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Felices fiestas, pero para todos
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El pasado 27 de junio se conmemoró, como cada año, el Día Mundial de las Microempresas y las Pymes y se reconoció el rol que cumplen en la economía global: representan el 90% del total de empresas en el mundo, según la ONU. Su importancia va más allá del número: son clave para el empleo, la reducción de la pobreza y el cierre de brechas, incluidas las de género.

En el Perú, alrededor del 99% de las unidades empresariales son micro (96,2%) o pequeñas (3,2%) empresas, según el INEI. Sin embargo, su productividad es dramáticamente baja: las microempresas apenas alcanzan el 5,2% de la productividad de las grandes empresas. A esto se suma una dificultad estructural: la falta de una representación clara y cohesionada de sus gremios, lo que debilita su capacidad para influir en las políticas públicas y dificulta focalizar el impacto de los programas destinados a apoyarlas.

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Maro Villalobos

Las mujeres son protagonistas de este universo. Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) el 57% de las mypes formales son lideradas por mujeres, y al incluir la informalidad esta cifra podría alcanzar el 70% de acuerdo a varios estudios. Sin embargo, pese a su resiliencia, muchas mypes siguen sin el respaldo necesario. Existen múltiples programas del Estado, pero rara vez se miden sus impactos en la vida de las personas. Se celebran los millones entregados, pero poco se sabe de cómo eso transforma personas, negocios o comunidades.

Un actor que sí ha logrado acercarse de manera concreta a las necesidades de las mypes es el sector de las microfinanzas. A través de créditos adaptados a su realidad, la capacitación y el asesoramiento técnico, las instituciones microfinancieras han jugado un rol clave en la inclusión financiera y el empoderamiento económico, especialmente de mujeres emprendedoras. Fortalecer ese ecosistema – con reglas claras y buena legislación – puede ser parte del camino hacia un desarrollo más justo.

Reconozcamos el papel crucial que cumplen las microempresas como generadoras de empleo y de ingresos para millones de personas. Son, además, un freno natural al estallido social que podría generarse en un país atravesado por crisis constantes. Ayudarlas a crecer de manera sostenible no es solo un acto de justicia; es una inversión en estabilidad y futuro para el país.

Actualmente muchas empresas aún no saben por dónde empezar sus programas de sostenibilidad. Aquí les dejo una pista clara: comenzar por su propia cadena productiva. Encadenarse con proveedores pequeños, invertir en su desarrollo, pagarles a tiempo, capacitarlos y facilitar su acceso a mercados, es una forma concreta y efectiva de generar valor compartido y crecimiento inclusivo.

Este 28 de julio, en medio de lo que debería ser una celebración, miremos también hacia quienes sostienen el día a día del país desde el esfuerzo silencioso y cotidiano. Hacer de nuestras Fiestas Patrias una celebración para todos implica reconocer que todos estamos en un mismo barco llamado Perú. Y que sólo si remamos juntos, avanzaremos.

María Pía Palacios Directora de empresas.

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