El último jueves, las imagenes de la fiesta en Matute en la final del fútbol femenino daban las vuelta al mundo y el fútbol peruano recibía las felicitaciones de todos lados. Tres díes después, se mostró la peor cara de nuestra realidad. Este domingo, en el Estadio Nacional, Sporting Cristal y Universitario se enfrentaron en un partido clave por el Torneo Clausura de La Liga 1, pero la fiesta que se vivió en el gramado, con un un fútbol intenso como pocas veces se ve en la liga local, lamentablemente no se trasladó a las hinchadas que llegaron al recinto.
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La tarde arrancó con tristes imágenes de peleas entre delincuentes que dicen llamarse hinchas. Grupos de barras que increíblemente se sienten orgullosos si le quitan alguna prenda u objeto representativo del otro equipo. Los enfrentamientos se repitieron en las calles cercanas al Estadio Nacional.
Pero los problemas no acabaron ahí. Para el partido, Cristal decidió que la tribuna norte sea para los hinchas de Universitario, con la única indicación de que no lleven nada representativo del conjunto merengue. Una medida que por lo general queda en el papel, pero sobre todo que le abre las puertas a que acudan al evento los indeseables delincuentes que se hacen pasar por hinchas.
Los minutos pasaban y los ánimos se empezaban a caldear. Franco Velazco, asesor legal de Universitario, denunció a través de su Twitter que “primero habilitan solo una puerta en Norte y hace 20 minutos las puertas (están) cerradas”. Lo escribió a las 3:25 de la tarde, cinco minutos antes de que el árbitro Kevin Ortega toque el silbato inicial.
Cuando el cronómetro marcó las 3:30 de la tarde, y Ortega dio por iniciado el ‘Clásico moderno’, cientos de hinchas cremas aún estaban afuera del Nacional intentando ingresar a la fuerza mientras la Policía Nacional del Perú usaba la fuerza para reprimir y mantener la tranquilidad que nunca llegó.
Mientras Cristal y la ‘U’ brindaban un gran espectáculo en el gramado del Nacional, y en las tribunas se escuchaba el “¡Uffff!” de los hinchas rimenses luego de una gran jugada individual de Alejandro Hohberg que puso convertirse en el primer gol del encuentro, afuera las personas miraban su reloj con la impotencia de haber viajado horas para ver el partido y seguir sin poder ingresar al estadio.
Un grupo de hinchas se juntó en un lado a ver el partido por celular, mientras la cola avanzaba a ritmo de procesión y la impaciencia se apoderaba de todos. Un clima caldeado que dejó a muchos fanáticos con la entrada en sus manos y sin poder ser testigos de quizá uno de los mejores partidos del año que no necesitó de goles para tener emociones en las dos áreas.
Es espectáculo brindado por los dos equipos en el césped de la casa de la selección peruana, lamentablemente no se vio reflejado en la que debió ser una fiesta de fútbol más del torneo peruano. Mientras se pide el regreso de las dos hinchadas a los estadios, los propios asistentes no cumplen con lo establecido. Y los delincuentes manchan la camiseta del club que dicen amar y defender. Lamentablemente el fútbol peruano no está preparado para que se juegue con dos hinchadas.
Que lo ocurrido en Matute el último jueves, en la final del fútbol femenino, sea el ejemplo de lo que debe pasar. Con el estadio repleto de aliancistas y familias de Carlos A. Mannucci alentando sin ningún temor. Aún hay mucho por aprender, pero primero se debe desterrar a esos mal llamados hinchas que encuentran en unos colores la forma de justificar su mal accionar.
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