Lucía (Magaly Solier) y Alberto (Óscar Ludeña) son dos estafadores de poca monta, y han identificado su próxima víctima: un elegante sujeto (Renato Gianoli) que los recibe en su lujoso departamento, con el propósito de venderles una cámara profesional. Lo que nadie espera es que el misterioso hombre pasa de ser una potencial víctima, a ser un cruel victimario que secuestra a la pareja. ¿Qué destino les espera a Lucía y Alberto?
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Manuel Siles filma con realismo desgarbado, aunque sereno. Así veremos —gracias a la cámara de Marco Antonio Alvarado, desmarcada de todo glamour hollywoodense— cómo Lucía es conducida a un distinguido recinto campestre, en las afueras de Lima. Lo que sigue es aún más siniestro: Lucía es abusada reiteradamente, con el objetivo de que su inicial rechazo ceda ante las intenciones de este hombre sin nombre que dirige la operación.
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En el cine de Siles, el espectador se enfrenta siempre ante una realidad incierta, de contornos invisibles, de texturas engañosas. Como en "Extirpador de idolatrías" (2014), donde un policía se enfrenta a una oleada de crímenes rituales de características míticas, cuyas huellas llevan hacia un horizonte imaginario. En "Vivir ilesos", el secuestro de Lucía también parece revestirse de una cualidad onírica, fantasmal, inaprehensible.
Lo interesante del filme está también en esa ausencia de carnalidad, de sensualidad, de efectismo. La cámara tiene una presencia impávida ante los hechos, y los encuadres se centran en las miradas y dicciones subrepticias, en una sucesión de manipulaciones y retos de control psicológico. Así, Gianoli convence como un demiurgo que juega con su presa, excelente Magaly Solier en una versión muy vulnerable a pesar de su fortaleza.
Siles instaura dos mundos que parecen no tener contacto. Uno es el del secuestrador, que con sus guardaespaldas quiere conquistar la mente y el cuerpo de Lucía, haciendo una vida de millonario que parece la puesta en escena de una película. El otro mundo es el de afuera, donde acompañamos a Alberto en su búsqueda de Lucía, lo que incluye a un policía puritano y suspicaz que cree saber cómo resolver el misterio de la desaparición.
Si "Vivir ilesos" se presenta al inicio como thriller psicológico de pesquisa y suspenso, conforme avanza se descubre como una fábula sádica, de ribetes surrealistas y casi fantásticos, de esos que hubieran hecho las delicias de Luis Buñuel. Incluso las marcas del bajo presupuesto del filme se aprovechan, por el estilo de Siles, como parte constitutiva de la lógica de engaño y superficies falsas que revisten lo que vemos.
En efecto, si el lujo ofrecido por el secuestrador a veces parece postizo, el derrotero de la historia no hará más que reforzar la idea de que todo lo que vemos es, en buena medida, un artificio. Aunque uno de pesadilla, ya que toda esta riqueza no tiene otro propósito que apoderarse de Lucía, quien, además, ve el destino que le espera en la figura de otra mujer-esclava que vive en la mansión del hombre sin nombre.
Renato Gianoli, como el millonario predador, hombre blanco que se ha propuesto "conocer los límites del alma humana", es también el símbolo del poder que atrapa a los otros delincuentes —que simbolizan Solier y Ludeña—, esos cuyas fechorías se han vuelto ingenuas. Pero Gianoli significa también la cara de un tinglado mayor, uno que se infiltra en toda la sociedad peruana. El magistral desenlace del filme devuelve nuestra mirada a las imágenes del pasado, pero para releerlas y pensarlas en sus múltiples líneas de lectura, siempre ambiguas. Filme filosófico, existencial, moral y político, "Vivir ilesos" ratifica a Manuel Siles como uno de los mejores y más originales cineastas peruanos de la actualidad.
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Puntaje: 4/5. Género: drama, misterio, thriller. País y año: Perú, 2019. Director: Manuel Siles. Actores: Magaly Solier, Renato Gianoli, Óscar Ludeña, Oswaldo Salas.