José Antonio Bragayrac

A los buenos momentos se nos hace difícil dejarlos ir. A las buenas personas, también. Quizá por eso es que forzamos su permanencia en el baúl de los recuerdos, haciéndolos parte privilegiada de nuestra memoria con el repaso de sus hazañas. Sucede en la vida real y también, a menudo, en el fútbol. Pasa, por ejemplo, con Paolo Guerrero.