El crucero Diamond Princess se convirtió en una prisión dorada luego de que se detectaran casos del nuevo coronavirus a bordo. Hoy, según lo planeado, finalizarán las dos semanas de cuarentena impuestas sobre la nave, que obligó a los más de 3.000 pasajeros a permanecer en sus habitaciones –algunas no tenían ventanas–, a salir cada dos días a cubierta y a limitar lo menos posible la interacción con otras personas. Sometidos a esas condiciones por varios días, cabe preguntarse: ¿cómo está la salud mental de los afectados? El Comercio conversó con un especialista para entender el impacto psicológico de esta intensa experiencia.
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–Incertidumbre peligrosa–
De acuerdo a Carlos López, vicedecano de la Facultad de Psicología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), la personalidad de una persona, la forma en la que procesa la información y lo que ha aprendido determinan si esta se puede adaptar a las condiciones extremas. Si no logra hacerlo, el individuo comienza a demostrar respuestas asociadas a un comportamiento ansioso: agitación, nerviosismo, temor, respiración acelerada, temblores, llanto. Otro tipo de reacción es la violenta.
“La respuesta agresiva o violenta puede ser hacia uno mismo o a otros; con esto se busca culpables. Y puede haber agresión, tanto verbal o física”, indica el especialista.
El problema escala cuando estas conductas generan estrés y llegan a un nivel alto. A partir de este punto, comienzan a manifestarse problemas psicosomáticos: asma, erupciones cutáneas, problemas gastrointestinales, caída de cabello, diarrea.
Lo curioso es que el género y la edad también influyen en cómo se reacciona frente al estrés. López sostiene que las mujeres suelen asumir un rol principal, que da estabilidad y calma a un grupo. Los niños, usualmente, manejan mejor la situación, debido a que los padres están ahí para actuar como entes protectores. Por otro lado, el hombre puede llegar a sentirse más que abrumado.
–La salud mental en juego–
Al preguntarle si la cuarentena en el crucero pudo provocar alucinaciones en los pasajeros, el experto de la UPCH opina que no.
“No creo que haya habido casos de alucinaciones. Estas se presentan cuando hay soledad y oscuridad, como en el aislamiento solitario de ciertas prisiones. Puede que en el crucero una pareja haya peleado, pero eso es un tipo de interacción, y eso ayuda a que el cerebro no colapse”, detalla.
No obstante, López sí cree que los pasajeros y tripulantes tendrán secuelas. Estas pueden expresarse como temor a viajar o a contraer una enfermedad.
“Estas personas, necesariamente, van a tener que pasar por un tratamiento psicológico para adaptarse al cambio y comprender que la vida sigue su curso”, explica.
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