En los últimos años, las tablets se han convertido en aliadas indispensables en la crianza, calmando rabietas, entreteniendo y enseñando a los más pequeños. Sin embargo, un estudio de JAMA Pediatrics revela que su uso temprano y excesivo puede asociarse con ira, frustración y dificultades en la regulación de sus emociones.
Imagina a un niño enfrentándose a un problema, ya sea que ha perdido su juguete favorito o que no le permiten comer dulces antes del almuerzo. Si bien su reacción natural y “apropiada” para su edad podría ser llorar, molestarse o pedir ayuda, ¿qué sucede si el recurso habitual para calmar su repuesta emocional es una pantalla? Al evitar que los niños experimenten y aprendan de estas frustraciones del día a día, se les está negando la posibilidad de adquirir una serie de herramientas y estrategias para autorregular sus emociones y, así poder enfrentarse de forma saludable a los desafíos propios de la vida.
El problema no solo radica en el tiempo, sino también en cómo y cuándo se utilizan estos aparatos tecnológicos. Por ello, investigaciones como la liderada por Caroline Fitzpatrick, de la Universidad de Sherbrooke, Canadá, estudió el impacto del uso de dispositivos electrónicos por parte de niños pequeños en su regulación emocional, teniendo en cuenta que, el tiempo de pantallas en la población en edad preescolar ha aumentado significativamente, alcanzando en promedio 55 minutos diarios en 2022, reemplazadondo actividades cruciales para el desarrollo emocional.
El estudio titulado “Early-Childhood Tablet Use and Outbursts of Anger” analizó una muestra longitudinal de 315 niños de Nueva Escocia, Canadá, los cuales fueron evaluados entre los 3.5 y 5.5 años durante la pandemia de COVID-19. Gracias a los cuestionarios llenados por sus padres, quienes reportaron el tiempo de uso de las tabletas, se determinó que su empleo con tres años y medio de edad estaba asociado con más rabietas y frustración un año después, y que la tendencia a tener arrebatos de ira con cuatro años y medio se vinculaba con un mayor uso de estos aparatos al año siguiente, con cinco y medio, lo que permitió identificar asociaciones bidireccionales entre ambos factores.
¿Qué tan importante es la primera infancia para el desarrollo de la autorregulación emocional?
Según explicó Paola Peláez, psicóloga de la Clínica Internacional a Hogar y Familia, los primeros 5 años de vida son claves para el desarrollo del cerebro, por lo que, en esta etapa, los niños aprenden a gestionar sus emociones, a tolerar la frustración y a regular sus impulsos. Indudablemente, este período de crecimiento establece las bases y determina cómo responderán a situaciones estresantes o frustrantes en el futuro, ya que empiezan a construir patrones de respuesta emocional a partir de las experiencias y las interacciones con su entorno, destacó el psicólogo y docente de Continental University of Florida, José Soza.
“Es importante saber que, la capacidad de autorregularse no solo tiene un impacto inmediato en su bienestar, sino que es una habilidad fundamental que influirá en su rendimiento académico, sus relaciones sociales y su salud a largo plazo. Además, estos primeros años de vida son esenciales, dado que los niños aprenden a nombrar y expresar las emociones, lo cual es clave para desarrollar una inteligencia emocional saludable”.
Por ello, factores como el tipo de apego y la calidad de la relación con su entorno, sobre todo, con sus padres influyen significativamente en el desarrollo de esta habilidad, puesto que aprenden a regular sus emociones observando cómo lo hacen sus figuras de apego. Asimismo, aspectos como la genética, el temperamento y la exposición a experiencias sensoriales, ayudan a los menores a entender y regular sus respuestas emocionales.
¿De qué manera el uso de dispositivos electrónicos afecta a los niños pequeños emocionalmente?
El uso frecuente de dispositivos electrónicos, ya sea celular, tablet o computadora, hacen que algunos niños queden “enganchados”, esto se debe a que su cerebro libera dopamina, un neurotransmisor que produce una sensación de bienestar; sin embargo, como refirió la psicóloga, esto puede impactar negativamente en el niño. Por un lado, estos dispositivos ofrecen respuestas instantáneas, satisfaciendo así las necesidades del niño de manera inmediata, lo que crea una dependencia a este tipo de gratificación y reduce su capacidad para esperar, tolerar la frustración o lidiar con situaciones que requieren tiempo y esfuerzo.
