pero obviamente beber menos significa que el riesgo es más bajo en comparación con beber en grandes cantidades”.
Sobre las diferencias entre beber mucho en un período de tiempo breve, como por ejemplo el fin de semana, comparado con beber un poquito todos los días, aunque la data no es muy clara, Patel estima que si uno bebe excesivamente en poco tiempo, es mucho más probable que se saturen los mecanismos de defensa y funcionen de forma menos eficiente, que si uno bebe menos pero de forma crónica.
Combinaciones
Otro problema añadido al consumo de alcohol, es cuando se hace en asociación con el tabaco.
“Básicamente, si te sometes a dos riesgos -el alcohol y otro agente que daña tu ADN- va a haber un doble efecto sobre el tejido”, explica Patel.
Pero además, añade Rumgay, “el alcohol puede hacer que les resulte más fácil a las sustancias químicas dañinas del tabaco penetrar en nuestras células”.
El riesgo de cáncer siempre será mayor entre quienes beben, comparados con quienes no lo hacen, pero “la evidencia muestra que este nivel de riesgo elevado se reduce a un nivel similar al de aquellos que nunca consumieron alcohol después de cerca de 20 años”.
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