El tetrápodo es el animal que realizó la transición evolutiva del agua a la tierra y que terminó convirtiéndose no solo en los antepasado de los anfibios, reptiles, pájaros y mamíferos, sino también de los humanos.
Ahora, una serie de fósiles de un tetrápodo en excelente estado de conservación hallados en Rusia sugieren que ese grupo de animales podría no haber abandonado completamente el agua, como se creía hasta ahora, según un estudio publicado este miércoles por la revista Nature.
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La investigación llevada a cabo por expertos de la Universidad de Uppsala (Suecia) arroja nuevos datos sobre uno de los primeros tetrápodos.
Los primeros evolucionaron a partir de los peces durante el llamado periodo Devónico, que terminó hace unos 360 millones de años.
Según señala el estudio, durante muchas décadas la idea que se tenía sobre cómo eran los tetrápodos se basaba en unos pocos géneros hallados -los llamados Ichthyostega y Acanthostega-, conocidos por tener esqueletos casi completos.
La mayor parte de los otros tetrápodos del citado periodo devónico se caracterizan por tener solo huesos de extremidades o trozos de mandíbula, lo suficiente para demostrar que realmente existieron, pero no tanto como para revelar ninguna información útil a la comunidad científica.
En cambio, los fósiles hallados del nuevo tetrápodo ruso, el Parmastega aelidae, de 372 millones de años, son más jóvenes.
Los expertos vieron que cuando disolvían la cal con ácido acético, encontraban huesos perfectamente preservados desde la cabeza hasta los hombros, que podían juntarse hasta lograr una reconstrucción del animal en tres dimensiones.
En la indagación se han encontrado ejemplares grandes y pequeños, y la cabeza del mayor de ellos mide 27 centímetros.
Las características que se asemejan al pez en algunos de los huesos hicieron pensar a los expertos que no son solo los primeros tetrápodos sino que también son los más primitivos de entre los ellos bien preservados del periodo devónico.
Los autores de la investigación subrayan que el Parmastega, al igual que otros tetrápodos de esa época, se parece vagamente a un cocodrilo, pero sus ojos sobresalen en lo alto de la cabeza y la curva del hocico y la parte baja de la mandíbula, lo que crea una “mueca” desconcertante que deja ver una formidable dentadura.
El Parmastega contaba con órganos sensoriales para detectar las vibraciones en el agua, una cualidad heredada de sus antepasados peces, de acuerdo con las pesquisas.
No obstante, el material fósil hallado reveló también que el hombro estaba compuesto parcialmente por cartílago -más blando que el hueso- y que la columna vertebral y las extremidades podrían haber sido totalmente cartilaginosas, pues no se han preservado.
Este dato revela que el Parmastega podría realmente nunca haber abandonado el agua del todo, sino que tal vez se asomaba a la orilla para volver a sumergirse después.
Fuente: EFE
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