En una reciente entrevista, un periodista me preguntó si el tránsito es el problema más grave de Lima. Le dije que no. Que era uno de los más importantes, sí, pero que el estrés hídrico o el riesgo sísmico son aun más críticos.
Pocos días después, Sedapal aplicó un plan de contingencia, bajando la presión del agua para la ciudad durante las noches y pidiendo a la población que hiciera un uso responsable del recurso.
Según cifras del Senamhi, el río Rímac tiene solamente 30% de su caudal normal para diciembre, y entre setiembre y noviembre ha habido un déficit de lluvias de 90% en la sierra. Esto, según Sedapal, se debe al cambio climático.
Lima registra solamente 9 mm anuales de lluvia, lo que la convierte en una de las ciudades más áridas del mundo. Para abastecer a sus más de 9 millones de habitantes, la capital depende de las lluvias que caen entre diciembre y marzo en la sierra, y del agua producto del derretimiento de los glaciares.
Según un informe del GIZ, el agua que se derrite de los glaciares cuenta por casi la totalidad del recurso hídrico que consume la ciudad. Sin embargo, se estima que los glaciares en los Andes peruanos podrían desaparecer antes del 2045, también como resultado del cambio climático. En otras palabras, el cambio climático pone en riesgo las dos fuentes de agua que tiene la ciudad. Esto también afecta la producción de electricidad, ya que el 50% de la oferta se genera en plantas hidroeléctricas.
El estrés hídrico es un problema que han enfrentado muchas ciudades en el ámbito mundial y que ya tiene muchas soluciones. Cerca del inicio de la era cristiana, la ciudad de Atenas empezó a usar su desagüe para riego agrícola. Más recientemente, Doha, capital de Qatar, comenzó a construir una planta para reciclar el desagüe de 900.000 habitantes para su reúso en el riego de parques y campos. El lodo también será recuperado para producir energía sostenible y para acondicionar el suelo agrícola.
Orange Country California ha ido aun más lejos, tratando el desagüe hasta el punto en que se vuelve potable. Ellos reciclan hasta 400 millones de litros de desagüe cada día para su reinserción en el sistema de agua potable de la ciudad, cubriendo la necesidad de 33% de la demanda de agua de sus residentes. Singapur también ha logrado cubrir el 30% de su demanda de agua a través de su planta Changi, que recicla alrededor de 634 millones de litros de desagüe por día, convirtiéndolos en agua potable.
Existe una gran oportunidad para responder al problema del estrés hídrico, viendo nuestro propio desagüe como un recurso. Esto ya está hecho en algunas zonas como las lagunas de oxidación en San Juan de Miraflores, que reciclan el desagüe para regar algunos parques. Pero, en general, tratado o no, nuestro desagüe se sigue echando al mar.