"La ciudad y los perros". (Ilustración: Dalia Eccoña)
"La ciudad y los perros". (Ilustración: Dalia Eccoña)
Sonia del Águila

En 1985 llegó a las salas de cine una de las cintas más vistas y recordadas de la cinematografía peruana: “”. Dirigida por Francisco José Lombardi y producida por Emilio Moscoso y Susana Bamonde, la película narra la vida castrense de un grupo de estudiantes del Leoncio Prado, un colegio militar en el que se somete y humilla al alumno. Una historia descarnada basada en la novela homónima del escritor Mario Vargas Llosa.

Han pasado más de 35 años desde su estreno y el público sigue asociando a Juan Manuel Ochoa con el Jaguar y a Gustavo Bueno con el teniente Gamboa. “Es un indicio de que la película ha logrado permanecer en el tiempo”, sostuvo Lombardi sobre este hecho.

En los roles estelares del largometraje peruano destacan: Gustavo Bueno (Teniente Gamboa), Juan Manuel Ochoa (El Jaguar), Alberto Ísola (Mayor Garrido) y Eduardo Adrianzén (El esclavo). También figuran en la lista: Luis Álvarez (El coronel), Liliana Navarro (Teresa), Miguel Iza (Arróspide), Pablo Serra (El poeta), Jorge Rodríguez Paz (El general), Ramón García (Teniente Huarina), Lourdes Mindreau (La pies dorados), Aristóteles Picho (Boa), Antonio Vega (El rulos), entre otros actores.

La dirección artística estuvo a cargo de Lloyd Moore y el guion de José Watanabe.

LA TRAMA

La situación de los alumnos del internado militar se complica cuando se produce el robo de las preguntas de un examen y el cadete a quien llamaban El esclavo decide denunciar el hecho y sindicar a un supuesto responsable (El Jaguar). Posteriormente este joven delator muere en un incidente confuso durante una práctica de tiro, y las autoridades del lugar prefieren minimizar lo acontecido para evitar el escándalo. El asesinato no es una posibilidad.

A continuación Susana Bamonde, jefa de producción de “La ciudad y los perros”, en entrevista con El Comercio, narra acontecimientos y anécdotas que marcaron la realización del filme.

LOCACIÓN

“La película se grabó en Maranguita (Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima), no en el colegio militar. Nos dieron el pabellón de rehabilitados, de los que ya estaban a un paso de salir. Algunos eran bravos, a ellos no nos podíamos acercar".

SEGURIDAD

“Éramos cuatro mujeres entre actores y equipo de producción. Todas parábamos en grupo, por seguridad; pero a mí me asignaron a dos chicos del centro, los más rehabilitados, para que me cuidaran".

PELIGROS

“Cuando estuvimos grabando hubieron dos fugas, se escaparon seis internos, pero los recuperaron a todos. Por suerte esos incidentes no mermaron las grabaciones”.

CADÁVER

“Luego de la fuga, estábamos grabando por la piscina, cuando uno de los chicos dice: 'miren, hay alguien flotando’. Era un cadáver, nunca supimos quién era, debieron haberlo matado, habrá sido uno de los que escapó. El hecho quedó ahí, nunca salió en los medios de comunicación".

CONFRATERNIZARON

“A la hora de almuerzo o después del rodaje, los técnicos y los actores se juntaban con los internos ya rehabilitados para jugar fulbito. A Gustavo Bueno le decía: 'cuídate, no estés jugando con ellos’. Él no hacía caso”.

ACCIDENTE

“Una tarde, nos alistábamos para retirarnos, cuando Gustavo aparece gritando porque se había roto el brazo, tuvieron que enyesarlo. Paramos las grabaciones durante una semana, luego vimos la forma de que el yeso no se le notara. Pero eso no fue todo, quince días después, cuando grabábamos escenas de prácticas de tiro en un cerro de Villa El Salvador, Gustavo volvió a romperse el brazo. Las grabaciones se extendieron, grabamos duraron dos meses y medio".

INTERNOS EXTRAS

“Cuatro internos que ya estaban por salir participaron como extras en la película. Pidieron autorización y aparecieron como alumnos, uniformados, durante la formación en el patio”.

INVERSIÓN

“'La ciudad y los perros’ se hizo a fines del 84, en una época difícil. Se invirtió como 90 mil dólares”.

CÁSTING

“Participaron como 300 personas en el cásting y al final quedó solo un grupito de 40. Se convocó a través de un anuncio en el periódico a actores y estudiantes de teatro. Casi todos los que quedaron eran debutantes. Miguel Iza tenía 16 años, estaba en el colegio, era el menor del grupo. Juan Manuel Ochoa, que tenía un poco más de experiencia, tenía 25 o 26 años. Aristóteles Picho y Gustavo Bueno eran los más experimentados”.

FRASE MEMORABLE

“La frase '¡Que me mira cadete, quiere que le regale una fotografía mía calato!”, no formaba parte del guion, fue una iniciativa de Gustavo Bueno. La oyó del capitán que nos apoyó con la preparación de los actores, pues en todas las escenas en las que que se emplearon armas, tuvimos apoyo militar".

MAYOR REALISMO

“En la escena del prostíbulo, la única actriz es Lourdes Mindrau (La pies dorados), las demás son prostitutas que conseguí de unos prostíbulos del Callao, a los que fui un día sola, manejando mi carro. Grabamos en Breña, en una casa antigua, la ambientamos para la ocasión”.

ROMANCE

“Toño (Vega) y yo nos conocimos en la película, siempre se portó muy bien conmigo, por eso cuando terminó el rodaje nos seguimos viendo y con el tiempo surgió el romance. Yo estaba separada del papá de mis dos hijos”.

LOCACIÓN VERDADERA

“La escena del calabozo se grabó en el calabozo del Maranguita, era oscuro, sucio, estaba un chico que acostumbraba cortarse los brazos para que lo lleven a enfermería. Nos prohibieron acercarnos a él porque podía aprovechar cualquier situación para intentar escapar”.

CORTE DE CABELLO

“Cité a los actores principales un viernes para raparles la cabeza. Pero Toño, que hacía de El rulos, no fue porque tenía una fiesta. Al día siguiente casi lo boto. Le dije: ‘acá tienes que obedecer lo que yo diga’. Se molestó y se quejó con su mamá, que luego se convirtió en mi suegra".

ESCENA QUE NO SALIÓ

Durante un conversatorio realizado en la Universidad de Lima en junio del 2015, Francisco Lombardi habló sobre la participación del escritor Mario Vargas Llosa en el filme.

Esto fue lo que dijo:

“Fue un trabajo que se realizó sin mayores inconvenientes. Procuramos seguir las líneas de acción de la novela que ocurren en el presente y evitamos los saltos al pasado. Por su parte, Vargas Llosa no se metió en la escritura del guion. Él solo pidió una revisión al guion terminado. Luego de leerlo, nos contó que el guion le gustó y que era fiel al espíritu de la novela, aunque sugirió que sacáramos una escena en la que se produce un sueño. Vargas Llosa argumentó que esa escena onírica se salía de la lógica realista y urbana del relato. A José y a mí nos pareció válida su observación y le hicimos caso”.

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