Las restricciones por la pandemia dejaron claro que la incipiente digitalización de la educación superior es insuficiente. Sin posibilidad de impartir clases presenciales, miles de docentes de universidades tuvieron que adaptarse a un contexto virtual ajeno para algunos con estudiantes que crecieron con un celular en la mano. Con el retorno a clases ¿cuál es el siguiente paso?
La ingeniera Margarita Villegas, directora de Tecnología e Innovación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), sostiene que más que adaptarse a la tecnología, la educación superior necesita responder a las nuevas generaciones que ahora mismo términos conviven con términos como inteligencia artificial, metaverso o realidad aumentada. La especialista es una de las ponentes que hoy se presentará en el Congreso ‘Los Futuros de la Educación Superior’, que organiza UNIR y la escuela de negocios Neumann.
— ¿De qué hablamos cuando nos referimos a un modelo de educación superior digital?
Es cuando tu profesor está virtualizado, es decir, las sesiones las recibes por Internet, en tiempo real y puedes interactuar con él, hacerle preguntas al mismo tiempo que sucede la clase. La clave es esa interacción. Cuando hablamos de digitalizar la es digitalizar la interacción del docente con el estudiante.
—¿Por qué no es lo mismo una clase difundida en medios digitales que una clase diseñada para un sistema virtual?
Por la pandemia todos nos hemos tenido que digitalizar para dar respuesta a un entorno imprevisible y cada uno ha hecho lo que mejora ha podido. El entorno no estaba bien preparado, los profesores estaban acostumbrados a escribir una pizarra y los soportes visuales que usaban no eran demasiado atractivos de cara a un aprendizaje. En un mundo digital preparado hay un entorno LMS, que es un sistema de enseñanza o un learning management system, en el que los grupos que se conectan deciden cuándo, cómo y dónde. También un soporte técnico que se ocupa de que tanto el docente como los estudiantes se puedan conectar de una manera fluida y cómoda. Además, no solo tienes docentes preparados para eso sino, en el caso de UNIR, se cuenta con tutores que se encargan de un seguimiento a los alumnos.
— ¿Qué reto supone este tipo de enseñanza?
La conectividad es un básico. Sin ella no podemos hacer nada, pero es cierto que en el mundo de la educación digital cada vez hacen más esfuerzos para que el consumo de banda sean menos importantes, por ejemplo, en la descarga de los vídeos y la visualización. Otro reto es un cuerpo docente que entienda cuáles son los nuevos sistemas porque son los primeros que tienen que subirse al barco de la transformación digital. También se necesita entender a los estudiantes para saber qué tipo de formación necesitan, si es 100% digital o híbrida. Aquí se requiere que las universidades tengan criterio para elegir cuáles son los componentes tecnológicos que generen la mejor experiencia de usuario.
— ¿Cómo ayuda la Inteligencia Artificial a la educación digital?
Dos formas principales son, primero, que nos permite utilizar todos los datos que se generan en el mundo digital para crear algoritmos predictivos necesarios para la toma de decisiones. Por ejemplo, recogiendo información de los alumnos sobre cuándo se han conectado, cuánto tiempo, qué notas han sacado podemos tener un algoritmo que permita al tutor anticiparse a necesidades de los alumnos para mejorar la atención y asegurar el éxito en sus estudios. Lo segundo es que con el reconocimiento de la voz se nos ha abierto un mundo de posibilidades porque estamos trabajando ahora mismo con Alexa dos pilotos. Uno está vinculado a la toma de lecciones para valorar en qué tipo de asignaturas y en qué momentos a un alumno le viene bien que chequeen su nivel de conocimiento de manera más autónoma. Con la voz también se pueden reconocer las emociones y otro piloto quiere identificar cómo se siente un alumno a partir de su voz y así anticiparnos a darle apoyo si está pasando por una situación difícil.
— ¿Qué ventajas trae este modelo de enseñanza digital para universidades presenciales?
Más allá de la pandemia, tenemos ahora mismo dos factores que nos van a hacer que no podamos escaparnos de una realidad digital. Uno es las nuevas generaciones y tenemos tres tipologías. La primera es de los millennials que en el 2025 estarán en el mundo profesional y que están siendo educados en un móvil con una percepción del mundo muy cortoplacista, de inmediatez. Luego tenemos lo que hemos llamado la “infancia 6.0″, criada en un entorno de Inteligencia Artificial, con aplicaciones de inteligencia emocional que buscan experiencias muy distintas y desarrolladas especialmente para ellos. La última es gente con 55 con 60 años que quieren seguir aprendiendo pero tienen responsabilidades distintas y no les puedes pedir que vayan a un campus todos los días. Entonces, tenemos modelos comportamentales con la economía del ego donde todo se busca personalizado.
— ¿Cómo crees que será la universidad del futuro?
El alumno va a dejar de ser un elemento pasivo en su educación, se convierte en el protagonista porque las cosas van a ser muy alrededor de su entorno. Eso nos lleva al metaverso. Yo preveo una combinación del mundo real y el metaverso. Por ejemplo, si te gusta la química no puedes mezclar cualquier producto en un laboratorio porque puedas causar una explosión. En un metaverso eso sí se puede, vas a poder explosionar cosas y la posibilidad de crear cosas distintas será enorme. Eso es poner al alumno de protagonista. Lo otro es crear grandes ecosistemas de colaboración con otros agentes que permitan generar la experiencia necesaria para un determinado tipo de estudiantes. Lo tercero está relacionado con el ámbito de investigación, vamos a tener estudiantes que sean capaces de responder a las necesidades del mercado que vayan apareciendo. Por detrás siempre está la tecnología porque hoy no podemos despegarnos de ella.