Con tres títulos consecutivos, Red Bull parece invencible en la pista. Pero fuera de ella, la estabilidad del equipo es tan frágil como su unidad de poder cuando llueve (han ganado 4 de las últimas 10 carreras disputadas en asfalto mojado entre 2020 y 2024, un récord que palidece frente a su dominio en seco). Porque en Red Bull no corren dos autos. Corren dos bandos.
Con tres títulos consecutivos, Red Bull parece invencible en la pista. Pero fuera de ella, la estabilidad del equipo es tan frágil como su unidad de poder cuando llueve (han ganado 4 de las últimas 10 carreras disputadas en asfalto mojado entre 2020 y 2024, un récord que palidece frente a su dominio en seco). Porque en Red Bull no corren dos autos. Corren dos bandos.
/ PHILIP FONG

Desde hace meses, la escudería más dominante de la última década se ha convertido en escenario de una guerra civil silenciosa —pero cada vez más evidente— entre Helmut Marko y Christian Horner. Lo que empezó como un desencuentro por manejo de poder y prensa durante la investigación interna a Horner, hoy ya tiene víctimas colaterales. Ayer fue Adrian Newey. Luego fue Liam Lawson. Recordemos que Newey no se fue por un mejor contrato ni por aburrimiento aerodinámico. Se fue porque el ambiente interno era insostenible. Porque cuando un equipo que nació del riesgo se convierte en una corte dividida entre lealtades, hasta el más brillante elige el silencio del exilio.

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En medio de esta guerra de egos, la salida de Checo Pérez reavivó las diferencias: Horner apostaba por dar un golpe de efecto con Franco Colapinto, mientras Marko insistía en mirar hacia la Academia. En ese pulso, ganó Liam Lawson. Buen piloto, joven, disciplinado. Pero no era la elección de Horner. Solo la más negociable. Un punto para Marko, aunque efímero.

La historia pudo haber tenido otro giro cuando, en marzo de 2024, Carlos Sainz quedó libre tras confirmarse su salida de Ferrari. Red Bull lo evaluó: tenía lo que ambos bandos valoran —experiencia para Horner, ADN Red Bull para Marko—. Pero ahí entró Verstappen. Y Max no olvidó el 2015, cuando compartió equipo con Sainz en Toro Rosso. Ni el roce constante. Ni el fuego cruzado. Rivalidad pura, de esa que deja marca. La suficiente como para, desde su condición de multicampeón, bajarle el dedo a la posibilidad. Otro round donde el poder interno se impuso sobre la estrategia pura.

Entonces, con Lawson descartado tras no cuajar y Sainz en Williams, emergió el nombre que más ruido hacía pero que menos peso tenía… hasta abril de 2025: Yuki Tsunoda. El japonés fue el elegido para el GP de Japón de este año, en casa. Llegó con 68 carreras, cuatro temporadas en F1, el respaldo de Honda y la bendición de Marko. Venía del equipo satélite (check), tenía experiencia (check) y empujaba sponsors (doble check).

Tiene experiencia, sí. Pero también el carácter volcánico de quien discute con su GPS. En Red Bull, eso califica como “personalidad fuerte”. Y aunque su talento en pista ha madurado —puntos constantes, destellos de velocidad—, la pregunta persiste: ¿está listo para ser el piloto del resto del año o esto fue solo una jugada de marketing bien disfrazada de oportunidad? Si Yuki funciona, ganan todos: Marko consolida su Academia, Horner vende camisetas, y Honda aplaude. Si no, al menos tuvieron buena taquilla. Un diferencial que Lawson no les daba: ni en la pista, ni en la tienda de productos promocionales. Y mientras todos miran a Tsunoda, lo que está en juego no es solo un asiento, es el alma de Red Bull."

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