José Antonio Bragayrac

Rafael habla cuatro idiomas pero en ninguno logra hallar la palabra precisa para describir la emoción volcánica que lo desboca. Orbelín Pineda no dice nada, yace solitario a unos metros del portero, manos a la cintura, inundándose en lamento, mientras que en la tercera grada de la tribuna Silvia Mouessati, la esposa del héroe Vinotinto abre los ojos solamente para asegurarse que sí, que su marido acaba de atajar un penal en el último suspiro del partido frente a México y termina por decantarse en un estrepitoso llanto. El políglota que de chico era delantero se hizo grande en el SoFi Stadium de California bajo los tres palos. Y con él, el país del béisbol celebra y reafirma el renacer de la selección de Venezuela.