Escucha la noticia

00:0000:00
El país invitado para la Feria del Libro 2026: arrivederci, Italia; bienvenido, Ecuador
Resumen de la noticia por IA
El país invitado para la Feria del Libro 2026: arrivederci, Italia; bienvenido, Ecuador

El país invitado para la Feria del Libro 2026: arrivederci, Italia; bienvenido, Ecuador

Resumen generado por Inteligencia Artificial
La IA puede cometer errores u omisiones. Recomendamos leer la información completa. ¿Encontraste un error? Repórtalo aquí
×
estrella

Accede a esta función exclusiva

Si hace 15 años se quería hablar de la literatura de Ecuador, era sencillo caer en una especie de vocación arqueológica: escarbar hasta encontrar la explicación de porqué la literatura ecuatoriana había permanecido oculta y, salvo espacios específicos, su calidad desconocida. Esto no quería decir que no existieran obras importantes, solo evidenciaba lo encerrados que estábamos.

LEE TAMBIÉN | “El bien tiene mala prensa en la literatura”

Hoy las cosas no son así; era absolutamente inevitable que esa apertura sucediera. La calidad creada por gente de letras de Ecuador se lee en distintos sitios

Que los nombres de escritoras como Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Yuliana Ortiz Ruano, Natalia García Freire, Gabriela Ponce y Daniela Alcívar resuenen en notas de medios extranjeros, en listas de mejores libros y de novedades en mercados fuera de Ecuador es un punto de referencia que ubica a la literatura ecuatoriana más allá de nuestros límites geográficos. Y lo mejor es que, a diferencia de generaciones anteriores, ellas no están alejadas de lo que sucede aquí: en entrevistas y en comentarios en redes sociales, exponen su punto de vista sobre el país y hablan de otras autoras y autores que no tienen la misma exposición que ellas. La literatura creada por ecuatorianas es leída, eso ya no es una barrera a romper para la mayoría de la gente de letras del país.

Además, a pesar de que en los últimos años Seix Barral/Planeta esté apostando publicar a escritores y escritoras de Ecuador, como Lupe Rumazo, Ernesto Carrión, Óscar Vela y Solange Rodríguez Pappe, a esto se le suma que el gran peso de la calidad literaria lo están llevando a cuestas editoriales independientes, de instituciones públicas y universitarias. Existe un tejido que ha conectado a gente que quiere leer literatura hecha en el país y permite que, al menos, sepamos de la existencia de libros publicados en ciudades que no son solo Quito y Guayaquil, con Manta, Cuenca y Loja, como ejemplo.

A SABER

♦♦ En una ceremonia en el contexto de la feria, la Cámara Peruana del Libro anunció oficialmente a Ecuador como país invitado de honor para el 2026.


♦♦ Para el anuncio, acompañaron al presidente de la CPL, Ricardo Muguerza, Romina Muñoz, ministra de Cultura y Patrimonio del Ecuador, y Fabián Luzuriaga, presidente de la Cámara Ecuatoriana del Libro.

 

♦♦ Las autoridades del país norteño prometieron traer a Lima lo mejor de su literatura, cine, música, artes visuales y memoria histórica. 

Cuando hablo de calidad, hablo de apuestas interesantes y muchas veces arriesgadas, bien escritas y presentadas en ediciones no solo con diseño novedoso, sino que también se venden a precios cómodos. Estas apuestas están ligadas al hecho de que existe ya una profesionalización en el ámbito literario, con carreras universitarias y maestrías ligadas a este quehacer, sin dejar de lado el hito de la creación de la Universidad de las Artes, en 2013. No es que la academia haya acaparado la experiencia literaria; lo que ha hecho es dar más insumos y abrir diálogos con otras tradiciones que están enriqueciendo la producción literaria. Es decir, la buena calidad va de la mano con la apertura a otros espacios.

Estos tres factores —el conocimiento e interés por la literatura ecuatoriana en el exterior, la aparición de decenas de editoriales independientes enfocadas en publicar obras de gran factura y la ventaja de una oferta académica que ha enriquecido lanzamientos de los últimos años— son la base de una explosión que tenemos el lujo de estar viviendo, a pesar de que todavía falta mucho para que seamos una sociedad que se acerque a autores locales. Este es un estallido con decenas de protagonistas, que deberían ser leídos con más atención.

Una lista absolutamente incompleta

Este no es un listado de autoras y autores necesarios para saber qué se cuece en la literatura de Ecuador. Es solo una aproximación a una realidad que todavía tiene espacio para el descubrimiento, enfocándose en gente nacida en los años 90 y un poco antes.

En narrativa, la realidad es insuficiente para asentar las historias. La tradición del realismo permanece por debajo de otros géneros o intereses, como la fantasía, la ciencia ficción, el horror y el humor. Este es el punto de partida, porque, tal como lo ha escrito Solange Rodríguez Pappe en su ensayo Nada más que la irrealidad: algunas líneas sobre la imaginación literaria en Ecuador, la imaginación está potenciada porque habitamos un país “donde la crisis no inhibe la imaginación”.

Por eso incluyo el trabajo de Leonardo López (Cuenca, 1991), quizás el mejor narrador en este momento en Ecuador, con una obra intensa y enriquecida con parodia y experimentación; también el de Abril Altamirano (Quito, 1994), que recuesta sus historias en un campo de fantasía y terror que invita a la relectura para acceder a todos sus secretos.

David Aguirre (Guayaquil, 1986) consiguió con su novela El Dios del árbol (La caída editorial, 2024) poner en evidencia su poderosa capacidad de generar pesadillas que revelan formas extrañas de amor. Es posible que Sandra Araya (Quito, 1980) sea la gran narradora de Ecuador y sería justo que sea leída por más personas; si alguien debería llevar con dignidad la etiqueta de “la Shirley Jackson ecuatoriana” es ella, sin duda. Ana María Crespo (Guayaquil, 1990) ha apostado por un universo narrativo cohesionado, en el que sus personajes se enfrentan a lo extraño y a sus pasiones irrefrenables, como si fueran fuerzas de la naturaleza. Debo mencionar a Jennifer Zambrano (Guayaquil, 1995), que impresiona con sus textos de corta extensión y contundencia.

Por un tema de buena suerte —porque estoy casado con ella—, tengo la ventaja de leer de primera mano la obra de Marcela Ribadeneira y disfruto la capacidad que tiene de, a través de la ciencia ficción, poner el dedo en la llaga de lo tenebroso del ser humano.

La poesía siempre ha sido un plato fuerte en literatura ecuatoriana. Y nombres importantes como los de Juan José Rodinás (Ambato, 1979) y María Auxiliadora Balladares (Guayaquil, 1980) comparten espacio con otros y otras poetas que impresionan. Hay que prestarle muchísima atención a la obra de Camila Peña (Cuenca, 1995), Estefany Vaca (Quito, 1996), Juan Romero Vinueza (Quito, 1994), Issa Aguilar Jara (Cuenca, 1988), Gabriela Vargas Aguirre (Guayaquil, 1984), Rosalía Vásquez Moreno (Cuenca, 1991) y Ángeles Martínez (Cuenca, 1988).

Hay cientos de nombres que no coloco aquí. A veces la extensión de un texto es insuficiente para hacerle justicia a una literatura que existe a pesar de haber resistido un paréntesis por varias décadas.