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Magaly Solier: vida y polémicas de la actriz peruana que tocó el cielo con “La teta asustada” y que fue hospitalizada de emergencia
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La historia de Magaly Solier parece escrita como una de las películas que ella misma protagonizó: luminosa en su inicio, marcada por la violencia en su trasfondo y atravesada por giros inesperados. Nació en Huanta, Ayacucho, tierra golpeada por el terrorismo, donde aprendió a cantar de su madre en quechua y a correr descalza por los cerros. Antes de ser actriz, fue atleta y cantante; y antes de ser reconocida en el mundo, fue una muchacha de provincia que soñaba con poco más que sobrevivir a la dureza del campo.
Desde muy joven mostró una sensibilidad especial para las artes, participando en festivales de canto y ganando dos veces el concurso “Buscando Nuevos Valores” en Ayacucho. Sin embargo, el azar marcó su destino en 2004, cuando conoció a Claudia Llosa en la plaza de Luricocha, mientras vendía comida para pagar su viaje de promoción escolar. Nunca había ido al cine, pero aceptó protagonizar “Madeinusa”. Su interpretación, natural y desgarradora, sorprendió al mundo en 2006 y le dio premios en festivales internacionales.

Desde entonces, Magaly empezó a tejer una carrera que equilibraba cine y música. Grabó discos en quechua —“Warmi” en 2009 y “Coca Quintucha” en 2015—, rescatando tradiciones musicales y narrativas de las comunidades campesinas. Su voz, potente y ancestral, se convirtió en un puente entre la memoria colectiva de Ayacucho y el escenario global. En 2017, la UNESCO la nombró Artista para la Paz en reconocimiento a su labor cultural y a la difusión de la lengua quechua.
El cada vez mayor reconocimiento llegó acompañado de nuevos retos. Invitada a festivales, galardonada con más de 20 premios y con una trayectoria que la UNESCO celebró años más tarde al nombrarla Artista para la Paz en 2017, Solier parecía destinada a convertirse en la gran embajadora cultural del Perú. Pero la vida, lejos de los reflectores, era mucho más tormentosa.

Los años de oro
El verdadero salto internacional de Magaly Solier llegó con “La teta asustada” (2009), nuevamente bajo la dirección de Claudia Llosa. La cinta obtuvo el Oso de Oro en la Berlinale y fue nominada al Óscar a Mejor Película Extranjera en 2010. Magaly interpretó a Fausta, una joven marcada por la violencia sexual en tiempos de conflicto armado, y su actuación fue celebrada como una de las más conmovedoras del cine latinoamericano contemporáneo. Con esta película, Perú entró al radar mundial y el nombre de Solier quedó inscrito en la historia.
Su filmografía posterior consolidó su prestigio. En Europa protagonizó “Amador”, ovacionada en la Berlinale; en “Altiplano” mostró la misma densidad emocional que la caracterizaba; y en “Blackthorn” compartió escena con Sam Shepard y Eduardo Noriega. En el Perú, películas como “Magallanes” y “Retablo” confirmaron su capacidad para encarnar historias sociales de alto voltaje. En “Lina de Lima” se transformó en una migrante, explorando nuevos matices dramáticos y cómicos.
En paralelo, se convirtió en referente mediático, no solo por su trayectoria, sino también por la manera en que defendía el quechua en escenarios internacionales. Su relación con periodistas y programas televisivos fue, sin embargo, un arma de doble filo: la exposición mediática que la hizo más cercana al público también la convirtió en blanco de críticas y especulaciones. La actriz se volvió personaje, no solo intérprete, y ese doble rol comenzó a pasar factura.

Una vida polémica
A partir de 2017, los titulares cambiaron de tono. Lo que antes eran premios, ahora eran denuncias. Su relación con Erick Mendoza -padre de sus hijos- terminó entre acusaciones de violencia familiar. Poco después, en 2021, perdió la custodia de sus hijos tras denuncias de maltrato y abandono. Las imágenes de Solier en estado de ebriedad circularon en televisión, y la opinión pública asistió, incrédula, al derrumbe de una de sus figuras más queridas.
La polémica se acrecentó cuando su expareja la acusó de incumplir con la pensión alimentaria y de visitar a los niños en estado de ebriedad. Solier, visiblemente afectada, negó las acusaciones en televisión, pero las imágenes difundidas fortalecieron la versión de Mendoza. Este episodio significó un quiebre irreversible en su imagen pública y la alejó de grandes proyectos cinematográficos.

En 2023, la imagen de Magaly Solier volvió a estremecer al país: fue grabada con el rostro desfigurado en hospitales, habló de accidentes y de supuestos intentos de asesinato por parte de su expareja, insultó a policías en una comisaría y protagonizó escenas de desesperación. Poco después, intentó ingresar a la casa de Erick Plinio para ver a sus hijos, pero, impedida por su aparente estado de ebriedad, terminó deambulando por la avenida hasta que un mototaxi la atropelló y tuvo que ser llevada de emergencia a un hospital.
La suma de estos episodios fue opacando sus logros artísticos. Los festivales que antes celebraban su presencia ahora solo la recordaban de manera lejana. En paralelo, los medios de espectáculos reforzaban la narrativa de una estrella en decadencia, atrapada entre las presiones de la fama, la violencia y problemas de salud no resueltos.

Una nueva alerta
La noche del 23 de septiembre de 2025, una nueva alerta volvió a poner a Magaly Solier en las portadas. Fue hallada convulsionando en su chacra de Huanta por un vecino y trasladada de emergencia al hospital local. Los primeros reportes hablaron de una posible intoxicación. Los médicos mantienen el diagnóstico en reserva.
Su ingreso al área de trauma shock generó preocupación en la población ayacuchana, que se volcó a las inmediaciones del hospital para expresar solidaridad. La presencia de su madre, Gregoria Romero, resultó clave: permaneció a su lado en todo momento, brindándole apoyo mientras los especialistas controlaban el cuadro.

Según los médicos, el estado de Solier fue delicado, pero logró estabilizarse tras varias horas de atención intensiva. Permanecerá bajo observación para descartar complicaciones, aunque se aclaró que “está fuera de peligro y estable”.
Hoy, mientras se esperan precisiones sobre su evolución, la historia de Magaly Solier vuelve a recordarnos la fragilidad de las estrellas. La mujer que llevó el quechua a la Berlinale y puso a Perú en el mapa del cine mundial enfrenta, una vez más, una batalla íntima por sobrevivir, revelando heridas que ni la fama ni los honores pueden ocultar.
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