Del mismo modo, su uso excesivo puede limitar las interacciones sociales genuinas, lo que puede traducirse en dificultades para desarrollar empatía y regular sus emociones en un contexto social, así como también para comprender y manejar las emociones de los demás, generando respuestas impulsivas y conflictos en las relaciones.
De acuerdo a la relación que planteó dicho estudio sobre el uso de tablets y un aumento en los arrebatos de ira y frustración en niños pequeños, desde una perspectiva psicológica, Soza señaló que, su empleo excesivo limita la oportunidad de los infantes para aprender a gestionar estas emociones de manera independiente. Básicamente, cuando un niño depende de una pantalla para calmarse, no desarrolla las habilidades necesarias para enfrentar las frustraciones sin una distracción externa. Esto puede hacer que, cuando el dispositivo no esté disponible, el menor sea más propenso a tener desbordes emocionales.
Por esta razón, la publicación de Jama Pediatrics reveló la presencia de un ciclo bidireccional entre ambos factores, pues se registró un aumento en el uso diario de las tablets a los 3.5 años con un incremento del 22% en la expresión de ira y frustración al cumplir los 4.5 años. Igualmente, los niños con más rabietas emocionales a los 4.5 años mostraron un aumento del 22% en el tiempo de empleo de estos aparatos a los 5.5 años de edad.
“Definitivamente, este ciclo bidireccional es altamente relevante, ya que demuestra cómo el uso de las pantallas puede incrementar el riesgo de problemas de regulación emocional. Cada vez que un niño recibe una pantalla para calmarse, refuerza la dependencia emocional en este recurso y debilita su habilidad para regular sus emociones internamente, perpetuando un ciclo difícil de romper. Sin lugar a duda, este patrón limita su capacidad para desarrollar estrategias de afrontamiento, por lo que, con el tiempo, esta dinámica puede generar un incremento en la intensidad y frecuencia de los arrebatos emocionales, dado que el niño puede sentirse incapaz de autorregularse sin la ayuda de la pantalla”, afirmó el especialista de Continental University of Florida.
¿Por qué los padres usan a los dispositivos electrónicos como una herramienta de regulación emocional en los niños?
Un factor clave en la dinámica que mantienen los niños, especialmente los más pequeños con los dispositivos electrónicos, son sus propios padres o cuidadores. Por lo general, estos recurren a aparatos como las tablets para calmarlos debido a su efectividad inmediata para distraerlos y tranquilizarlos. En momentos de estrés, cansancio o falta de tiempo, entregar una pantalla a un pequeño se percibe como una solución rápida y práctica, ya que evita dedicar demasiada energía y tiempo para calmar al niño. Además, como mencionó Mary Castro, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, el llanto o la rabia del infante puede generar incomodidad o preocupación en los adultos, quienes prefieren evitar este malestar, optando por herramientas que captan la atención total del menor con sus colores, sonidos e imágenes.
“Tanto el estrés parental y las dificultades en las dinámicas de crianza pueden hacer que los padres recurran con frecuencia a estos dispositivos electrónicos como un recurso para minimizar los arrebatos de ira y frustración de sus hijos. En contextos de alta presión, su uso puede parecer la herramienta ideal para reducir tensiones y gestionar el comportamiento de los niños como una solución temporal que les permite obtener un respiro; no obstante, esta dependencia puede generar conflictos a largo plazo y una dinámica en la que el niño busca constantemente el dispositivo para calmarse. Además, el estrés parental afecta directamente la calidad de la interacción con el niño, lo que a su vez puede influir en la habilidad del menor para aprender estrategias emocionales saludables”, sostuvo José Soza.
Adicionalmente, un aspecto fundamental que destacó la investigación es el impacto del modelo de comportamiento parental, pues los niños también aprenden a manejar sus emociones observando cómo sus cuidadores enfrentan las suyas. En otras palabras, el uso constante de tecnología por parte de los padres puede moldear una dependencia de dispositivos para gestionar las diversas situaciones difíciles.
¿Cuáles son las consecuencias del uso prolongado de dispositivos electrónicos en la autorregulación emocional?
