Por lo general, construimos o reconstruimos nuestras creencias razonando de diversas maneras. Algunas formas de pensar funcionan mejor en las matemáticas; otras, en las ciencias duras como la física. Pero ¿qué sucede cuando enfrentamos situaciones inesperadas o de alta incertidumbre? Cuando la ficción se vuelve realidad en pocos días, como acontece con la pandemia que atravesamos, ¿han fracasado nuestras reglas de pensamiento? ¿Son inútiles? No. Revisemos algunas posibilidades.
El razonamiento deductivo
Comencemos por el razonamiento deductivo. Podemos hacer inferencias a partir de postulados o verdades presentadas como incuestionables, los cuales nos permitirían fundamentar aquellos conocimientos particulares que pueden darse para el sustento de nuestras prácticas diarias. Por ejemplo: se difunde como verdad que la COVID-19 mata a los que no se desinfectan las manos ni respetan el aislamiento social. Tales personas o los miembros de tal grupo social no se lavan las manos con jabón y salen constantemente a la calle. Luego, dichas personas morirán. Sin embargo, esta forma de razonamiento —sobre lo que, supuestamente, debe ser— no nos ayudará a replantear nuestras creencias histórico-existenciales, sino tan solo a entender la razón del cambio de hábito impuesto y respetar el nuevo orden normativo; más aún, produce mayor angustia y ansiedad en muchísimas personas que sobreviven en lugares donde no hay condiciones de higiene ni ingresos económicos suficientes.
El pensamiento inductivo
Por otro lado, podemos razonar inductivamente partiendo de la observación de lo que acontece y tratando de encontrar ahí las respectivas regularidades tanto para conocer lo que es como para asumir conductas de prevención. Desde casos particulares planteamos una generalización a veces injustificada. Por ejemplo, si conocemos personas que mueren por no haber suficientes camas de cuidados intensivos ni respiradores artificiales para todas ellas, entonces inferimos que la gente morirá donde tengan lugar dichas condiciones y que es mejor evitar contagiarse para no llegar a semejante situación extremadamente peligrosa.
Sin embargo, la posibilidad de morir en un escenario como el descrito no significa que el deceso se verifique en todos los casos, pues muchos pueden sobrevivir a situaciones adversas como las señaladas, así como pueden morir por otras variables que no conocemos, como las enfermedades crónicas o la falta de personal médico que ofrezca atención oportuna. De este modo, las conclusiones del razonamiento inductivo no siempre son infalibles ni pueden establecerse de manera definitiva a pesar de tener pretensiones de verdad, pues las regularidades de los fenómenos que observamos no suponen su aplicación a todos los casos, aún más en situaciones como la pandemia actual, pues los virus son organismos altamente complejos y se encuentran en estado de mutación constante.
En realidad, las inferencias inductivas pueden ayudarnos a reducir los daños y enfrentar de modo práctico el miedo al contagio peligroso, pero poco pueden ayudar a resignificar nuestra presencia en el mundo y aprehender un nuevo sentido histórico-existencial.
El pensamiento abductivo
Sin embargo, nuestra razón es creativa, capaz de trascender y complementar las ideas deductivo-inductivas y razonar abductivamente, es decir, intuir probabilidades o construir nuevas hipótesis explicativas que nos digan que algo puede ser o darse en nuestro acontecer histórico. Nos ayuda así no solo a interpretar situaciones muy inciertas para decidir cómo actuar en medio de ellas, sino también a reacomodar creencias de modo que favorezcan nuestra adaptación a un entorno hasta entonces desconocido.
En efecto, si un número elevado de personas contagiadas cree que lo más probable es que muera si no hay camas de cuidados intensivos ni respiradores, ante esa situación ellas pueden no solo comprender que es necesario evitar conductas que las lleven al contagio, sino también intuir que la gente muere si no logra rediseñar nuevas estrategias para fortalecer su sistema sanitario lo más pronto posible de manera que le permita afrontar un entorno altamente vulnerable a las patologías peligrosas que genera la propia naturaleza. Por otro lado, también pueden inferir que no siempre está en nuestras manos controlar todo lo que acontece, que el orden del mundo no siempre responde a nuestras expectativas y que, aun así, podemos encontrar modos de reducir los daños, adaptarnos a formas inéditas de existir en el mundo y producir la resiliencia que necesitamos para sobrevivir.
De modo que también en estos tiempos de alta incertidumbre, el razonamiento abductivo nos revela su fortaleza interpretativa —la cual sustenta todas nuestras prácticas sociales diarias— y nos ofrece la posibilidad de revisar nuestras creencias descartando aquellas que no son funcionales para nuestra readaptación biosocial y establecer nuevos aprendizajes que equilibren la tensión entre aquellas ideas que hemos construido como verdaderas y la situación crítica que las está desafiando. En otras palabras, tenemos la oportunidad de potenciar nuestra capacidad inventiva y asumir el desafío de encontrar nuevas formas de compartir la vida en sociedad.