(Foto: El Comercio)
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Luciana Villegas

Si indagamos cuáles fueron las primeras anotaciones sobre el vestir de la mujer limeña, tendríamos que remontarnos a la época del virreinato y al famoso personaje de la tapada limeña. Aquella mujer que usaba vestidos de finas sedas, con bordados y encaje, que denotaban elegancia y opulencia, al mismo tiempo que tapaba su torso con un manto de tal forma que solo dejaba a la vista un ojo. Solo un ojo. Desde esa mujer hasta la limeña actual -amante ferviente de los jeans y la ropa casual- ha pasado mucho.

Según el sociólogo de tendencias y profesor de la PUCP, Jorge Juárez Li, esta transición ha estado marcada por hitos que valen la pena mencionar. Las olas de migraciones desde los 50’s hasta los 90’s, que abrieron las puertas de la capital a miles de mujeres con polleras y ojotas, una indumentaria cargada de una cultura divergente a la de la mujer urbana; el acceso a la educación y el ingreso a la vida laboral, que les otorgó conocimiento y posibilidades de independencia económica; la globalización y las bondades de las redes sociales, que facilitan la constante conexión de la mujer con el resto del mundo; y el feminismo, una corriente que invita a la mujer a reconocer sus derechos y capacidades.

Estos son solo algunos de los factores que han repercutido en la vida de la mujer limeña en las últimas décadas y, por ende, en su forma de vestir. ¿Cómo viste en el 2019? Esa es otra historia. 

(Imagen: Instituto Riva Aguero/ PUCP)
(Imagen: Instituto Riva Aguero/ PUCP)

RADIOGRAFÍA DE ESTILO

Está claro que la ropa es más que un elemento superficial. En realidad, es un indicativo de tu identidad como persona, tu historia y tu bagaje cultural. Es una muestra de quién eres y quién quieres ser. Según Verónica Batinic, asesora de imagen, la limeña es emprendedora y luchadora por naturaleza. Busca comodidad a la hora de vestirse, es práctica y muy, pero muy, casual.

“Su prenda estrella son los jeans. Son amantes también de los tacones, tops o polos pequeños, blusas, shorts y chaquetas de jeans, así como de los vestidos en corte ‘A’”, detalla. Durante sus ocho años como asesora en la capital, asegura que la mujer limeña cuenta como mínimo con 10 jeans en su armario y el número puede duplicarse con facilidad en algunos casos.

Batinic tiene razón: un ligero experimento en mi propio clóset –soy periodista y vlogger de moda- arroja este saldo: doce jeans de distintas siluetas y colores, pero jeans al fin y al cabo. Vanessa, mi colega de la redacción, tiene 7, mientras que Rosario 10 y Rosa 12. Números que parecen alarmantes pero que hablan de una prenda que resulta funcional para el día a día. Puedo venir en jean al trabajo, lucirlo para un almuerzo casual o una reunión en la noche. Los jeans son mis aliados. Los aliados de toda limeña que busca funcionalidad en su armario. Es decir, la gran mayoría.

(Foto: El Comercio)
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¿Dónde compramos? ese es otro tema. Los lugares de compra dependen del nivel socioeconómico. A grandes rasgos, las limeñas suelen adquirir sus prendas en el Emporio Comercial Gamarra, Polvos Azules, las tiendas por departamento y algunas firmas internacionales como H&M y Zara. Y si hablamos de sus modalidades de consumo, para Batinic se reducen en mera impulsividad. “La mujer limeña compra por oferta, por impulsividad, no por identidad”, sentencia.

¿Alguna vez te has puesto a pensar cuantas prendas sin usar tienes en tu armario? La respuesta podría sorprenderte. En mi caso son más de una decena con las que no me siento identificada, no son de mi estilo o simplemente no me resultan cómodas. ¿Por qué las compré? Me hago la misma pregunta.

En su labor diaria como asesora, en la que ayuda a construir la imagen de la mujer a través de la indumentaria, Verónica recibe alrededor de cuatro clientas por mes. Una realidad opuesta a la de otras ciudades de Latinoamérica, como Buenos Aires, en donde la mayoría de mujeres se preocupan e invierten constantemente en su imagen.

“No se dedican tiempo pues arreglarse no es una disciplina diaria de la mujer limeña, sin embargo se ve un cambio en los últimos años y las generaciones más jóvenes”, afirma Batinic señalando que esto se debe, entre muchas cosas, al papel cercano e inspiracional de las fashion bloggers en los últimos 10 años y la ola del feminismo. “La mujer limeña está en un proceso educativo. Le interesa verse bien y eso es un comienzo”, concluye.

ALGUNA LIMITACIONES

Pero definir la vestimenta actual de la limeña es una tarea más compleja de lo que parece, pues se trata de un grupo humano muy diverso. Para Juárez, todo depende del estilo de vida de la mujer, sobre todo de los lugares que transita diariamente. Si una mujer sabe que usará el transporte público o caminará muchas cuadras sola, probablemente elija un look más cubierto de lo que luciría si fuera a un almuerzo con amigas en su propio auto o a una fiesta con un grupo grande de personas en las que confía. En una ciudad como Lima, en la que el acoso es una amenaza frecuente, vestirse tiene sus restricciones.

“Tenemos un espacio público muy violento y este espacio violento influye en la forma en la que la mujer se viste”, comenta el académico. “Cuando hay un espacio seguro como una casa de amigos o familiares, la indumentaria de la mujer cambia totalmente”, continúa. Romper ese paradigma requiere la eliminación de prácticas como el acoso y la violencia hacia la mujer, creando un espacio seguro para que esta pueda desarrollarse y vestirse con libertad.

Sin embargo, hay un mejor futuro a la vista. La revolución feminista que estamos atravesando empodera a la mujer y la invita a conocerse y mostrarse al mundo tal cual es. Sin mantos. Esto, sumado al boom de las bloggers e influencers de moda, ha despertado en la mujer limeña un interés por ella misma: una preocupación latente por su imagen y el modo en que luce y se muestra al mundo. Eso sí: cada vez más libre y fiel a sí misma.

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