Estaba ahí, en casa. Entrenando en un club sin prensa y con el WhatsApp en línea cada vez que se activaba el secreto chat de la selección. Estaba ahí, en casa, opacado por noticias que no se dieron ni cuando hacían dupla Chumpitaz y Meléndez en ese fundacional Perú de los setenta: Abram en España, Santamaría en México y Zambrano en Argentina. Opacado pero no oculto: la noche en que Gareca se jugó la Eliminatoria y la selección necesitaba, más que se juegue que se la defienda, Perú echó mano de Christian Ramos, el back de César Vallejo de la Liga 1, el defensor de juego simple que ha vivido —ya la historia juzgará— como dice su alias. A la sombra.
Por menos de lo que él ha hecho en su carrera, a otros se les compara con Reynoso.
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Jugó un partidazo. Por lo menos, dentro de los márgenes que uno espera para un central que juega un partido-guerra: no perdió ninguno de los 7 mano a mano aéreos, despejó hasta en tres ocasiones y con absoluta frialdad la pelota a la tribuna, hasta con cariño diría; como si en lugar de rechazarla con violencia fuera ese momento bautismal en que se regala viniball tribuna por tribuna; y nunca perdió la concentración, ni cuando tenía que marcar al grandote chileno-inglés Brerenson ni cuando asomaba el enano Meléndez para contracturarlo. En la transmisión decían que tenía “cara de partido” y sí, esa es una sencilla definición que resume a Ramos contra Chile, esta final. Cara de querer ganar el partido.
De 8 a 10 de la noche de este jueves en el Nacional, eso era lo único que necesitaba Perú. Un futbolista que defienda, no que se luzca. Dicho de otra forma, jerarquía. La simpleza. Y ya sin lírica, un jugador que mejore al que tiene al lado. Acaso el soberbio nivel de Alexander Callens tenga que ver, fuera de su despliegue, con la seguridad de tener al socio que hoy tuvo.
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Diez años y 83 partidos con la camiseta peruana después, y una cantidad de epítetos irreproducibles que no han hecho justicia —nunca— al nivel mostrado cada vez que jugó con la selección —titular enorme rumbo a Rusia, autor del gol definitivo, citado por todos los seleccionadores desde 2005— Christian Ramos fue, nuevamente, el futbolista de selección que todo entrenador necesita en noches límite. No hay dudas. Es más, se dudará cuando no esté. Y si Corzo le ganó alguna vez el puesto a Advíncula o Trauco hizo olvidar a Vargas, Christian Ramos lidera este grupo que no arranca adjetivos, que juega más de lo que habla, que ha aprendido a convivir con la crítica extrema antes que con el elogio. Pasaron muchos centrales desde que lo llamó Chemo del Solar a la Videna. Incluso algunos con mejor carrera en el extranjero que él. Ramos solo se superó a Ramos, con todo lo que eso significa.
Por eso esta nota, breve recordatorio. Fue con un Ramos que clasificamos al Mundial. No se olvide.
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