Pese a su tono tribunero, el pedido de Jean Ferrari para que árbitros extranjeros dirijan a Universitario es menos descabellado de lo que se cree. Representa, por un lado, un golpe sobre la mesa necesario frente a las injusticias que cometen los jueces todas las fechas con la complicidad de la Conar y la desesperante tibieza de la federación. Y desde el punto de vista del club, cambia el foco de atención, atenuando las críticas sobre el equipo en su primera derrota desde que Jorge Fossati asumió la dirección técnica.
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No es la primera vez que un club peruano realiza una exigencia de esta naturaleza. En 1991, el argentino Juan Carlos Loustau arbitró un clásico anodino por el Torneo Descentralizado y siete años más tarde una terna uruguaya sacó adelante las finales entre Universitario y Sporting Cristal. En ambos casos, el argumento fue el mismo: falta de confianza en el desempeño de los árbitros nacionales.
Sin embargo, es difícil que la propuesta de Ferrari prospere, no solo por los costos que demanda (unos 11 mil dólares por partido, fuera de los pasajes aéreos, según RPP), sino también por su casi nula utilidad práctica: de poco le sirve a la crema que le arbitren jueces del exterior si los demás partidos seguirán siendo dirigidos por nacionales (que, de acuerdo con la narrativa sostenida por sus hinchas, favorecen a Alianza Lima).
La U no ha sido el único equipo víctima de errores arbitrales esta fecha. También los sufrió Vallejo en Matute, ADT en Juliaca y Unión Comercio en Tarapoto con un gol mal anulado cuando empataba 1-1 con Cristal. El mismo Alianza, al que se acusa de ser beneficiado por estos horrores, fue perjudicado fechas atrás por una roja a Christian Cueva, sin que hubiere motivo que la justifique.
El problema del arbitraje peruano es estructural y no se va a solucionar de un domingo a otro, más aún si no empezamos a hacernos algunas preguntas clave: ¿Cuánto se ha avanzado en su profesionalización? ¿La preparación es óptima? ¿Los montos de dinero que reciben por su trabajo son adecuados? ¿Los pagos se realizan a tiempo? ¿Se aplican políticas de integridad que aseguren la transparencia de sus actos?
En los 90, durante la presidencia de Nicolás Delfino, se trajo como instructor a Arturo Yamasaki, un juez peruano reconocido internacionalmente que dirigió en el Mundial de México 70. Poco o nada cambió y a pesar de su brillante trayectoria, don Arturo no se libró de las feroces críticas que ya se hacían en ese entonces. Hoy, con mil cámaras desde todos los ángulos, es casi imposible que un error no sea captado por un hincha o la televisión. La nula predictibilidad de las decisiones arbitrales, producto de la manera tan particular con que interpretan el reglamento, provoca que la indignación se dispare y las historias conspiranoicas inunden las redes. ¿Por qué Menéndez expulsó a Succar por sus gestos tras su gol en el clásico del año pasado y el domingo miró para otro lado cuando Manzaneda hizo lo mismo en Sullana? Así hay muchas otras historias.
¿El VAR ayudará a mejorar el nivel de competencia como sostiene Agustín Lozano? El sistema de videoarbitraje es una herramienta, no un acto de magia el cual, además, será manejado por los mismos árbitros ineptos que nos malogran las tardes cada fecha. Lo que viene puede ser peor.
La jugada de Ferrari puede ayudar a que en la FPF empiecen a ver este problema con mayor seriedad. Pero la U se equivoca si culpa en exclusiva al árbitro por su derrota en Sullana. Señalar los errores ajenos, no los libra de los propios.
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