Iluminación deficiente, vehículos eternamente estacionados, poco o nulo espacio para la circulación de peatones, falta de vigilancia de la policía y serenazgo. Estos factores que vemos a diario en las calles de Lima propician la presencia de delincuentes. Así se explica por qué para los habitantes de la capital la inseguridad ciudadana es el principal problema de la ciudad, según la última encuesta del observatorio ‘Lima Cómo Vamos’, publicada en noviembre del 2022.
“Lamentablemente, no sentimos que la ciudad nos acoge. Percibimos como inseguros los lugares con una mala calidad de peatonalización e iluminación, sin calles limpias ni áreas verdes, porque en ellos ocurren delitos. Nuestra percepción de seguridad determina los lugares por los que transitamos y las personas con las que nos relacionamos”, sostiene Patricia Alata, directora de Conocimiento de ‘Lima Cómo Vamos’.
Alata llama la atención sobre el enfoque reactivo con que usualmente se percibe y toman las decisiones para “solucionar” la inseguridad ciudadana: “Se cree que aumentar la presencia de policías y serenazgo, o colocar más cámaras es la mejor forma de atender la delincuencia. Esto significa haber perdido la confianza de las personas que viven en nuestra comunidad, es decir, ‘debo vigilarte porque no sé en qué momento podrías atacarme’”, explica.
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¿Por dónde debe empezar el cambio? Alata invita a los ciudadanos a pensar una solución a partir de una visión de bienestar de la seguridad ciudadana donde se recupere la convivencia con los demás. En esa línea, Lucía Nogales, arquitecta y directora del proyecto ‘Ocupa tu calle’ de ‘Lima Cómo Vamos’, considera que recuperar el entorno en favor de la interacción de las personas debe conseguir “ciudades vivas” en las que los ciudadanos transiten seguros, paseando, comprando o disfrutando de su tiempo libre.
¿Cómo lograrlo? Ambas especialistas brindan cuatro claves para transformar una zona insegura en un espacio amigable.
1. Peatonalización
“Una calle en la que se puede caminar se percibe como más segura y cómoda”, asegura Alata. Observar a otras personas transitando a nuestros costados contribuye a nuestra percepción de seguridad. “En una calle ocupada por vehículos hay menos espacio para caminar, sentarnos en un banco bajo la sombra de un árbol, para que jueguen los niños, etcétera. Estas son las condiciones que permiten que las calles estén vivas”, agrega Nogales.
Por otra parte, peatonalizar por completo o parcialmente una calle en favor de los transeúntes es una decisión que compete a los municipios. “Pero antes que peatonalizar todas las cuadras, las autoridades deben garantizar el respeto del límite la velocidad permitida para los vehículos. También, deben ampliar la longitud de las áreas para el paso de peatones y reducir la polución. Nadie quiere caminar por una calle llena de ruido y basura”, sostiene la arquitecta.
Ella cuestiona a las comunas distritales y los funcionarios a cargo de regular y fiscalizar el tránsito en el espacio público por permitir que los vehículos permanezcan estacionados en la vía pública. “Cada auto estacionado ocupa 14 metros cuadrados de la vía pública. Las autoridades que rigen los espacios donde existen largas colas de vehículos estacionados deben solucionar este problema, primero, retirándolos y, luego, evaluar la ampliación de veredas”, señala Nogales.
2. Comercios
“De la mano con sentirse acompañado, las calles que se perciben como seguras tienen actividad comercial. Los restaurantes, quioscos, puestos de venta desayuno. Todas invitan a las personas a hacer compras al pasar por la vía pública”, asevera Patricia Alata. Lucía Nogales resalta la importancia de que los locales se encuentren en las plantas bajas de tal manera que faciliten el acceso e ingreso de los peatones.
La arquitecta considera a estos locales comerciales como “ojos de la calle”. Por su parte, Alata destaca la importancia de que las personas que trabajan en una cuadra, sus residentes y las autoridades ediles trabajen como aliados para prevenir la inseguridad.
