El 7 de septiembre de 1955 fue un día histórico para la mujer peruana. Ese día, el entonces presidente Manuel Odría promulgó la Ley 12391 que les otorgaba el derecho a voto. Perú fue el penúltimo país de Sudamérica en reconocerlo. Pero la lucha comenzó mucho antes. En las casas, en las calles y también en los campos de fútbol. El balón, como ha ocurrido en muchos pasajes de la historia, fue la mejor arma de revolución.
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De acuerdo a un extracto del libro “El fútbol asociado” de Alberto Cajas recopilado en el libro “La historia es de ellas: 50 años de fútbol femenino peruano” de la periodista Johana Cabrera, el 7 de septiembre de 1900, un grupo de alumnas chalacas decidieron fundar el Club San Martín que se dedicaba a la práctica del fútbol y cricket. Esa institución, considerada la primera de fútbol femenino en el país, tuvo una Junta Directiva conformada por diez mujeres. “Desde 1926 se juega el fútbol femenino en Perú”, se lee en una nota del diario La Crónica de México, según mencionado libro.
La historia guarda en sus páginas doradas la fecha del 23 de marzo de 1895. Ese día, en el barrio londinense de Crouch End, ante un aproximado de diez mil espectadores, se jugó el primer partido oficial de fútbol femenino. Al no haber rivales, el British Ladies FC, formado en su mayoría por mujeres de clase media-alta, se dividió en dos equipos, Norte y Sur, y el encuentro acabó por 7-1 a favor de las primeras.
Cinco años después, en el Perú se verían a las primeras mujeres pateando un balón. Aunque no de manera formal, no con un apoyo detrás. Porque la línea del tiempo del fútbol femenino por estas tierras tiene tantas luchas como acontecimientos históricos informales. En el 71, por ejemplo, Juan Bulnes Salvarry formó un equipo de Lima que fue como una especie de selección peruana que representó al país en partidos internacionales. Ese mismo año, el ‘Combinado de Lima’ jugó su primer partido ante México en el estadio Nacional cayendo 3-2, según se puede leer en el libro “La historia es de ellas: 50 años de fútbol femenino peruano”.
Un año después, el equipo peruano participó por primera vez en un torneo femenino internacional. En México se organizó un cuadrangular con dos seleccionados mexicanos, Italia y Perú. En el mismísimo estadio Azteca, recinto que en 86 vio brillar al mejor Maradona, jugó el combinado limeño y logró una victoria frente al cuadro europeo.
Tuvieron que pasar más de veinte años para que la Federación Peruana de Fútbol decidiera darle la mano al fútbol femenino. En 1996, la FPF decidió organizar el primer campeonato femenino experimental. De los clubes profesionales, solo Sporting Cristal, Universitario y Sport Boys estaban, los demás participantes eran equipos de las universidades de Lima. Ese año, la ‘U’ salió campeón.
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1998: la creación de una selección con gran inicio
Dos años después de jugarse el primer torneo de fútbol femenino organizado por la Federación Peruana de Fútbol, se creó la selección nacional. Fue el Sudamericano Femenino de Mar del Plata de 1998, clasificatorio al Mundial, donde un nobel conjunto nacional vio la luz. Aunque casi no ocurre. Y es que la falta de dinero era el gran obstáculo.
“Cuando la FPF elaboró su presupuesto (de 1997), este no incluyó el tema del fútbol femenino. Solo se sostiene con los aportes voluntarios de algunas personas”, declaró Manuel Burga, en ese entonces dirigente de la FPF. Luego de buscar patrocinadores por todos lados, nuestro combinado patrio hizo el primer entrenamiento de su historia el 26 de diciembre, con 30 futbolistas.
Perú viajó con mucha ilusión a Mar del Plata (Argentina), pero su debut histórico fue para encerrarlo eternamente en el baúl. El 2 de marzo de 1998, Brasil derrotó a la ‘Bicolor’ por 15 a 0 con “un gol olímpico, otro de penal, uno más de tiro libre, tres de cabeza y nueve colectivos”, según el recuento de Eduardo Combe, el periodista y estadístico que cubre fútbol femenino desde hace muchos años.
