Su imagen no es precisamente la de un escritor galvanizado por el vacío existencial. Jovial, locuaz y ciertamente carismático, Alejandro Neyra (Callao, 1974) tampoco proyecta la imagen del funcionario público inaccesible. Tal vez por eso mismo ha sido agregado cultural, ministro de Estado, director de la Biblioteca Nacional, del centro cultural de la cancillería, etc. Ironizando sobre él mismo, en uno de sus libros epigrafió a Sofocleto: “El diplomático es un gigoló del Estado”. ¿Ese es el punto arquimédico de una instancia más bien burocrática y aburrida en tu vida?
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"Sofocleto sabía de lo que hablaba. Fue diplomático, pero entonces la diplomacia era solo para gente ‘bien’. En esa época seguro que yo no hubiera podido ser diplomático. Al principio también tenía dudas y cuestionamientos. Pero al final, más allá de que siempre me tomé en broma el hecho de serlo, estoy contento con mi carrera, con la posibilidad de trabajar para el Estado. Es un tema de vocación. Mis amigos escritores me ven como diplomático y mis amigos diplomáticos como escritor. En esa bipolaridad encuentro el equilibro arquimédico". Y sonríe.
PLUMA BICOLOR
Basta repasar sus títulos –"Peruanos ilustres" (2005), "Peruvians Do It Better" (2007), "Peruanas ilustres" (2009), "CIA Perú" (2012, 2015 y 2016), "Peruanos de ficción" (2013), "Breve historia (o)culta del Perú" (2017) y "Biblioteca peruana" (2018)– para descubrirle una obsesión quimérica e inexistente: ‘el ser peruano’.
¿Tal cosa realmente existe? "Sí. Todo lo que escribo son variaciones en busca de una pregunta inicial que me persigue desde esos años contradictorios de la infancia: ¿Qué es el Perú? ¿Qué es ser peruano? Soy un peruanista por vocación, aunque prefiero abordar ese problema desde la ficción".
¿Y cómo se ve eso que llamamos "identidad nacional" desde la Biblioteca Nacional y del Ministerio de Cultura? "A mí no me gustaba mucho estar en la oficina, se crea una distancia irreal con la gente. Lo que sí es cierto es que soy un convencido de que la cultura es la mejor forma de entender las múltiples identidades que conforman el ‘ser peruano’. Y en cada expresión cultural regional, en el orgullo de la gente por sus tradiciones y costumbres, por sus comidas, ahí está esa identidad que en ocasiones como un partido de fútbol se concentra en una camiseta. Entender la riqueza del Perú como esa diversidad es lo que más aprendí en el sector cultura".
Pero Neyra es esencialmente un escritor. Un día estaba leyendo "El monstruo sagrado", novela publicada por Edgardo de Habich en una edición de Populibros (1964). Relata el asesinato ocurrido en 1951: el embajador Jorge MacLean, nombrado en Quito, muere en manos de su secretario personal. "Se presenta como un crimen pasional a cargo de un joven que quiere liberarse de los abusos de su jefe y amante. Más allá de que no me gustó el tono moralista de la novela, decidí investigar la historia real. Y al comentarlo en casa descubrí que mi padre había sido alumno de MacLean en el colegio Alfonso Ugarte". Ese fue el detonante.
DOBLE NOVELADO
Y acaba de estallar en forma de novela ganadora de la VII Bienal del Premio Copé. En realidad, se trata de una revisión que Neyra rebautiza como "Mi monstruo favorito" y encaja perfectamente en su manera de enfrentar la pantalla en blanco: ficción sobre la ficción. "Es una novela sobre una novela, sobre la forma de contar una historia, sobre las decisiones de un escritor para construir un relato. Sí, para ponerse en las alturas de la moral o para tratar de entender las complejidades de las relaciones humanas. Pero también sobre las relaciones homoeróticas, sobre cómo Lima sigue siendo aún una ciudad contradictoria, llena de pacatería y de desenfreno al mismo tiempo", dice.
Enemigo de las solemnidades y devoto de una literatura que antes es juego que fuego, Neyra suma una presea más a su colección. Ya tiene una de la Cámara Peruana del Libro, un Copé de plata en cuento y, por si hiciera falta, un Premio Luces. “Bueno, sigo probando con la Tinka”, dice, mientras amenaza con seguir publicando: “Tengo un libro en camino sobre historias de traición en el Perú, seguiré escribiendo novelas de espías y algo sobre la época de la independencia. La celebración del bicentenario espero que sea un buen momento para intentar una novela histórica, que me gusta y mucho”.