“No existe posibilidades logísticas para colocar cámaras en todas las esquinas de Lima. Bajo esa realidad, las gestiones municipales deben dejar de ver a las personas que trabajan en las calles como elementos a erradicar. Deben considerarlos como potenciales aliados que pueden contribuir a la seguridad de los vecinos”, asevera.
Que una calle sea segura para los peatones es también una de las preocupaciones de los comerciantes. Por esa razón, su presencia constante en el área les permite establecer contacto directo con los residentes y visitantes de la zona. Este contacto les permite reconocer situaciones que puedan ser peligrosas y tomar medidas preventivas de inmediato para frenar un delito. Así también, pueden colaborar con la policía y serenazgo a identificar a sospechosos luego de un robo.
3. Alumbrado público
“Incorporar iluminación a las calles que no tienen alumbrado público anima a los ciudadanos a desplazarse por las calles en la noche”, afirma Nogales. Este servicio crea un ambiente seguro y acogedor para los ciudadanos al desplazarse por las calles, previniendo posibles robos.
La instalación de alumbrado público consigue extender el horario de actividad comercial en las calles, lo que contribuye a la economía de los comerciantes y del distrito.
4. Áreas verdes
La presencia de áreas verdes y árboles en las calles es un factor determinantes en nuestra percepción de seguridad, según Alata. “Los árboles hacen que las calles sean amigables y permiten que haya sombra. También reducen la contaminación y ayudan a que la ciudadanía respire mejor y esté más sana”, indica Nogales.
"Si queremos evitar que los delitos ocurran debemos mejorar el entorno. El entorno condiciona que un espacio sea percibido como seguro o inseguro", explica Patricia Alata.
La implementación de las cuatro políticas descritas está bajo la responsabilidad de los municipios.
La nueva imagen del Centro Histórico de Lima
Tráfico caótico, delincuentes acechando a turistas, contaminación sonora, vendedores ambulantes ocupando las aceras, falta de alumbrado público adecuado. Este fue el panorama en la mayoría de calles del Centro Histórico de Lima (CHL) antes del 2019, que le hizo merecedor del estigma de ser peligroso. Vecinos y comerciantes reclamaban a la municipalidad un cambio para acabar con los altos índices de seguridad.
Para promover la recuperación de este importante espacio de la capital, ProLima, órgano desconcentrado de la Municipalidad de Lima, formuló el Plan Maestro del Centro Histórico de Lima 2019-2029 (con visión al 2035), aprobado el 5 de diciembre de 2019. Este proyecto pretende recuperar el valor histórico y cultural del Centro de Lima y así convertirlo otra vez en un espacio atractivo para el turismo, la cultura y la vivienda, así como garantizar el bienestar de los ciudadanos que lo visitan.
“Queremos lograr que los peatones tengan la percepción del Centro de Lima como un espacio seguro al pasear por él”, manifiesta Gisela Loaiza, arquitecta y encargada de el trabajo de personalización del Centro Histórico. Loaiza mencionó a El Comercio que el costo total del proyecto es de 61.5 millones, que se invirtieron para peatonalizar 41 cuadras del CHL. Su implementación incluye, entre otros pasos, pavimentación de piedra de las calles, mejorar el sistema de alumbrado público con iluminación LED, semaforización, instalar cámaras de conteo y seguridad, situar las pistas y veredas a un mismo nivel, reducir el espacio de paso de vehículos y colocar vegetación.
Los frutos del Plan Maestro, cuyos lineamientos pueden ser consultados gratuitamente, se observan en los jirones Conde de Superunda, Amazonas y Lampa.
Jirón Conde de Superunda
Antes de la ejecución del Plan Maestro, las cuatro primeras cuadras del Jirón Conde de Superunda exponían a los peatones a un peligro constante en sus primeras cuadras debido a su mala iluminación y la circulación a gran velocidad de automóviles. Desde el 2021, cuando culminaron las obras, la pavimentación de esta calle y la colocación de bolardos y macetas a ambos lados ha disminuido el riesgo para los transeúntes. Hoy en día, solo se permite el tránsito de vehículos particulares y buses turísticos por la primera cuadra de esta calle.
