"Un espejo" se presenta en el Teatro La Plaza.
"Un espejo" se presenta en el Teatro La Plaza.
/ Marcelo Morales

Desde la fila J de La Plaza es inevitable ver a dos parejas pasarse las botellas de espumante y llenar sus copas. Su alegría distrae; al frente suyo y de un teatro que ha convocado a un buen grupo de gente, censura, coacción y un sistema corrupto del que es imposible salir. Y es extraño: “Un espejo” (“A Mirror”) de Sam Holcroft no es una obra solemne y Wendy Vásquez maneja un buen ritmo y se aleja (felizmente) de las traducciones con sabor nacional. ¿Será que les parecen asuntos ajenos?

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Disfruto las historias dentro de otras historias, recurso al que Holcroft le saca brillo sin transpirar. Como un juego shakesperiano -a Mark Lawson de “The Guardian” le pareció más pirandelliano-, un grupo de actores monta una obra ilegal a la que disfrazan de una boda para evitar ser descubiertos por las fuerzas del orden. El público es parte del entramado como asistentes al casamiento, se trata de volvernos cómplices con cortes abruptos que alertan de los moros en la costa, y ya podríamos debatir si lo de Holcroft es una “obra dentro de una obra dentro de una obra dentro de una boda falsa”, como propone Lawson. En ese ajedrez, Rodrigo Palacios se mueve con soltura, al igual que Jorge Villanueva y Daniela Trucíos; en tanto que a los personajes de Renato Rueda e Iván Chávez les falta más peso. En conjunto es un buen ensamble.

“Un espejo” muestra el lado más seductor de una mafia -al funcionario que trata de crear un gran relato épico nacional a favor del régimen- y su lado más represivo -a ese funcionario que se vale de la fuerza para controlar a los artistas-. Basta con estar atentos a las noticias para darse cuenta que el título tiene sentido, que las libertades se reducen y que nos estamos acostumbrando a diversas formas de opresión. Y quizás por eso la obra pierde potencia con aquellos poco interesados en romantizar el quehacer artístico -la obra se pregunta muy ligeramente, pero con frecuencia, si el arte es para entretener o para sacudir- y a los que la censura parece no afectarles; es decir, problemas ajenos para la mayoría, en un mundo que se parece mucho al propio. En esa lógica, ir un domingo al teatro y disfrutarlo con un espumante mientras que en escena se discute si el fin valida los medios, es el sueño del buen burgués. Quién los podría juzgar: yo lo hago con una Coca Cola Diet.

Siendo que el contexto limeño es testigo a diario de militares armados en las calles y controles de identidad, valdría preguntarse qué aporta a la discusión local ver lo mismo en escena. Sí, nos vemos reflejados, pero con menos crudeza que en los noticieros. Ni hablar de las redes sociales y sus algoritmos que aprovechan la visceralidad del contenido político y policial. Sabemos, por lo menos, que aligerar el peso de esas violencias funciona para que algunos asistentes se pongan de pie. Me preguntó a qué versión de la realidad están acostumbrados.

"UN ESPEJO"

Calificación: 3 estrellas

Dirección: Wendy Vásquez

Dramaturgia: Sam Holcroft

Elenco: Rodrigo Palacios, Renato Rueda, Daniela Trucíos, Jorge Villanueva, Iván Chávez

Última función: hoy, 7 p.m.

Lugar:Teatro La Plaza (Larcomar, Miraflores)

Entradas: Joinnus

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