
La historia del mercado peruano de gaseosas se inicia a finales del siglo XIX con la rosada Kola Chalaca de la empresa Rossi. En 1912, la fábrica rimense Las Leonas lanzó Kola Inglesa.

En 1935 nace la “bebida de sabor nacional”, Inca Kola, de la familia Lindley, con su característico sabor a hierbaluisa. Con más de 100 años, es, hasta ahora, un caso de éxito estudiado a nivel internacional.


Para inicios de los 70, los peruanos podían disfrutar de 22 gaseosas distintas. Entre ellas estaban Freskola y Bidú Cola. Esta última era una cola con sabor a limón fabricada por la estadounidense The Orange Crush Co. Desapareció a mediados de los setenta.
Embotelladora Peruana lanzó Lulú en 1973. Para este proyecto, la empresa instaló una planta a las afueras de la capital, en lo que hoy conocemos como la zona comercial de Lima Norte.

Las gaseosas nacionales no solo eran representadas por embotelladoras limeñas. El interior del país tenía lo suyo. Una de sus mejores representantes era la chiclayana Indo Quina con su gaseosa Concordia. En la década del noventa amplió su portafolio con sus marcas Triple Kola, Chiki y San Carlos.

A inicios de los noventa, Embotelladora Latinoamericana (Coca-Cola) relanzó Pasteurina para hacerle frente a su eterna rival en el mercado peruano: Inca Kola. `La primera bebida dorada del Perú', empezó a venderse a inicios de la década de los veinte bajo la fabricación de la empresa La Pureza.
En esta década se intensificó la guerra entre Coca-Cola y Pepsico. En 1994, ambas empresas –a través de sus representantes- lanzaron las gaseosas sabor a limonada Simba y Mirinda, respectivamente.
Otras marcas que nos dijeron adiós a finales de la década del noventa fueron Manzanita (de Embotelladora Latinoamericana), Teem y Pepsi Max (de CEPSA).