Asimismo, al igual que en todas las calles transformadas del CHL, los focos antiguos de los faroles que cuelgan de las fachadas o están instaladas sobre las veredas han sido reemplazados por luces LED que alumbran cada rincón del jirón.
Fernando Cornejo, administrador de la panadería y pastelería Panoli, relata que más turistas llegan hasta el local luego de la remodelación. Panoli atiende desde las 6 a.m. hasta las 10 p.m., por lo que la instalación de las luces LED también les ha beneficiado.
Las obras en el jirón Conde de Superunda incluyen la remodelación de la iglesia de Santo Domingo, aún no concluida, y del parque homónimo. En este último se han colocado más faroles, bancas y árboles. Andrés Inga (76), quien vive en el Rímac, cruza el puente Trujillo todas las tardes para sentarse en el parque Trujillo, pues ahora lo encuentra como un espacio amigable.
Sin embargo, Salvador (64), quien vive en el jirón Ruffino Torrico, que atraviesa la primera cuadra de Superunda, y utiliza un bastón de cuatro patas, reclama que tiene dificultades para transitar cómodamente por la calle: “Está dispareja la nivelación que han hecho de la pista y la vereda. Para una persona de la tercer edad es peligroso. También, en Ruffino Torrico y Cailloma han dejado desmontes y rotas algunas partes de las pistas ”, declara.
Como fue tradición todos los años previos a la pandemia, los vecinos y comerciantes del Jirón Conde de Superunda esperan que la imagen del Señor de los Milagros pase en procesión por la calle el 18 de octubre.
Jirón Amazonas
Antes del 2019, en la primera cuadra del Jirón Amazonas, tramo que colinda con el Parque de La Muralla, se registraban muchos robos. Los visitantes del parque eran víctimas de delincuentes, quienes fugaban rápidamente en motos o autos con dirección a la avenida Abancay. Esta situación de riesgo empeoraba en las noches, pues la iluminación era escasa.
Las obras del Plan Maestro acabaron el 2021 en este punto del CHL. Hoy no existen los dos carriles para vehículos de antaño. Solo se permite el ingreso de autos particulares o buses turísticos para su estacionamiento en un estrecho carril. La instalación de luces LED ha contribuido a que esta cuadra del Jirón Amazonas ahora se perciba como segura.
Sofía Samaniego, quien vende bebidas y piqueos frente a la puerta del Parque de La Muralla desde el 2017, destaca esta mejora. También, resalta la colocación de macetas y árboles, que hoy “facilitan que pasen las personas y trae más visitantes al parque”.
Jirón Lampa
Las obras en las cuatro primeras cuadras del Jirón Lampa, famosas por albergar puestos que ofrecen exquisitos churros, terminaron el año pasado. “Para darle más espacio al peatón, se hizo el esfuerzo de ampliar el ancho de la vereda y reducir la calzada. Los bolardos y macetas en el jirón también brindan confort al caminar”, afirma la arquitecta Gisela Loaiza. Los faroles con luces LED colgados en las fachadas abundan a lo largo del inicio de Lampa.
Luz Marina Huaynate, quien vende souvenirs en el local ubicado en el cruce de los jirones Lampa y Áncash, recuerda que la iluminación de Lampa era muy baja durante las noches. “De todas maneras hay más seguridad para los peatones, porque ahora pasan pocos carros y muy lento, y [el jirón] se ve mejor en las noches“, cuenta Luz Marina mientras atiende a una ciudadana estadounidense.
“Lo que más compran [los extranjeros] son tejidos y llaveros. Yo hago a mano algunas de las cositas que vendo. Los turistas también buscan música hecha en el Perú”, narra.