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Sombras en el bosque del lenguaje: la crítica de José Carlos Yrigoyen
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Miembro fundador del mítico Movimiento Hora Zero, poeta de voz proteica que ha pasado desde un primigenio conversacionalismo de matices coloquiales y narrativos a un lirismo sostenido en ritmos cadenciosos, Jorge Nájar (Pucallpa, 1946) ha labrado una de las obras más sólidas y convincentes de su notable generación. Nájar es un creador que detesta la estridencia vacua y la publicidad, lo que ha ocasionado que sea un autor de culto, de escasos pero leales lectores, desde su lejano “Malas maneras” (1973), que lo dio a conocer en los corrillos literarios y que despertó vivo interés entre los críticos y especialistas. Posteriormente, ha incursionado en la novela, entregando una serie de ficciones que giran en torno a la inmensa figura de César Vallejo, como “Vallejo y la célula non plus ultra” (2010) y “César Vallejo, la vida bárbara” (2019), donde ha demostrado una imaginación narrativa que se combina eficazmente con un riguroso planteamiento investigativo.
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Motivado por estas insobornables obsesiones, Nájar nos entrega “Jazz profundo y otros delirios”, quizá su mejor poemario desde el consagratorio “Finibus Terrae” (1984). El volumen consiste en dos secciones temáticamente diferenciadas. La primera, “Quedan las islas”, remite desde su título al poeta de “Los heraldos negros”, pero las referencias a este son más bien veladas, escondidas en una meditación acerca de la muerte, la eternidad y el dolor que evita con éxito los peligrosos lugares comunes que estos temas suelen acarrear a poetas de menos oficio. La maestría de Nájar se evidencia en este reto que se autoimpone y del que emerge airoso, como demuestra ese espléndido poema inicial que es “El bosque del lenguaje”, texto donde el poeta opera como su propio, difuso Caronte: “Surcamos por un río turbulento / Señora de las Encrucijadas / entonando el canto negro // En realidad somos el navío / la tripulación la plebe infame / los diosecillos olvidados”. Que este poema abra el libro no es una casualidad: Nájar nos embarca hacia una temporada en el infierno (“soy un solitario que avanza hacia otro mundo”), que construye con una precisión verbal que le permite capturar fragmentos de ese averno interior (“Mientras la ciudad ardía pude haber cantado / con quienes iban riendo al matadero”).
La segunda parte, “La pascana Montparnasse” sí asume la figura de Vallejo y la estela de su poesía de una forma más directa, diríamos cómplice. Lo hace desde distintos frentes: integrándose al “jazz profundo” de su intensidad sufriente y comprometida, citándolo para redefinir los aspectos más acuciantes de la vejez y la proximidad a la muerte, confesando que “el deseo es el único motor / para avanzar por ese berenjenal llamado “Trilce””. La combinación de ambos apartados produce el efecto de una síntesis emotiva que no solo condensa un estado de ánimo, sino también el tramo final de una obra forjada en los contornos de la belleza y la hondura de una humanidad atribulada y al mismo tiempo esperanzada. Es cierto que acercarse a la genialidad de Vallejo es una quimera; Nájar, consciente de ello, se aproxima a él desde una condición mortal que lo afilia de una manera auténtica con su padre y mentor literario.
• Jorge Nájar. Jazz profundo y otros delirios.
• Sol Negro, 2025. 121 pp.
• Relación con el autor: cordial.
• Valoración: 4 estrellas de 5 posibles.











