El catálogo de Netflix luce mejor con las películas del estudio Ghibli. Desde febrero, y mes a mes, se publican en la plataforma las cintas animadas del aclamado estudio japonés. No obstante, a la lista completa le faltará una de sus principales obras: “La tumba de las luciérnagas” (1988).
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El motivo de su ausencia en Netflix se remonta a los orígenes de Ghibli, y obedece a una cuestión de presupuesto y derechos. Pero vale la pena detenerse un momento a analizar este clásico de la animación, considerada una de las mejores en su género.
Dirigida por el legendario director Isao Takahata (“El Cuento de la Princesa Kaguya”, “Mis Vecinos los Yamada”), “La tumba de las luciérnagas” es un filme antibelicista basado en un cuento del mismo nombre, escrito por Akiyuki Nosaka y publicado en 1967.
LA PELÍCULA
La cinta narra la historia de dos hermanos, Seita y Setsuko, de 14 y 5 años, aprox. Ambos quedan huérfanos tras un ataque aéreo de Estados Unidos a la ciudad de Kobe, en junio de 1945, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial.
La película es de 1988, así que me siento con la ligera libertad de soltar spoilers. Pero si por algún motivo no la has visto, aprovecha la oportunidad de disfrutar este clásico y experimentar el millón de emociones que genera.
A LA GUERRA DILE NO
Desde la primera escena Takahata ya establece el tono de la cinta, pues te adelanta el final. La muerte de Seita, solitario y por inanición en una estación de tren, no es un hecho aislado. Cerca de su cadáver se hallan otros cuerpos, también de niños y adolescentes víctimas de una guerra brutal. Dentro de todo, y con el posterior flashback, la cinta cuenta una historia a detalle, pero te recuerda que no es la única.
Hacia 1988, la animación japonesa viraba hacia temas más adultos, diferenciándose del otro monstruo animado: Disney. Ese mismo año Katsuhiro Otomo estrenaba su genial Akira, y Ghibli ya había publicado dos títulos antibélicos, como “Nausicaä del Valle del Viento” y “Laputa: el castillo en el cielo”.
Takahata dio un paso más allá, y no solo abordó una temática diferente, sino que eliminó al típico antagonista e imprimió fuertes conflictos morales en todos los personajes de esta cinta. No hay buenos ni malos, solo la supervivencia y la guerra.
Incluso el desenlace, fuera de todas las desgracias que le suceden a los hermanos, es fruto de una decisión. Ellos eligen preservar su dignidad y aventurarse a una muerte segura, en lugar de permanecer en casa de unos familiares donde no son bienvenidos.
Las consecuencias, fuera de la muerte, son breves momentos de felicidad. Mientras ellos pasaban una tortura emocional viviendo con su tía, se mantenían alimentados; viviendo en la cueva encontraron una alegría efímera, aunque físicamente su estado no era el mejor.
Setsuko deja de llorar en las madrugadas cuando duerme en la cueva. Ella encuentra paz al lado de su hermano, y nosotros encontramos la escena de las luciérnagas, que son las bombas incendiarias, las vidas perdidas, la felicidad que se apaga, y los hermanos mismos.
Hacia entonces, la moral misma comienza a distorsionarse. Seita se cansa de pedir ayuda, incluso cuando le dicen que debería volver donde la tía para sobrevivir. Decide preservar su orgullo o dignidad, y comienza a robar cultivos o se alegra por los bombardeos enemigos, pues así la gente se esconde y puede entrar a sus casas. Sin embargo, nadie quiere comprarle lo robado.
Hasta el final, puede que como revancha hacia el pueblo que le dio la espalda, decide cremar a su hermana solo, en lugar de acudir a los terrenos sagrados. Su recompensa fue una reunión espiritual y una complicidad eterna.
¿POR QUÉ NO ESTÁ EN NETFLIX?
En 1984, Hayao Miyazaki estrenó su primera película, “Nausicaä del Valle del Viento”. Su éxito rotundo lo llevó a fundar su propio estudio, junto a Toshio Suzuki, Yasuyoshi Tokuma e Isao Takahata. El estudio Ghibli debutó en 1986 con “Laputa: el Castillo en el Cielo”, segundo título de Miyazaki; y para el tercero decidieron trabajar en un estreno doble.
El dúo estaría conformado por Miyazaki y Takahata, y ambos filmes deberían tener un contraste absoluto. El primero realizó “Mi Vecino Totoro”, y el segundo se encargó de “La tumba de las luciérnagas”.
Con solo una película en su catálogo, producir un estreno doble supuso una odisea financiera para Ghibli y su casa matriz: Tokuma Shoten. De hecho, el éxito económico para el estudio llegó recién a partir de Totoro y todo el merchandising asociado a la cinta. Pero “La Tumba de las Luciérnagas” solo recaudó US$ 516,962, frente a los US$ 45.1 millones de Mi Vecino Totoro.
La solución fue acudir a la editorial nipona Shinchosha, que publicó el cuento de Nosaka en el cual se basa La Tumba de las Luciérnagas. Entonces, Ghibli produjo “Totoro” para Tokuma Shoten, y “Luciérnagas” para Shinchosha, la que se quedó con los derechos de distribución de la película.
Netflix firmó un acuerdo con la firma alemana Wild Bunch, que se encarga de los derechos internacionales de distribución de Ghibli. Como se imaginan, cuenta con todos, menos el de Shinchosha.
El mismo fenómeno sucedió ya con otras plataformas. HBO MAX tiene los derechos de la librería en Estados Unidos y Canadá. Curiosamente, tampoco cuenta con “La Tumba de la Luciérnagas” que, según CBR, se halla en Hulu. Incluso cuando Ghibli accedió a vender digitalmente su catálogo a través de GKids, no puedo ofertar la cinta de Isao Takahata.
En resumen, si quiere ver este clásico, Netflix no es el camino. Si quieres verla puedes ingresar al servicio Movistar Play, disponible para todos los suscriptores del servicio de TV por cable.
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