Y había una vez un equipo llamado Universitario de Deportes que le ganaba todas las finales a su rival eterno. De una grandeza incalculable. Amado por sus millones de hinchas. Laureado como el más campeón del Perú con la estrella 27 al fin en el museo de gala. Encantador, elegante, emocionado y enorme. Único y sin fin, del balompié peruano, la máxima expresión de amor. Y dale U, siempre escucharán, grita hoy más de la mitad del país.
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Del zurdo de 17 años que apareció como una luz en las inferiores del club. Un flaco que viajaba desde Comas hasta Campomar para entrenar y sacar adelante a su familia. Le decían ‘Orejas’ y estaba predestinado para la historia de Universitario: su primer triunfo profesional el 2011 fue ante Alianza Lima con pase gol suyo a Martín Morel. Hoy, Edison Flores se subió al olimpo de campeones cremas con Lolo Fernández, Toto Terry, Héctor Chumpitaz, Roberto Chale, Luis Cruzado, Ángel Uribe, Germán Leguía, Roberto Martínez y Chemo del Solar. Ahora, también tendrá su foto histórica como Óscar Ibáñez y Piero Alva, ahora vale el abrazo sincero con su ídolo el Puma Carranza, pero sobre todo, ahora tiene la casallena con el amor de hogar de Ana, Alba y Aurelia, sus amores eternos.
Antigua mística y vigente jerarquía demostró la ‘U’. Literal, desde que comenzó el partido. Por eso golpeó primero y con certeza al minuto 2. Se juntaron el ‘19′ y el ‘24′, como manda la centenaria historia del club. Andy buscó a su amigo Edison y Matute se quedó perplejo, anonadado, noqueado con el cabezazo de Flores. Jerarquía en finales, sin dudas, para no renunciar a seguir atacando y encontrar en la pinturita de Calcaterra (82′) la cereza para coronar el título nacional.
—Campeón colosal—
La autoridad total, también, fue de la ‘U’. No solo en el estadio de La Victoria, en el Monumental también fue el amplio dominador que, si bien se vio sorprendido en la última jugada y se fue con la cara larga, supo masticar las piedras para salir con el mismo argumento en la cancha del archirrival. Autoridad merengue en las canchas de Lima, donde siempre salió a ganar, y rebeldía lejos de la capital, donde corrigió errores a tiempo para dar la vuelta olímpica.
Entonces, la clave estuvo en el innegociable sistema táctico 3-5-2, que se fue haciendo infranqueable en defensa, incansable en el medio y efectivo en ataque. No le sobra absolutamente nada, pero tampoco nunca le faltó argumentos para plantarse en la altura de Cusco, el calor de Sullana o ante 60 mil hinchas que esperaron una década para salir campeones. Cuando lo rivales le aprendieron a jugar y hasta lo hicieron ver impredecible, el técnico Jorge Fossati persistió en sus ideales y conseguió que el planteamiento toque la perfección en las finales contra los íntimos. Mérito de un entrenador con miles de kilómetros de recorrido.
Uno a uno, el plantel de más de 30 jugadores se hizo uno solo en el objetivo. Uno por línea. Carvallo que se va bicampeón y le deja el arco a Romero. Riveros y esa melena guaraní como estampa de fuerza. Ureña y una espléndida cátedra de ser un volante todoterreno. Y Valera, un goleador salidodel barrio que pelea como si de eso dependiera todo su futuro.
En esta melodía libertaria, el amor a la camiseta es ganarle una final al clásico rival. Universitario, hoy comienza tu centenario.