El uso prolongado de dispositivos electrónicos puede tener un impacto significativo en la autorregulación emocional de los niños, influenciado en gran medida por el tipo de contenido al que están expuestos. Básicamente, aquellos que son agresivos o altamente estimulantes tienden a aumentar los niveles de excitación y frustración. Por ejemplo, los contenidos que destacan comportamientos impulsivos o situaciones estresantes, pueden incrementar la reactividad emocional, dificultando el desarrollo de un equilibrio emocional adecuado.
Según el experto, el uso de estas pantallas también puede manifestarse en signos específicos de problemas de regulación emocional. Entre estos se incluyen arrebatos de ira al retirar el dispositivo, dificultades para calmarse sin su uso, dependencia constante de la tecnología para entretenerse o tranquilizarse, y reacciones emocionales desproporcionadas ante situaciones frustrantes. Además, pueden presentar baja tolerancia a la frustración, dificultad para concentrarse en actividades no relacionadas con pantallas y una tendencia al aislamiento o al desinterés por actividades sociales que no involucren tecnología. Este tipo de dependencia emocional refleja una interferencia en el desarrollo de habilidades esenciales, como el manejo de impulsos y la autorregulación.
“A largo plazo, la incapacidad de desarrollar correctamente la autorregulación emocional durante la infancia puede tener consecuencias significativas. Los niños pueden enfrentar dificultades en sus relaciones interpersonales, un bajo desempeño académico y un mayor riesgo de desarrollar trastornos emocionales y de conducta en la adolescencia y adultez. Asimismo, esta deficiencia puede afectar la autoestima, la gestión del estrés y generar una tendencia a buscar soluciones externas, como el uso de dispositivos o sustancias, para afrontar problemas. Esto puede limitar su capacidad para enfrentar los desafíos de la vida de manera resiliente, afectando tanto el ámbito laboral como la construcción de relaciones significativas”.
¿De qué manera los padres pueden ayudar a sus hijos a autorregular sus emociones sin recurrir a la tecnología?
De acuerdo a Paola Peláez, los padres pueden fomentar un desarrollo emocional saludable en sus hijos sin la necesidad de emplear dispositivos electrónicos a través de las siguientes estrategias efectivas:
- Validar las emociones: Es importante mostrar empatía, escuchar al niño y ayudarlo a poner en palabras lo que siente. Esto le permite sentirse comprendido y reduce su frustración.
- Fomentar estrategias de regulación emocional: Enseñar técnicas como la respiración profunda, contar hasta diez o practicar el “abrazo contenedor” son herramientas útiles para que los niños aprendan a calmarse en momentos de estrés.
- Crear un espacio seguro: Diseñar un “rincón de calma” con objetos como pelotas anti-estrés, libros ilustrados o juguetes suaves puede brindarles un lugar para relajarse y recuperar la calma.
- Incorporar actividades creativas y físicas: Actividades, como el dibujo, las manualidades, el juego en la naturaleza, la jardinería o el cuidado de una mascota les permiten canalizar sus emociones de manera positiva, además de fomentar responsabilidad y conexión con su entorno.
- Promover juegos en familia: Juegos de mesa, construcción con bloques, rompecabezas y el juego de roles no solo enseñan paciencia y tolerancia a la frustración, sino que también fortalecen los vínculos familiares.
- Establecer rutinas claras: Las rutinas proporcionan estructura y seguridad, ayudando a los niños a anticipar cambios y reaccionar de forma menos impulsiva ante situaciones inesperadas.
- Leer cuentos juntos: La lectura compartida de historias que aborden emociones permite a los niños identificarlas, expresarlas de forma adecuada y desarrollar empatía y habilidades de comunicación interpersonal.
“Es recomendable retrasar la introducción de dispositivos electrónicos en la vida de los niños, ya que esto les permite explorar su entorno, interactuar más con sus cuidadores y pares, y desarrollar habilidades motoras, cognitivas y de regulación emocional sin depender de distracciones tecnológicas. Durante los primeros años, los niños aprenden mejor a través de experiencias sensoriales y actividades prácticas que fomentan su creatividad, paciencia y capacidad para resolver problemas de manera autónoma. Sin embargo, si se decide introducir el uso de dispositivos, es fundamental encontrar un equilibrio. Los padres pueden establecer límites de tiempo y horarios específicos para su uso, como evitar pantallas durante las comidas o antes de dormir. Además, es clave fomentar actividades complementarias que promuevan el desarrollo integral, como el juego libre, la lectura, la interacción familiar, el deporte y las actividades creativas”, recalcó Soza.
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