Frente al avance de la pandemia del coronavirus (COVID-19), el Colegio Médico del Perú (CMP) ha propuesto la implementación de cercos epidemiológicos. Sin embargo, el premier, Walter Martos, ha sostenido que es “muy difícil” instaurar esta estrategia debido a que la enfermedad se encuentra en la fase de contagio comunitario.
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“Es muy difícil hacer este tipo de estrategias cuando el contagio ya es comunitario, porque tendríamos que aislar a grandes cantidades de población y tener grandes centros de aislamiento y control con un soporte logístico, que se hace imposible cuando el nivel de contagio es muy alto”, afirmó en Canal N hace unos días.
Al respecto, el vicedecano del CMP, el médico infectólogo Ciro Maguiña, considera que el premier está equivocado. En su opinión, el error del Gobierno se debe a que hay un sector sus funcionarios que no ha entendido a qué se refieren los cercos epidemiológicos.
Maguiña explica que llevar a cabo un cerco epidemiológico conlleva no solo a aislar (poner en cuarentena) a los pacientes con COVID-19, sino también a proveerles de alimentos (vía los comedores populares) y constantemente monitorear la evolución de su salud (vía telemedicina, usando los teléfonos celulares, por ejemplo).
Detalla que en los barrios se identifica a la persona con la enfermedad y se la lleva a un lugar apartado para que cumpla la cuarentena, por ejemplo, a los locales comunales o a los colegios, que en la actualidad están desocupados debido a pandemia.
Agrega que en este trabajo participan de manera coordinada el Ministerio de Salud (Minsa), el Ejército, la Policía, el alcalde, las postas, los comedores populares, los agentes comunitarios, entre otros líderes y organizaciones locales.
“El concepto de cerco epidemiológico es un enfoque integral. No es que cercas el barrio o el distrito. Por eso, el premier parece que no ha entendido. En una pandemia puedes ir cercando en una parte de San Martín, en una parte de Piñonate, en una parte de Arequipa”, explica Maguiña.
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Refiere que al implementar esta estrategia, no es que se va a solucionar el problema de la pandemia, pero sí se va a atenuar el número de infectados y, por consiguiente de fallecidos. “¿Qué pasaría normalmente si no hubiera un cerco? Ese paciente, de frente, se va mal al hospital. En su casa nadie lo vigila y se va enfermo a los hospitales a colapsar”, anota.
De acuerdo a Maguiña, el punto de partida para aplicar los cercos epidemiológicos es valerse de los indicadores como el factor Rt, que mide el contagio promedio de una persona infectada a otra susceptible al COVID-19; también los mapas de calor de Essalud. Se identifica las zonas con más contagios y ahí se interviene, comenta.
“Lo que ellos entienden por cerco es hacer un cerco en todo Lima y eso es imposible, ni siquiera en San Juan de Lurigancho se puede”, señala.
“El concepto que nosotros manejamos es que esto debió hacerse antes, eso es verdad, pero estamos en una pandemia donde los casos siguen. El objetivo en esta etapa es atenuar el impacto [del virus] con estos cercos, es una de las estrategias, no es la más importante, pero es una de las pocas que quedan”, agrega.
De acuerdo a Maguiña, San Borja y Punta Hermosa son dos distritos donde se está aplicando el cerco epidemiológico.
El cerco en acción
En Lima, uno de los distritos que ha aplicado el cerco epidemiológico es San Borja. Mediante su observatorio de salud, la municipalidad de este distrito verifica que los datos sobre pacientes con la enfermedad –registrados en Sistema Integrado para COVID-19 (Siscovid19)- correspondan a los de sus vecinos.
Otra forma que utiliza para identificar a los pacientes son las llamadas telefónicas. La comuna tiene una línea para este fin. Los vecinos que sospechan tener la enfermedad llaman en busca de orientación, y, por los síntomas, el personal detecta los casos sospechosos, luego esto se confirma o no mediante pruebas de descarte.
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Una vez identificado el paciente con COVID-19, la municipalidad monitorea su salud mediante llamadas telefónicas o usando conexión de internet, para consultas de telemedicina; le orienta sobre los cuidados que debe tener y toma nota sobre sus síntomas. Todo ello mientras el paciente cumple cuarentena domiciliaria.
