Semanas antes de presentar una nueva exposición, una juguetona idea rondaba siempre por su mente. Pero darle a su obra la forma de un rompecabezas y entregarlo a los visitantes de sus muestras fue algo que Ramiro Llona nunca pudo hacer realidad. Con los años y por cosas del destino, aquella iniciativa que evocaba su niñez tomó un camino diferente para conseguir el mismo resultado. Se materializó hace apenas unos días, exactamente el 6 de enero pasado. “Y no lo he logrado yo, sino que me han incorporado al proyecto”, precisa el pintor. La imagen de “El Nuevo Testamento” -una de las 14 piezas que Llona trabaja como parte de su próxima serie pictórica- se ha convertido en el juego armable número 11 de la colección de Lima Puzzle, empresa dedicada a difundir de manera lúdica la pintura peruana. Trabajos de Pablo Patrucco, Fernanda Ramírez, Enrique Polanco o Joan Alfaro ya son parte de este divertido acercamiento al arte.
Aunque transformar cuadros en rompecabezas de mil piezas en plena pandemia podría parecer un despropósito, el emprendimiento no pudo llegar en mejor momento: justo cuando desde casa las familias claman por nuevas posibilidades de entretenimiento. En esta entrevista, mientras Llona intenta armar su propia obra y cuenta el inicio de esta nueva aventura, se da tiempo para comentar sobre aquellas piezas de la realidad peruana que aún no encajan.
¿Cuál fue el primer paso transformar su pintura en rompecabezas?
Lucía Rizo Patrón, que está a cargo de la compañía Lima Puzzle, me convocó. Ella me llamó y consultó si me interesaría usar la imagen de uno de mis cuadros para hacer uno de estos rompecabezas. A mí me encantó la idea porque siempre he querido hacerlo y lo he propuesto como merchandising en mis exposiciones. Primero porque es bien entretenido y segundo porque es una bonita manera de acercarse al arte de una manera más lúdica, tanto para los niños como para la familia.
La obra que eligió es “El Nuevo Testamento”. ¿Qué podría contarnos sobre ella?
Estoy trabajando desde hace seis años un proyecto, una serie de lienzos llamada “El buen lugar”. Todos son del mismo tamaño, muy grandes, miden 2.84 metros por 4.70 metros. Es un proyecto ambicioso que calculo que me va a tomar ocho o diez años en total. Por alguna razón que no he decidido, pero que ha ido sucediendo, algunos de estos lienzos tienen títulos que tiene que ver con algunas enseñanzas de la biblia, pero de manera muy casual. En “El Nuevo Testamento” a la de la derecha hay una imagen que es como una anunciación, hay una luz que entra por la ventana y una forma que podríamos decir que es la virgen María. Al otro lado, a la izquierda, hay tres personajes. En mi proceso de creación yo voy encontrando las cosas conforme las hago, no hay nada previo. De repente, vi estos tres personajes y me parecieron que eran los tres Reyes Magos. Pero La Anunciación y los tres Reyes Magos no coinciden en el tiempo. Además, en el centro de la pintura hay un personaje que está como parando a los Reyes Magos. Me dije, ¿qué es esto? Y bueno le puse “El Nuevo Testamento”, que es como un juego de palabras, sin ninguna connotación que vaya más allá, no hay ninguna ideología.
¿Qué otro cuadro suyo le gustaría ver convertido en un juego armable?
En realidad, esta nueva serie es muy adecuada porque son cuadros complejos. Tienen muchos elementos y son horizontales como el formato que se está utilizando para los rompecabezas. Estoy muy contento con esto, pero creo que lo que hay que destacar es que a una persona se le haya ocurrido hacer una serie de rompecabezas basadas en imágenes de pinturas peruanas. Eso es algo que a gritos ya se pedía que suceda. Hay un espacio interesante para esto.
¿Considera que con estos rompecabezas se democratiza un poquito más el arte?
Democratizar es una palabra todavía muy grande, pero creo que es un intento de llegar de otra manera a un público más extenso, más grande. Aunque en este caso yo estoy como juez y parte porque es la imagen de mi obra y a la vez estoy armando el rompecabezas. Realmente lo encuentro interesantísimo porque uno va literalmente construyendo la imagen.
Pero de una forma diferente a la pintura…
En la pintura la imagen se hace de la nada hacia adelante. Aquí se construye la imagen en base a pedazos que ya existen. Toda mi familia está muy metida en el asunto. Son mil piezas y es algo complicado. Lo de democratizar es gracioso porque me acabo de acordar de que me han escrito varias personas diciéndome que “por lo menos un rompecabezas enmarcaré” (risas).
¿De niño era aficionado a los rompecabezas?
