Adiestrados a la rutina del fracaso por largo tiempo, frente a la rebeldía del triunfo el abrazo instintivo y los gritos de euforia se masifican en cuestión de instantes. Clarivett, de rodillas, deja correr las lágrimas mientras Aixa luce consternada e Ysabella aprieta los puños y levanta ambos brazos agitándolos al cielo en señal de victoria. Maeva, Julieta, Sonaly, Marina y el resto del equipo las siguen atolondradas en una escena que bien podría ser retratada como un estallido nuclear de la alegría.