Carmen Texeira en el arco; Paola Angulo, Sonia Sotelo, Marcia Montero y Mónica Zavala en la defensa; Vivian Ayres, Lorena Bosmans, Adriana Dávila, Sussy Muñoz, Olenka Salinas y Susana Quintana como ofensivas fue el primer once nacional. Cuatro días después, Perú consiguió la primera victoria en un luchado 1-0 ante Chile, con gol de la exatleta Susana Quintana (8′). Era un triunfo histórico.
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Más allá del terrible estreno, Perú le ganó 2-1 a Venezuela y luego a Colombia, con el mismo marcador, y clasificó a semifinales. Allí, las locales, Argentina, sufrieron mucho para eliminarlas vía penales (4-3), luego de un empate a un gol en el tiempo regular. Perú se quedó con el tercer lugar (le ganó a Ecuador en la definición) y el futuro de la Selección Peruana Femenina pintaba para grandes cosas.
Desde 1996 hasta 2004, el fútbol femenino en el país gozaba de un torneo organizado por la propia federación y con cierta exposición y aceptación de la hinchada. “La gente piensa que no era así, pero sí lo era. Cuando empezó el campeonato, había prensa, la gente nos quería. Recuerdo una final que se transmitió por el canal 7 incluso”, nos dice Adriana Dávila, una de las precursoras del deporte en estas tierras que sobrevivió al maltrato que han sufrido las mujeres que decidieron patear un balón y usar chimpunes. Incluso fue una de las primeras en irse a jugar a Europa (Italia) llevando la bandera peruana.
2005, los Bolivarianos de oro y la posterior agonía
En agosto de 2005, la Selección Peruana Femenina logró su mejor actuación al quedarse con la medalla de oro de los Juegos Bolivarianos en Pereira (Colombia). Venezuela (5-1), Ecuador (4-0), Bolivia (2-0 y 3-0) y Colombia (2-0 y 3-0) no le causaron dificultad alguna a la Blanquirroja. La final, ante las anfitrionas el 19 de agosto, fue una goleada contundente.
Sin embargo, aunque el final de la historia esté bañada en oro, llegar a la cima le supuso a la selección un recorrido entre un sinfín de obstáculos. Uno de ellos, por ejemplo, fue que de manera insólita ese año la FPF decidió no hacer un torneo. Las jugadoras tuvieron que concentrarse cien por ciento en los trabajos con la Bicolor.
“La selección pasó a ser un club. Íbamos todos los días a entrenar. En medio de esa dificultad que significó no jugar un campeonato, hubo una gran preparación. Pero todo ya venía mal, no había absolutamente nada de planificación. Jugamos amistosos contra una universidad de Canadá, con equipos de chicos y ante un colegio que no recuerdo el nombre pero al que nos enfrentamos muchísimas veces”, cuenta Adriana Dávila, una de las seleccionadas y hoy, con 43 años, aún vigente como capitana de la César Vallejo.
Un año después, en uno de los últimos manotazos de la selección, Perú consigue su última victoria en un Sudamericano (hoy Copa América) ante Bolivia. Sandy Dorador, una de las figuras del actual bicampeón Alianza Lima, estuvo presente. Ese mismo año, la Sub 20 estuvo a punto de ir al Mundial de la categoría.
Lamentablemente después de 2005, con un torneo prácticamente anónimo, los clubes dejaron de apoyar. “Si no fuera por JC Sport Girls, Cantera o Talemtus Callao, el fútbol femenino hubiera desaparecido por completo”, afirma Dávila.
“No siempre jugábamos en campos buenos, a veces eran de tierra, los árbitros llegaban tarde o los rivales no llegaban, y en muchas ocasiones teníamos que cambiarnos en una esquina tapándonos con una casaca porque en los estadios a donde íbamos no había camerino. Bueno, ni siquiera tribuna”, añade Marisella Joya, otra ‘sobreviviente’ de esos años oscuros.
Ni siquiera el inicio de la Copa Libertadores Femenina en 2009 logró que el fútbol femenino en el Perú mejore. White Star de Arequipa fue el primer representante del país en el torneo internacional que celebrará su décimo cuarta edición a partir de esta semana con Alianza Lima como el abanderado.