Bueno, yo tengo hijos de todas las edades, ahora tengo dos chiquitos de 5 y 7 años y como que naturalmente siempre hay un rompecabezas en casa. Pero cuando yo era niño y vivía con mi abuela ya había esta costumbre. Ella tenía una mesa en medio de la sala donde siempre había un rompecabezas en proceso. Y como era casa de la abuela llegaban los tíos y siempre se detenían a armarlo. Un recuerdo claro que tengo es que alguien empezó a traer rompecabezas realmente complicados. Eran esos de paisajes, en los que abajo está el mar y arriba el cielo, esos de cinco mil piezas. Era como una rutina, un rito dominical. Llegaba un momento en que nos sentábamos alrededor de la mesa y todos colaborábamos, conversábamos y compartíamos. En esa ápoca no había celulares, la televisión recién llegó cuando yo tenía 11 años. Los juegos de mesa, entonces, sí eran algo importante.
Ahora es usted quien replica esa experiencia junto a sus hijos.
Claro, leyéndoles cuentos y armando rompecabezas. O ellos mismos están armando cosas. Yo vivo y trabajo en el mismo sitio. Mi taller es de alguna manera la sala de dibujos de los niños, entonces, todo el día dibujan, pintan, construyen cosas con lo que encuentran aquí. Todo el tiempo están haciendo cosas con las manos. Mi hijo Ramiro, por ejemplo, que tiene 7 años, hace cuentos. Todo lo que él vive en el mundo analógico de los videojuegos lo transporta al papel con mucha imaginación. Los rompecabezas son parte de todo esto.
Ahora mismo están armando el rompecabezas, ¿cuánto han avanzado?
Empezamos con mucho entusiasmo porque nos fuimos a las partes más, digamos, figurativas. Ahora hemos entrado a la zona grande de color y ya llevamos como tres o cuatro días. Estamos en un 30% o 40% más o menos. Cada uno en realidad hace las cosas según su temperamento. La que está más metida es Sofía, de 5 años. Ella se queda horas en la mesa buscando la piecita que calce. Además está el añadido de que van reconociendo mi pintura. Están muy emocionados de que la imagen sea la pintura de papá. Este rompecabezas es como un regalo para todos.
¿Qué actividades ha redescubierto en estos largos meses de cuarentena?
Mi esposa también es pintora y ambos somos personas muy caseras. En ese sentido no ha cambiado mucho la vida, más bien se nos ha acomodado algo porque no está la presión de tener que salir. Lo que nos da un poco de pena es que viajamos mucho por temas de trabajo o placer, para ver arte, eso es lo que más falta nos hace. También hacemos mucho deporte en nuestro pequeño gimnasio. Nuestra vida no ha cambiado mucho, aunque inevitablemente ha cambiado todo. Hay una preocupación que es como un tema de fondo del cual es difícil desprenderse. Yo soy el más obsesivo con las noticias y es imposible no darse cuenta de que estamos como al principio. Se está cerrando todo de nuevo, ha aparecido una nueva cepa, recién va a llegar la vacuna.
Es un momento difícil…
Saber que no teníamos vacuna ha sido uno de los peores momentos para mí. Hemos vivido esto de manera muy responsable, cuidándonos, pero la vacuna era como al luz al final del túnel. Saber que estábamos en nada fue un baldazo de agua fría.
¿Cuál sería su reflexión sobre la pandemia?
Hace poco le decía a un amigo, “el país es un desastre, el desempleo, la informalidad, el sistema de salud, etc. A mí la pandemia, y el colofón que es no tener vacunas, me ha anclado en un criterio de realidad inamovible. Este es nuestro país. Lo demás es discurso”. Cuando nos dimos cuenta de que no había vacunas, que todo había sido como una torpeza. Me preguntaron ¿estas pesimista? “No -contesté-, soy muy realista. La realidad es que no hay vacuna y que la gente se sigue muriendo”.
¿Es partidario de volver a la cuarentena?
Si considero solo mi realidad y mi contexto diría que sí. Pero el Perú es un país muy complicado. Desgraciadamente la mayoría no puede darse ese lujo. El gobierno ya debería haber aprendido a cómo tratar la pandemia y podría hacer cuarentenas escalonadas. Pero pareciera que no hemos aprendido nada en estos 10 meses porque tenemos otra vez los hospitales colapsados. Si viviéramos en un mundo ideal donde todo el mundo tiene qué comer, agua, electricidad y computadoras se podría hacer una cuarentena total. En esta, como en otras tantas crisis del Perú, aparecen de manera descarnada las terribles deficiencias del Estado, el postergamiento que sufre la mayor parte de peruanos.
¿Ve alguna símil entre los rompecabezas y la actual coyuntura?
Si forzamos la metáfora tendríamos que decir que el país es, en realidad, varios rompecabezas que probablemente juntos no armarían un rompecabezas más grande. Demasiado desencuentro. Innumerables diferencias contenidas apenas en un territorio común que da forma al Estado.
¿Con demasiadas piezas sueltas?
Que no encajan. Pareciera que lo que nos define son más bien las diferencias. Armar un rompecabezas como “El Nuevo Testamento” nos da la ilusión de una realidad completa. Por eso es lúdico y terapéutico. Hay que rescatar esa realidad y permitirnos esa totalidad. Aunque sea por unos días.
Más información: Pueden adquirirse a través de la página www.limapuzzle.com. Cada uno de los 11 rompecabezas de la colección tiene un costo de S/89.
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Joven daltónico y una emotiva reacción al ver por primera vez los colores
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