La última vez que un fenómeno natural dejó sin agua a gran parte de Lima fue en marzo del 2017. La caída de una veintena de huaicos sobre el río Rímac sobrepasó la capacidad de Sedapal. El lodo, palos y basura arrastrado por las lluvias intensas del Fenómeno El Niño provocaron el cierre de la planta de tratamiento Atarjea que abastece al 70% de la capital. Durante varios días, incluso una semana para algunas zonas, el servicio se cortó en 27 distritos. En ese verano atípico con temperaturas más altas de lo normal miles salieron a las calles con baldes para recoger agua de cisternas, otros corrieron a la pileta de la Plaza de Armas para abastecerse. Nadie fue resultó ajeno a la escasez.
San Juan de Lurigancho también ha sufrido los efectos de vivir con cortes de agua potable desde que hace dos años un aniego de aguas servidas dejó aún más vulnerable al distrito más poblado del país. La última vez que se quedaron sin servicio hasta por 7 días fue en setiembre pasado, en medio de la pandemia y la necesidad de extremar medidas de bioseguridad.
Un terremoto de magnitud 8,8 en Lima, como el que IGP proyecta que podría ocurrir si se rompe el silencio sísmico de 275 años, sería mucho peor. Las proyecciones de Sedapal y del Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred) hablan de importantes daños en infraestructura y paralización total del servicio al menos 72 horas.
Se estima se perdería una de las dos plantas que conforman La Atarjea, el 75% de los pozos, el 0.5% de redes primarias, el 30% de las redes secundarias, el 25% de los reservorios secundarios y el 70% de las estaciones de bombeo. Sin agua, la situación podría incluso empeorar por el colapso del sistema de alcantarillado por daños en el 23,4% de las estaciones de bombeo y el 42% de redes secundarias. Un tsunami afectaría las plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR) de La Chira y Taboada, que captan el 80% de los desagües de la ciudad.
Plan de contingencia
Jorge Rucoba, gerente de Desarrollo e Investigación de Sedapal, sostiene que el plan de contingencia establece el corte inmediato del servicio para evaluar daños. El abastecimiento provisional se daría mediante 469 puntos fijos de distribución gratuita, entre los que se incluyen pozos que no resulten dañados por el sismo. El uso de camiones cisterna está descartado. “Ese esquema lo tomamos como ejemplo de Aguas Andinas de Chile. Se piensa que se puede abastecer con camiones cisterna, pero no hay suficientes”, dice a El Comercio.
“Para las primeras 48 horas recomendamos que los ciudadanos tengan una dotación de agua en su mochila de emergencia. Aquellas familias que viven en departamentos con cisterna tendrán que economizar”, añade.
Pero ¿qué se hace para reducir esos riesgos? De acuerdo con el vocero, Sedapal cuenta con un fondo de la facturación para reducir la vulnerabilidad. “En los últimos años hemos ejecutado el 96% de ese presupuesto para cambiar las redes más antiguas”, dice. Además indica que se ha gastado S/800 millones en 5 años para cambiar 1.500 km de redes de agua y alcantarillado antiguas. Pese al avance, es insuficiente. Hasta el 2019, las redes primarias y secundarias de agua constan de 15.000 km, de los cuales el 19.83% tenía más de 40 años. En desagüe, de 13 mil km de redes primarias y secundarias, el 17.11% tiene dicha antigüedad, cuando lo recomendable es cambiarlas a partir de los 30 años.
Rucoba informó que tienen una propuesta de inversión para los años 2022-2024 que contempla S/431 millones para cambiar colectores primarios, S/967 millones para rehabilitación de redes secundarias, S/76 millones para una tercera planta en la Atarjea (la primera tiene 66 años y es la que podría perderse ante un terremoto). El dinero para todo eso se obtendría con un cambio de las tarifas. Rucoba dice que el plan al 2026 incluye estos proyectos y ha sido presentado ante Sunass.
El riesgo, agrega, no solo está relacionado con la antigüedad de tuberías sino también con los tipos de suelo. Como la campaña #EstemosListos de El Comercio informó en esta nota, Lima cuenta con hasta cinco tipos de suelo, los arenosos, arcillosos y las laderas de cerros son los más peligrosos por ser menos estables. Esto influye, dice Rucoba, al momento de intentar instalar o rehabilitar tuberías. “Hacemos esfuerzos, pero una rotura en una ladera, una pendiente grande es terrible. El suelo perjudica los trabajos”, sostiene.
Ayer se informó que recién se está elaborando un plan para fortalecer los niveles de preparación para una respuesta efectiva, que será entregado en 96 días.
Bomberos en rojo
Otro servicio esencial en riesgo ante un terremoto es la labor de rescate realizada por los bomberos.. El general CBP Luis Antonio Ponce La Jara, comandante general del Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú, explica que solo en Lima hay unos 3 mil bomberos, distribuidos en 64 estaciones. Ante un terremoto M8,8 perderían la mitad de su capacidad debido, principalmente, a que tienen estaciones antiguas con deficiencias estructurales ya afectadas por anteriores sismos.
Para los trabajos de búsqueda y rescate en caso de colapso de estructuras, tienen el grupo especial USAR (Urban Search and Rescue, por sus siglas en inglés) capacitado y equipado con todo lo necesario, pero que en Lima solo tiene 120 miembros.
“Si hay un sismo de esa magnitud, hay que ser realistas, estaríamos hablando de un 50% que podría quedar inoperativo, tanto en compañías como personal. En nuestro plan institucional está previsto que si ocurre esto, bomberos de otras provincias vendrían a apoyar. También tenemos equipos USAR tenemos en Tacna, Piura y Arequipa”, señala.
Dentro de los planes del CGBVP está formar más grupos USAR en las veinte regiones restantes, pero aún no se ha concretado el proyecto. Por ahora, ante un terremoto de gran magnitud se espera el apoyo rescatistas de otras regiones y ayuda internacional.
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