"Calichín” está en la senda de la nueva comedia de filón criollo inaugurada por “¡Asu mare!” (2013).cRicardo Maldonado, quien también dirigió esta última vuelve a cocinar un taquillazo, aunque esta vez sin la productora Tondero y su jefe Miguel Valladares, sino que lo hace con su propia casa productora, Cine 70. La novedad recae en la participación de Aldo Miyashiro, figura de la televisión conocida por estelarizar algunas series (“Misterio”, “La Gran Sangre”) de considerable éxito y arrastre popular.
En el guion de “Calichín”, firmado por César de María, son reconocibles tópicos capaces de atraer a una amplia audiencia. Calichín (Miyashiro) es un futbolista que regresa de Europa, ya con una carrera en franco descenso, y es contratado por un club de Segunda División en un pueblo de la sierra. Después de tener un desempeño auspicioso –a pesar de sus malas noches en los bares de la provincia–, cierto día llama a su puerta una antigua pareja (Juliana Molina), quien le pide un favor.
Resulta que Calichín tiene una pequeña hija (Zoe Arévalo). Él tendrá que cuidarla solo por una temporada. El pretexto narrativo de “Calichín” echa mano de un viejo esquema moral: el protagonista, bueno pero irresponsable, toma conciencia y aprende de sus errores. Al igual que en la reciente “Margarita”, se repite la fórmula de la paternidad forzada –que recuerda demasiado a la de “No se aceptan devoluciones”, del mexicano Eugenio Derbez–. Solo que si “Margarita” proyectaba la fantasía social de la clase acomodada, “Calichín” es un pastiche del imaginario popular, a través de un referente infalible: el fútbol.
Como en “Margarita”, en “Calichín” todo se reduce al gag avisado de personajes de cartón. Quizá sea la llegada del protagonista al pueblo llamado –con cierto sarcasmo– El Dolor, lo que consigue algunas sonrisas. El carisma de Miyashiro, más la desorbitada presentación del alcalde que interpreta Tulio Loza o el tonto asistente del equipo de fútbol (Guillermo Castañeda), anuncian cierta anarquía generalizada y algunos vislumbres irónicos no exentos de crítica social, los cuales terminan por virar muy rápido hacia la complacencia sentimental más floja y relamida. Todo el desarrollo del filme es una sucesión de fórmulas audiovisuales del tipo publicitario –secuencias que parecen ‘trailers’, cámaras lentas, cortes rápidos como de videoclip– que parecen querer tapar la ausencia de buenos diálogos o de una historia interesante.
Miyashiro está muy desaprovechado, a pesar de su evidente empatía con la cámara. Su personaje pasa, de forma torpe y abrupta, de la comedia despreocupada a un amago de melodrama que se tramita con frialdad, lo que termina por distanciar totalmente al espectador.
Maldonado muestra los límites del puro cálculo comercial. Incluir cameos nostálgicos del ‘Cholo’ Sotil, utilizar paisajes coloridos a vuelo de drones y dar por supuesto que la presencia de Miyashiro suplanta la construcción de verdaderos personajes, no es suficiente para hablar de un filme entretenido. Si en “¡Asu mare!”, a pesar de lo estereotipado de su factura, todavía podían encontrarse algunas cuotas de personalidad –que recaían, desde luego, en la base confesional y autobiográfica de Carlos Alcántara–, en “Calichín” es muy poco, o casi nada, lo que puede salvarse.
LA FICHA
Género: Comedia. País:
Perú, 2016.
Director: Ricardo Maldonado.
Actores: Aldo Miyashiro, Tulio Loza, Zoe Arévalo, Juliana Molina, Guillermo Castañeda.
Calificación: 1/5.