Así jugaba Chumpitaz en México 70. Así salía Meléndez para ganar la Copa del 75. Así respetamos a Reynoso y así fue titular el Mudo Rodríguez. El apanado virtual, moral y televisivo sobre Anderson Santamaría, el back de la selección de los errores determinantes en esta fecha triple -contra Uruguay y ante Brasil, básicamente- nos ha hecho olvidar el sello de fábrica del que tanto sacamos pecho: siempre tuvo el fútbol peruano esa forma elegante de jugar al fútbol. No la única, pero la más romántica. De controlar. De pisar. Hay quienes exageran y lo llaman, horriblemente, chocolate (1) y hay otros más prudentes que apenas nos atrevemos a decir que esa es, pues, nuestra manera de presentarnos ante el mundo. Digamos, un sello de fábrica.
Así que si Santamaría falla por jugar como le ha nacido siempre, por natura, entonces hay que repensar algunas cosas.
(1) La RAE explicó qué significa el término “chocolate” en el fútbol peruano y esta fue su conclusión.
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En el histórico duelo sudamericano entre la estética y la efectividad, entre la lírica y la calculadora, soy, sin remordimientos, bilardista. Al fútbol se juega para ganar. El espectáculo es ganar. En las Eliminatorias, ganar es clasificar. Rumbo a Rusia, salvo el segundo tiempo contra Uruguay —que Perú volteó 2-0—, la selección de Ricardo Gareca fue absolutamente práctica. O muy efectiva frente al arco —pienso en el partido con Bolivia en Lima o Ecuador en Quito— o muy sólida atrás —el 0-0 en la Bombonera o el 1-1 con Colombia, el día del famoso grito La tocó, La tocó—. Hubo, queda en la memoria, la sensación de que Perú jugaba mejor a partir de la construcción de juego que empezaba en Yotún, se recostaba con Flores o volaba con Cueva. El crecimiento era notable, sí, porque habíamos dejado de depender de Los 4 Fantásticos para salir a la cancha con un equipo. Era así.
Pero no se trataba de una sinfonía interminable o mucho menos, el equipo del 81. Perú fue efectivo frente al arco, hizo los goles que necesitaba y lo más importante, se defendió mejor a partir de una dupla que se recitaba: Ramos-Rodríguez. ¿Qué cómo se podía definir esa zaga? Un duro y un sutil. Un zaguero práctico para despejar y un back que hasta podría haber sido 10. Ese era Perú, es decir, el Perú de Gareca. Ese ya no es Perú, a septiembre del 2021: dos backs salidores/tocadores tipo Santamaría/Callens le aumentan un riesgo innecesario al fondo, que encima es nueva. Ni el Barza de Pep tenía dos así. Eran Puyol —un duro— y Piqué —un sutil—. El Perú más celebrado de la historia era así: Chumpi tuvo primero a un Chito De La Torre y luego a un Panadero.
En estas Eliminatorias, al cabo de 9 fechas y 8 puntos para el séptimo puesto, no saber quiénes jugarán en la zaga contra Chile en Lima es ya, debilidad.
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No hay ninguna certeza sobre qué habría pasado si Santamaría no fallaba en la salida antes del gol de Matías Vecino o si tiraba a Ipanema la pelota antes que se la quitara Neymar. Solo puede presumirse la prudencia: un back de fiar, ante una situación de peligro, podría optar por la honorable decisión de darle a la pelota un puntazo con las uñas. Tendría un poco de paz él y el corazón en su sitio nosotros. Decirlo desde aquí es gratis, el futbolista resuelve en un segundo lo que un reportero piensa en horas, pero se trata de criterio: si veo un tren a toda velocidad, mi sentido de supervivencia hará que me aparte. Si viene Neymar a quitarme la pelota a cuatro metros del arco —y mi socio de carril Advíncula no solo ha perdido la pelota sino que vuelve caminando—, el equipo pide despejar. Ninguna carrera se mancha por un puntazo.
Lo real, lo que sostuvo su titularidad en el equipo nacional ante Uruguay, Venezuela y Brasil, son sus 36 partidos por la liga mexicana, frente a los 22 de Zambrano o 19 de Abram, todos contabilizados en los últimos dos años. También su estilo: desde que jugaba en León de Huánuco, cuando era 9 e hizo 13 goles llegando desde atrás; y en su primer gran contrato, cuando Juan Reynoso lo acompañó en el tránsito de volante a defensor central, la única forma que conoce Anderson Santamaría, hoy en la hoguera, es esa: jugar bien. O mejor, para que nadie se espante: jugar con la pelota en los pies.
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Por eso jugó de titular esta fecha triple. Esas condiciones lo mantendrán o lo sacarán del equipo. ¿Es lo que necesita este Perú? Sospecho que no. Al Mundial fue con Ramos y Rodríguez. Y más cerca, subcampeón de Copa fue con Zambrano y Abram. Para Perú, no es poco. Gareca no tendría que olvidarlo.
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