Mi amigo, mi ex
¿SE PUEDE SER AMIGO DE UN EX?
Hace unas semanas recibí una llamada proveniente de un número de teléfono que me sonaba familiar. Al contestar, no reconocí quién me saludaba entusiasmado por mi cumpleaños dos días después. Después de un desconfiado “¿quién es?” me di con una gran sorpresa. Era Santiago, mi ex novio, ex concubino, ex amante y ex amigo, además; por lo menos es lo que pensaba a esas alturas, pues no sabía nada de él desde casi un año atrás, cuando se mudó al extranjero detrás de la que hasta ahora es su “futura esposa”. En ese momento no podía hablar, así que a la velocidad del rayo hicimos planes para vernos al día siguiente.
Mientras me daba una chequeada rápida en el espejo del ascensor del trabajo, el día de la cita, me hacía la misma pregunta: ¿se puede ser amigo de un ex?Porque, claro, Santiago no es un ex cualquiera. Es Santiago, mi ex, “el ex”. Los dos vivimos juntos una serie de “primeras veces”; fuimos nuestro primer amor (y hasta ahora, mi único) a una edad más adulta, fue la relación más larga que ambos tuvimos, aprendimos por nuestra mutua pasión y esa fuerza incontrolable (a veces) que produce el enamoramiento, lo difícil que puede ser avanzar demasiado y aventurarnos con toda la ingenuidad y desmesura a vivir juntos una época de nuestra vida, y también vivir otro tanto a la distancia.
Ahora creo que de lejos nos fue mejor. La distancia hace idealizar a la relación y al otro. La realidad en cambio, pone frente a frente a los dos que éramos, o mejor dicho, los que fuimos desde los veintiséis hasta los treinta. Dos personas muy distintas que querían cosas diferentes en la vida, que pensaban distinto y que no estaban en el mismo lugar emocional. Por esto, por las idas y venidas geográficas de Santiago, pero más que todo por sus idas y venidas emocionales, la relación terminó siendo un desastre. Lo peor fue enterarme que me había sido infiel todo el tiempo y que me dejó por la última de sus conquistas. Yo, por supuesto, le puse la cruz del odio, y luego, la de la indiferencia, por muchos años.
La noche antes de encontrarme con él busqué en el diccionario la definición de amistad. Encontré que es “una relación afectiva entre dos personas” y si seguimos, “amistad es un sentimiento convenido con otra persona, donde se busca confianza, consuelo, amor y respeto”. Puedo seguir citando pero hay algo que no me queda claro, además de una referencia a un “perro” como el mejor amigo del hombre, claro: el sexo. ¿Qué tan “amigos” éramos él y yo si habíamos pasado por eso de patas que tienen sexo o agarran de vez en cuando? Porque si había algo que compartimos hasta la última vez que nos vimos fue una inevitable atracción física. Entonces, ¿qué tan amigos podíamos ser si cada vez que nos rozábamos hasta ese momento seguíamos encendiéndonos como fuegos artificiales? ¿Cuestión de piel? (¿era ese el slogan de una marca de condones en una época en que yo no los usaba?) Yo creo que sí.
Si ahondo un poco dentro de lo que es la verdadera amistad, ¿éramos amigos de esos de verdad? Creo que no me había dado cuenta hasta que la vida nos puso de vuelta cara a cara con la soledad. Él también dejó a la promotora de Hamilton a los dos años y andaba de vuelta con una y con otra, casi abandonado a la idea de que conmigo se había ido la única oportunidad de no quedarse solo el resto de la vida; y yo por mi lado, estaba hundida por culpa de un infeliz que me estaba haciendo la vida cruelmente a cuadritos. Fue en época extraña, en la que Santiago fue el único amigo al que recurrí cuando las cosas fueron en realidad mal en mi vida y cuando felizmente terminaron con este ser despreciable. No sé si por expiar culpas pasadas o simplemente porque es un chico bueno, jamás tuvo apagado el teléfono y se sopló mis llantos de 5 de la mañana y toda mi tristeza. Quizás por eso, el viernes que fuimos a almorzar, lo primero que me preguntó fue si era feliz. Yo no suelo decir que estoy feliz, porque soy consciente de que la felicidad no es un estado constante, sino momentos que hay que reconocer y aprovechar, pero le dije que estaba bien. Es verdad. Me dijo: Qué bueno, Ali y lo sentí sincero.
Hablamos de nuestras vidas presentes y no pudimos dejar de hablar del pasado. Pero ya no había rencores ni historias tristes. Al contrario, dejó que me burlara de su grupito de amigos cuando me contó que se la pasaban chismoseando las cosas que escribo aquí con un pudor de señoras. A Santiago le da igual si hablo de él o no. Es más, creo que a su vanidad le gusta. Hasta se rió a carcajadas cuando le conté que su pataza del alma (obvio, se caía de lo borracho que estaba) me había insultado a gritos en frente de todos los que salíamos de un concierto con repetidos: “¡Alicia Bisso, tu blog es una mierda!”. No me extrañó que me insultara, sino verle la cara en un concierto de Bjork.