“Si el paciente requiere de oxígeno, lo que estamos haciendo es prestarle un balón lleno para que la persona pueda atenderse. Ellos mismos [luego] hacen su propia recarga, pero le estamos facilitando el balón”, anota el gerente de Salud Pública de la Municipalidad de San Borja, Diego Venegas. Es importante recordar que el balón de oxígeno, sin su contenido, más sus implementos puede costar alrededor de S/4.500 (10 m3), tal como lo corroboró este Diario en su oportunidad.
Según datos del observatorio de la Municipalidad de San Borja, en marzo el número de pacientes con el coronavirus en el distrito fue de 124; en abril subió a 660; en mayo pasó a 993, en junio descendió a 397 y en julio de nuevo subió a 442. Todos son casos nuevos.
“Ha crecido [el número de contagios] como ha crecido en todo Lima en las últimas semanas, por efecto de la reactivación económica”, señala Venegas.
“Ya habíamos logrado un buen control de la pandemia en el distrito hasta el final de junio. Pero con el tema de la reactivación de los negocios y ha habido muchas personas que venían de los distritos donde había alta incidencia de COVID-19 e infectaron a los vecinos de San Borja y aumentaron los casos”, agrega.
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De acuerdo al observatorio mencionado, hasta el 16 de agosto, San Borja registraba un total de 2.993 personas contagiadas y 69 fallecidos, por consiguiente, su tasa de letalidad era de 2,3% (alrededor de 2 personas fallecen por cada 100 contagios). Así, es el cuarto distrito con la tasa de letalidad más baja en Lima Metropolitana. En el primer lugar figura Villa El Salvador, con 6,6%, y en el último, Santa María del Mar, con 1,8%. La tasa promedio nacional es de 4,8%.
“Nadie lo tenía implementado el día cero de la pandemia [se refiere a la estrategia], en el camino hemos tenido que ir creando el observatorio, en junio; los equipos de respuesta rápida empezaron en abril pero con el ´coronamóvil´, a mediados de junio, ya se hizo más intensivo; procedimientos clínicos que se fueron incorporando en mayo”, señala Venegas.
“Poco a poco fuimos integrando toda la cadena. Inclusive ahora entregamos lejía, alcohol, bolsas para los residuos biocontaminados”, añade.
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Otro distrito que ha implementado un “cerco distrital” es Punta Hermosa. En lo que va de la pandemia, contabiliza 342 personas que han contraído la enfermedad (307 de los cuales ya han sido dados de alta) y seis personas han fallecido; su tasa de letalidad, por lo tanto, es de 1,8%. Ello, según datos de la Sala Situacional COVID-19 de los Balnearios del Sur, que funciona en la municipalidad, con su personal y el del Minsa.
En este distrito también utilizan las llamadas telefónicas para identificar a los pacientes y hacerles seguimiento para ver la evolución de su estado de salud y llevarles ayuda, de ser el caso, mientras cumplen con la cuarentena en sus viviendas.
La estrategia implementada en el distrito estaba dando buenos resultados hasta el 31 de julio, fecha en la que se levantó la cuarentena general. A partir de ahí, las personas volvieron a circular y los contagios se elevaron, señaló el alcalde de Punta Hermosa, Jorge Olaechea.
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Frente al incremento de los contagios, la municipalidad ha cerrado el acceso a las playas del distrito (El Silencio, Malecón Central, Playa Blanca, La Isla, Kontiki, Señoritas y Caballeros) y su personal se encarga de que no ingresen visitas a la localidad.
“Me veo en la obligación de solicitar a todas aquellas personas que vienen a visitar a algún familiar, algún vecino, algún amigo o hacer uso de alguno de nuestros espacios o de nuestras playas, que, por favor, se abstengan de hacerlo”, pidió el alcalde Olaechea mediante un video difundido por la municipalidad.
“Ayúdennos a cuidar a nuestra población. Los recibiremos con los brazos abiertos cuando verdaderamente esta curva [de contagios] haya descendido”, añadió.