Acabé de leer el libro de Gabriel Arriarán antes de ver la performance de Daniel Urresti en el debate organizado por América TV. El perfil encaja en el personaje: en clave alta, desbordado, siempre dispuesto a iniciar una guerra cuyas convenciones es el primero en incumplir.
Le pido al autor de “El Comediante. Daniel Urresti o entomología de la tristeza” sus impresiones sobre el mismo debate: “Me confirmó lo que he escrito sobre él, tiene un desprecio grande por los civiles, es muy complicado conversar con él, porque siempre se monta sobre las palabras de los demás”. A pesar de este juicio tan áspero, en el libro Arriarán trata de meterse en el elástico pellejo de su personaje. Para ello, tiene dos buenos puntos de partida: lo conoció cuando ya era un hombre público y halló una serie de apuntes de Urresti sobre Urresti.
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El general Urresti Elera era, en el 2013, el Alto Comisionado en Asuntos de Formalización de la Minería, Interdicción de la Minería Ilegal y Remediación Ambiental, oficina adscrita a la PCM; cuando el autor era periodista especializado en cubrir y entender el combo de informalidad, mafias, trata y también sano emprendimiento en Madre de Dios. Urresti, entre la compulsión y la eficiencia, promovió intervenciones que golpearon todo a la vez, hasta a lo sano. Y Gabriel, en el portal La Mula, denunció los excesos.
Entre los excesos estuvo la muerte de un civil, Américo Laura, y el bombardeo (el método elegido para destruir instalaciones ilegales) a un campamento modelo del propio Ministerio de Energía y Minas. Este último desliz se delata en correos dirigidos a René Cornejo, primer ministro durante algunos meses del 2014. En la PCM decidieron no hacer luz sobre el percance (pág. 94 a 96). Urresti, en lugar de reprendido, llamó la atención de Ollanta Humala y lo nombró Ministro del Interior (de junio del 2014 a febrero del 2015).
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La espina del pasado
Urresti tiene dos pasados, el que le gusta contar y el que se está contando a su pesar desde que, ya siendo ministro, se le empezó a juzgar por el asesinato del periodista Hugo Bustíos, cometido en 1988. Gabriel estuvo entre los primeros periodistas que destaparon la apertura de ese proceso. (¿Por qué se abrió tantos años después? Porque uno de los culpables sentenciados decidió involucrarlo).
Pero, primero veamos lo que a Urresti le gusta contar. Lo hizo en una serie de artículos publicados durante el 2017 en el portal Tribuna Libre. Allí, contó su niñez pobre en Huancabamba, Piura, donde nació en 1956. Su padre quedó parapléjico y ello lo obligó a ganarse la vida desde muy joven. Ya en Lima, trabajó de obrero y gracias al consejo de un vecino, ingresó a la escuela de trasmisiones del ejército.
En estos apuntes biográficos que por alguna razón han desaparecido del portal (Gabriel, por fortuna, los recuperó), Urresti cuenta anécdotas que lo pintan solidario, audaz, liberal y justo. Se compadece de un compañero de aula víctima de bullying homofóbico, evoca que le pusieron la chapa de ‘Pedro Barros’ porque tuvo acné, homenajea la bonhomía de su vecino don Benjamín, y cuenta su afición pasajera con el faquirismo, que lo llevó a atravesarse un alambre por la boca en una presentación pública. No es broma, hay foto acompañado del oficial que lo animó y guió en el intento, José Soto.
De allí, Gabriel salta al 2012, cuando el alto comisionado la emprendió contra el caos en Madre de Dios. Urresti mencionaba la palabra guerra recurrentemente y promovió las intervenciones agresivas que excedieron el objetivo ilegal. En un enfrentamiento entre policías y pobladores de Mazuko, murió herido por arma de fuego, según denuncias de la época y la investigación de Arriarán, el ciudadano quillabambino Américo Laura. Su cadáver fue enviado rápidamente a Quillabamba, para mitigar la indignación local. Urresti negó en todas las formas cualquier grado de responsabilidad.
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“Urresti se esconde detrás de varias máscaras, la del Capitán Arturo, la del payaso, la del troll”, me dice Gabriel asegurando que el militar con desdén por la credulidad civil, a la que manipula con radicales idas y venidas, ya estaba allí. ¿Porqué lo llamas comediante? “Primero, porque el comic clásico ‘Watchmen’ de Alan Moore, tiene este personaje, ‘The Comedian’, que parece calcado de él. Un ex militar, con problemas de derechos humanos, incluso acusado de una violación”.
Valga la exquisita referencia, porque lleva a la hipótesis que gravita sobre todo el libro: El humor y el payaseo es el recurso de quien no quiere ser descubierto. “Entre las máscaras y las caras de Urresti, también está la del horror”, dice Gabriel, y por eso dedica un capítulo a narrar el asesinato de Bustíos. Está probado que hubo premeditación y alevosía –cuando ya estaba herido le tiraron una granada encima- de parte de efectivos del grupo de la base de Castropampa en la que Urresti era oficial especializado en inteligencia. No está probado que Urresti estuviera en la escena del crimen ni que participara de su concepción, pero surgieron testimonios que lo comprometían, de ahí el juicio que tomó años, se anuló y abrió la puerta a un nuevo proceso.
Frente a esa acusación tan seria, el candidato ha desplegado los recursos de su chispeante personalidad, rechazándola en todos los tonos, desde la dramática victimización hasta el humor. Gabriel subraya que, además de su tendencia natural al desborde, el personaje es experto en guerra psicológica y la aplica en su interacción política. Siguió el curso de Operaciones Psicológicas-Oficial de Inteligencia Escucha en el 2000, justo cuando tambaleaba el régimen de Fujimori y él era nada menos que director de comunicaciones en Palacio de Gobierno. Otro toque de color al multicromático candidato de Podemos.
Arriarán cuenta que buscó a su personaje para tener su versión para el libro, pero este no le contestó. También envié a Urresti un mensaje con preguntas específicas sobre las revelaciones hechas en el libro, para que me las confirme o me dé su versión alternativa, pero me quedé esperando la histriónica respuesta.
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