Santiago me acompañó a la puerta de mi oficina y era el “ahora o nunca jamás”; y aunque quizás por efectos del vino que habíamos tomado o la emoción de volvernos a ver, su boca casi roza la mía al despedirnos, yo no sentí nada. Es más, seguí trabajando contenta el resto de la tarde. Es bueno haber podido pasar de todo y todavía interesarnos por nuestras vidas y desearnos solo lo mejor. Nada de diccionarios. Eso es ser amigos. Y de los novios que tuve, Santiago es el único.
Todos viven en el extranjero, pero por uno que otro motivo los volví a ver. A ex – 1 lo volví a ver 19 años después; la última vez que vi a ex – 2 fue hace poco y me di cuenta que la persona especial que crees que eres en la vida de alguien puede ser algo así como una autoleyenda urbana y punto, esa persona a la que quise tanto ya no es la misma, supongo que nuestro cariño mutuo se esfumó y que no tenemos ningún interés en saber más uno del otro. A ex -3 lo vi una mañana de verano en la que estaba de visita en Lima y salía del gimnasio, fue una sorpresa y una alegría verlo después de tanto años (como cinco, creo), pero mi entusiasta saludo fue recibido con un gélido movimiento de cabeza. Yo que ya iba camino a darle un beso tuve que hacer un movimiento de malabarista e irme con cierta dignidad del estacionamiento donde estábamos. De regreso a casa recordé que yo lo había dejado después de dos años, pero no por otro ni nada de eso, lo había dejado de querer y tuve la valentía de decírselo, ser consecuente y no volver a tener contacto con él; lo que fue imposible, por los amigos que teníamos en común, fue verlo un par de veces más, mejor dicho, que él me viera a mí con otro. Entendí cuánto puede durar el triste proceso del luto, y que una noche lejana, antes de irme a Barcelona, casi se haya matado manejando borracho después de verme dormir en su mismo cuarto de hotel en un viaje a Tingo María, pero en la cama de nuestro amigo, Santiago.
Y si hablamos de los no-novios o como se llame a esas relaciones que por x razones no continúan porque uno termina o el otro lo hace, el tema se extendería a un par de posts más, pues si esas relaciones se truncaron por algún motivo no puede ser, salvo algunas ocasiones, “un affaire to remember”. En mi cajita de música interior hay algunos chicos que puedo saludar con cariño porque que tuvieron la decencia de ser honestos, poner las cosas en claro cuando fue necesario, escucharme cuando fue necesario, para no herir y no ser heridos. Hay otros con los que me involucré más de la cuenta este año y con los que no me interesa tener o mantener una amistad porque no le encuentro ni pies ni cabeza a continuar una relación con alguien que simplemente no fue buena onda, hizo un daño innecesario o alguna(s) estupidez(ces) como para no querer verlos más. De uno de estos ya escribí varias veces y la última vez que lo vi confirmé en vivo y en directo esto que digo. Simplemente me miró a los ojos con una sonrisa y no me saludó. Eso no se hace. Por educación en primer lugar (no creo que un simple “hola” cambie nada entre dos personas) y en segundo lugar, porque alguna vez fuimos algo bonito (para mí, pienso, ahora). Pero lo acepto. La gente es como es y uno nunca termina de conocerla.
Por eso siempre pienso si uno tiene amigos como tengo yo la suerte de tenerlos, amigos que he elegido, que quiero y respeto ¿para qué un ex de amigo? Aunque la línea sea a veces confusa y aunque uno nunca esté libre de ceder ante la tentación en un momento en que lo necesitas o simplemente lo quieres, con el riesgo de cagar una amistad por una noche, días o meses de cariño y sexo, ¿Realmente vale la pena? Y si ya lo hiciste ¿hay vuelta para atrás?
La pregunta no es tan fácil, entonces.
¿Se puede ser amigo de un ex? Ustedes dirán.
Este viernes 4 de julio a las 7.30 p.m. estaré en la Librería Ksa Tomada (Av. Conquistadores 1238, San Isidro) con Renato Cisneros y Juan Manuel Robles hablando de blogs, literatura y nuestras experiencias personales al respecto. Como siempre, están todos invitados.
CANCIÓN PARA SANTIAGO
(La que fue en 1999 y seguirá siendo nuestra canción)
EN ESTA ESCENA DE “WHEN HARRY MEETS SALLY”, HARRY EXPONE SU TEORIA SOBRE POR QUÉ UN HOMBRE Y UNA MUJER NO PUEDEN SER AMIGOS. NO LA COMPARTO PERO CADA VEZ QUE LA VEO ME HACE RE