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“Las novelas de denuncia, ya no hacen cosquillas a nadie”
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“Aquello de que la novela debe tener un antecedente, un conflicto, un clímax y un desenlace, ya fue. Esa manera de pensar el mundo ya no es así”.
El amor no salva ni ordena. Errático y extraño, resulta un territorio donde la lógica pierde poder. Definida como una “rara avis literaria”, la autora chilena Cynthia Rimsky ganadora del más reciente Premio Herralde por la novela “Clara y confusa”, explora los estereotipos del deseo a partir de un encuentro entre un plomero y una artista, dos mundos que rara vez se cruzan. “Aquí no hay clímax hollywoodense ni final redentor: hay ironía, dudas y escenas que avanzan por azar, como la vida misma”, nos dice la autora que pasó Lima para participar de la última edición de la Feria Internacional del Libro.
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El amor estable parece un lugar común de novela romántica. En “Clara y confusa”, sin embargo, este es inestable e incierto. ¿Crees su estabilidad es una ilusión?
Más bien la ilusión es saber si te aman, cómo te aman y cómo es el otro. Que tú puedas llegar a entender a ese otro. Eso es lo que me parece una ilusión: comprender a otra persona.
¿Cuán incierto es el amor en las relaciones de hoy?
Las grandes novelas de amor siempre han sido novelas de incertidumbre. No sé si hay más incertidumbre ahora, lo que sí creo es más instantáneo. Las cosas se viven así, de un segundo a otro. Antes, existían las cartas. Había relaciones epistolares, se vivían largas separaciones. Lo que ha cambiado no es la incertidumbre ni la inestabilidad, sino la inmediatez. Si la relación no resulta, vamos a otra. Antes se tenía más paciencia.

Clara, la protagonista, es una artista y el hombre que irrumpe en su vida es un plomero. ¿Qué te interesaba explorar en ese vínculo?
Me interesaba que ambos mundos tan diferentes tuvieran vasos comunicantes desde la sensibilidad. Algo que se olvida es que el amor es, básicamente, abrirse a alguien distinto a uno. Quería ver qué pasaba si ponía allí a dos personas distintas pero dispuestas a compartir una sensibilidad y una vulnerabilidad. Las personas somos pura fragilidad.
¿Te interesa jugar también con los estereotipos del deseo femenino?
Hay un antecedente a esto: “El amante de Lady Chatterley”, donde ella se enamora de un leñador. En ese caso, se trata de una pasión desenfrenada durante la época victoriana. Para liberar la pasión, el leñador representaba al hombre rudo. No era el señorito victoriano. En este caso, más bien no se trata de reproducir el prototipo masculino, sino más bien un hombre sensible que se enamora de una mujer sensible, básicamente eso.
Un plomero aparece en muchas fantasías eróticas femeninas...
¡Claro! Quería justamente desarmar eso. Que el plomero no sea el leñador amante de Lady Chatterley. Quería un tipo lleno de dudas, frágil y vulnerable, que quiere ser un salvador pero que no salva a nadie. Un personaje fuera de lugar, que, aunque quiera, no puede rescatar a su amada. Y también porque la vida te lleva por otros caminos. No es como “El camino del héroe” que te enseñan en la universidad, una estructura de novela. Aquí no existe ese sendero, porque cualquier cosa te va sacando de ese camino y te pone en otro lugar.

Existe una fascinación del “hombre común” por los misterios de arte y sus artistas. ¿Qué crees que tiene de mágica creación y la figura de la creadora que despierta esa admiración e el amor, inclusive?
Todavía el arte tiene ese misterio que otros oficios no tienen: no saber cómo alguien hace una obra de arte. Sucede con los artistas plásticos, pero también con los escritores. Es realmente muy misterioso, no hay un plan. El misterio siempre puede resultarnos atractivo.
¿Crees que el arte es una forma de seducción?
No llegaría tanto, pero es algo que sigue teniendo un misterio.
Clara lucha por ser reconocida como artista, mientras el plomero lucha contra la corrupción en su gremio. Aunque parezcan mundos lejanos, comparten la misma tensión por ser legitimados. ¿Buscaste ese paralelismo?
Cuando él duda, cuando se pregunta si ella lo ama o no, empieza a dudar de todo: del sindicato, de la plomería. Cuando dudas de algo, hay algo que no está claro en tu vida. Empiezas a mirar todo encontrar fracturas. Ves cosas que antes no veías. Eso me interesó. En cuanto a Clara, me interesaba en la obstinación del artista, que, a pesar de no ser reconocido, insiste en su arte, hasta que en algún momento le resulta. ¿Qué significa estar doce años escribiendo un libro sin que nadie te pesque? ¿Sin saber si va a tener lectores? Ello requiere un nivel de obstinación y de pasión muy grande.
¿Te viste en Clara?
Sí, de alguna manera. Creo que todos los artistas nos vemos en esa obstinación: establecer un equilibrio entre tu fragilidad y una cierta fortaleza.
¿Sientes que la ironía del absurdo es clave para la literatura actual?
Creo que hoy las novelas de denuncia, sobre los peligros que se ciernen sobre la naturaleza, el cambio climático, el feminismo, ya no hacen cosquillas a nadie. Ya es todo tan sabido que a nadie le hace cosquillas. El humor te desestabiliza, y eso puede hacer que las cosas se desencajen un poco. Eso es lo que a mí me interesa: que la gente se desencaje de sus ideas previas, lo que nos enseñaron nuestros papás, abuelos, escuela, universidad. Creo que la ironía y la risa pueden provocar un pequeño terremoto o temblorcito, y por un segundo puedes ver que las cosas pueden ser de otra manera.
Has mencionado que la novela surgió sin saber ni cómo iba a terminar…
Nada, nada, nada. La estructura se me ocurrió en la mitad del libro, cuando sentía una crisis total. De pronto, los pedazos pudieron tomar forma. Nunca tuve una idea clara al inicio, escribí una página y no sabía que vendría después. Iba inventando y esa es una sensación muy linda, porque la imaginación está en decadencia, pareciera que todo debe parecerse a la realidad. Al contrario, me interesaba la idea de imaginar en el abismo.
Suele pasar en una novela que lo más importante suceda al final, pero en su libro es todo lo que ocurre antes del desenlace…
Yo las llamo “novelas de indagación”. Me voy poniendo una pregunta tras otra y voy buscando. Lo más importante es el camino para llegar y no tanto la respuesta. La vida es así: te morís y no respondiste las cuatro preguntas fundamentales. No es que uno va solucionando conflictos, uno va llevando todo, va remando con crisis anteriores, preguntas, angustias. Todo esto va transmutándose. En algún momento algo tiene más importancia, en otro momento otra cosa aparece. Uno no soluciona nada, se muere con las mismas preguntas. Aquello de que la novela debe tener un antecedente, un conflicto, un clímax y un desenlace, ya fue. Esa manera de pensar el mundo ya no es así. Si el mundo es un caos, ¿por qué la literatura va a pretender poner un orden que no existe en la vida? Mi idea es buscar en ese caos nuevas formas de contar. La idea es abrirse a esas nuevas formas de pensar, porque quizás, teniendo lo mismo, si lo ves de otra manera, pueden surgir los cambios.