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Los torneos continuaron jugándose aunque a la sombra. No tenía visibilidad, exposición. El formato era el mismo de la Copa Perú, ese certamen amateur que tan criticado ha sido en estos últimos años. Las mujeres volvieron a ser abandonadas. Hasta que en 2019 decidieron luchar.
La revolución femenina de 2019 y un pequeño paso logrado
En medio de resultados negativos producto del abandono y poco interés, el 2019 fue un año histórico para la selección peruana. Lima 2019 trajo consigo el debut de la Bicolor en unos Juegos Panamericanos. Ese año inició la campaña “Queremos ser vistas”, impulsada por las propias jugadoras e hinchas que pedían un espacio. Se organizó marchas exigiendo un cambio real en la disciplina.
El 2020, traería consigo un cambio en el torneo, se pasaría de Copa Perú a Liga Femenina, contando con una estructura más sólida, y que además, se alinearía a la exigencia internacional de que los clubes de primera división masculina cuenten con categoría femenina absoluta y una juvenil, para poder participar en competencias internacionales.
Sin embargo, a causa de la emergencia sanitaria, el torneo nunca comenzó. Los equipos debieron adaptarse y entrenar de manera virtual. Universitario, que era el representante peruano para la Copa Libertadores -que se disputó en Buenos Aires, Argentina-, no tuvo competencia alguna, ni un torneo de transición que les permitiera llegar con rodaje a la cita internacional. Perú junto con Paraguay fueron los únicos países en la región en no tener competencias en el 2020 ni en el primer trimestre del 2021.
Pero tras más de un año de espera, se anunció la presentación desde la Federación Peruana de Fútbol: La Liga Femenina 2021. Un torneo televisado que se jugaría solo en Lima. Esta temporada el certamen pasó a jugarse de manera descentralizada aunque con muchos altibajos. Desde la poca inversión de la FPF para que los clubes viajen cómodos hasta que los partidos en provincia no se transmitan y sí los de Lima, teniendo en cuenta que UTC Femenino jugó de local en el Héroes de San Ramón, el mismo estadio en el que juega el equipo masculino y sí es transmitido. Lo mismo con Carlos A. Mannucci.
“La televisación fue el paso menos importante de lo que debía pasar. Lamentablemente es así”, nos dice Eduardo Combe. “Lo que ocurre ahora es que el fútbol femenino está de moda, es más masivo, la propia FIFA está exigiendo eso. Pero aquí no hay organización. No puede ser que con el campeonato terminado, la FPF no nos diga cómo será la siguiente temporada. ¿Cómo quieren que los clubes se planifiquen?”, añade Dávila.
Es difícil creer que el fútbol femenino será nuevamente abandonado. Pero es necesaria una buena organización, un buen proyecto por parte del ente rector. Y que no ocurra lo que pasó en la final de la Liga Femenina 2022 en la que se cambió el reglamento para la final: iba a ser a un solo partido y terminó siendo ida y vuelta. El campeón se definió a una semana de iniciado la Copa Libertadores Femenina y Alianza Lima llegó ayer, martes, a Quito para debutar mañana. No tuvo tiempo de preparación para un certamen que se jugará en altura y sufrió la baja de Sandy Dorador, una de sus figuras, por una lesión en la final. No tuvo tiempo para recuperarse.
“La gestión de Alianza Lima está tapando todo lo mal que está el fútbol femenino”, afirma Dávila. El club íntimo fue el primero en darle contrato profesional a siete jugadoras, llenó de auspicios su camiseta con marcas exclusivas para el equipo femenino. Un proyecto sólido y serio encabezado por Sisy Quiroz; pero que aún no llena esa brecha enorme que separa lo amateur con lo profesional.
Para la Copa Libertadores Femenina, el cuadro victoriano, que acaba de ganar su bicampeonato con un invicto desde 2021, se reforzó con seis jugadoras del extranjero. De un equipo que salió campeón, posiblemente solo cinco sean titulares en el certamen continental. La realidad es esa, el Perú, por más que haya logrado que 30 mil hinchas llenen un estadio solo para ver a un equipo femenino, aún está lejos de tener un fútbol femenino profesional. Sin embargo, Alianza ha marcado el camino que deben seguir los clubes y hasta el ente rector.
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