Miguel Villegas

Hace 60 años, cuando ni los padres y mucho menos las niñas de la selección de vóley Sub 17 habían nacido, el japónes Akira Kato fue contratado como técnico de Perú y transformó lo que hasta entonces era solo entusiasmo: ningún título Panamericano, ninguna clasificación a los Juegos Olímpicos, ningúna notable participación en un Mundial.

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En la hoy frágil pero llena de historia línea de tiempo del vóley peruano, fue con Akira que empezó todo; en 1974 tomó la posta el surcoreano Man Bok Park; y en medio de su crisis más profunda, últimos en el continente, el brasileño Antonio Rizola le ha sumado el peso de su CV a la reconstrucción del único deporte nacional no contaminado por una camiseta de club.

Rizola, que estuvo 7 años al mando de la selección de Colombia, donde alcanzó importantes logros deportivos como la clasificación al Mundial 2022 y medallas de plata en la Challenger Cup y los Juegos Panamericanos de Lima 2019, ha dado un primer paso: colocar entre los ocho mejores del Mundial Sub 17 al equipo peruano y prender la velita misionera de la fe en una segunda refundación. Hoy, desde las 7:30 p.m., en un coliseo Dibós repleto, la Bicolor enfrentará a Japón por el pase a las semifinales del torneo.

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Trabajo constante

Tres periodistas altamente informados en el vóley local, felices pero cautos con la actuación del equipo en el mundial,coinciden en dos detalles sobre la gestión Rizola: “El profesor es muy directo, muy franco” y “se fija en detalles que, en apariencia, pasan desapercibidos”. Sobre lo primero, en junio de este año, Rizola fue absolutamente transparente con Christian Cruz, reportero de DT, en una larga entrevista: “Mi objetivo es hacer 10 puntos por set en el mundial. Y si nos masacran, pues así será. Vamos a aprender”.

La primera charla que tuvo con las 12 muchachas del equipo mundialista insistió en el peso de la camiseta y en un detalle que a esta edad —los 15, 16— no es menor: hoy se siembra. Con los dirigentes de la FPV fue igual: los resultados se ven en dos años, no en dos meses.

En el proyecto hay, además, un primer gran diagnóstico: Perú no es el equipo más alto de Sudamérica, nuestra ventaja debe ser otra: la técnica, el antebrazo, la defensa. Y la cabeza. Finalmente, en el campo, contra Brasil el día del debut con derrota o vs. Argentina la noche del martes en que clasificó a los cuartos de final, le pidió a un colaborador apuntar gestos, rostros, movimientos tanto de las titulares como de las suplentes. Para corregir. Para crecer.

El entrenador brasileño dirigió a las chicas en la Copa Panamericana Sub 17 que se disputó en junio en Guatemala. En dicho torneo el combinado nacional llegó hasta la gran final.
El entrenador brasileño dirigió a las chicas en la Copa Panamericana Sub 17 que se disputó en junio en Guatemala. En dicho torneo el combinado nacional llegó hasta la gran final.

Lo que viene, esta noche ante Japón y luego, en el proceso que terminará convirtiendo a estas jóvenes en la base de la selección mayor, ya es ganancia. En el pozo de Sudamérica, el vóley peruano prende una luz. Y aunque ni Gianella Chanca, Camila Monge o Liana Torres lo dimensionen, entre sus tareas en el colegio y la euforia del Dibós, la alegría colectiva de este país, que solo sabe de penas, es suya.

Colectiva, además, porque la capitana Ariana Vásquez le dedica los puntos a Iquitos o Galilea Fuentes grita orgullosa para la TV que nació en el Cusco. Esto de hoy les pertenece. El archivo de este Diario dirá que, como otras veces, el vóley peruano estuvo a la altura y volvió a empezar.