Una montaña de papel higiénico como la punta del iceberg: en épocas donde todas las calamidades son parte de una supuesta ‘plandemia’ orquestada por poderes ocultos para inocular microchips de control mental activados por 5G, la idea consiste en esparcir bulos por WhatsApp sobre el Covid-19. También ignorar los consejos sobre la enfermedad, vulnerar el estado de emergencia y organizar subrepticiamente fiestas en discotecas. Ser tan poco empáticos en algo tan elemental como ponerse correctamente una mascarilla. ¿Por qué salir a exponerse pudiendo permanecer en casa? ¿Por qué no protegerse cuando se sale? Y si el prodigio científico ya inventó la vacuna, ¿por qué decir que es solo agua? Respuesta: porque se es un ‘covidiota’.
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La palabra acaba de ser oficialmente admitida por la Real Academia Española para su Diccionario Histórico de la Lengua Española. “Etimológicamente, es un calco estructural del inglés ‘covidiot’ y ya atestiguada en esta lengua desde 2020 en la prensa (el Oxford Advanced Learner’s Dictionary lo consigna en 2020) y esta, a su vez, de ‘covid’ e ‘idiot’”: esa es la manera como la Academia apuntala una creación léxica que atestigua también como adjetivo contra quienes se niegan a cumplir las normas dictadas contra el contagio. Ya el año pasado el buscador mundial había incidido en palabras como confinado, asintomático, infestar, infectar, intubar, disnea, hipocondría, mascarilla o pangolín. El desagregado del 2021 es más específico.
E incide directamente sobre ellos, esa alarmante cantidad de personas que minimizan, desdeñan y sustraen los efectos de la enfermedad. Es decir, cometen ‘covidiotismo’. Perniciosa actividad que ha arrastrado a otras 713 palabras hasta las puertas de la RAE, que se abrieron presurosas para inaugurar un nuevo vocabulario. Se trata, pues, de un flamante ´covidioma´ infestado de términos como “covidiotez” —actitud negativa a cumplir las medidas sanitarias—, ´covidianidad´ —vida diaria adaptada a las normas y protocolos— o ´coronabebe´, niño nacido durante la pandemia muy probablemente como resultado de un ´covidilio´ —romance surgido durante este sombrío periodo—.
Covilenguaje efímero
Todo lo cual se compendia en un “coronadiccionario” que se actualiza en la medida que el habla cotidiana y la frontera mental de los ciudadanos lo alimenten. De manera que, sin ningún temor a equivocarnos, podemos decir que quienes multitudinariamente se concentran en marchas o mítines en plena pandemia cometen un ‘covidcidio’. Que quienes van por allí haciendo exhibición de su riqueza para evitar adaptarse a algunas de las normas sanitarias elementales y generar contagios cometen ‘covidiocia’. O que si en una misma y desafortunada persona confluyen el dengue y el covid, hablamos de un flamante ‘covidengue’. Y así, los adjetivos fluyen en las procelosas aguas del ‘covidismo’, esa corriente de opinión que descree de planteamientos científicos y exime las disposiciones sanitarias.
“Todas estas palabras se entienden, son creaciones rápidas dentro del sistema, con el mismo procedimiento que ‘llavita’ en lugar de ‘llavecita’, pero muchas quedarán en el Diccionario Histórico y no quedarán en el uso, arriesgo, vaticino. Como pasó con ‘chiguán’ que está dejando de usarse en el Perú”, dice Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua. ¿Y por qué la RAE le sigue negando el derecho de ingresar a ese Diccionario, aunque sea de manera efímera, a palabras con pretensión inclusiva como ‘todes’ o ‘chiques’? ¿Qué tiene que pasar para que lo haga? “Tienen que pasar años y ganar la calle, eso no pasa todavía. Pero si está registrado como un hecho social, se discute. Como la rebelión de ‘mui’ de Bello o de ‘intelijencia’ de González Prada o Juan Ramón Jiménez. García Márquez propuso eliminar la hache, pero él nunca lo hizo”.
Y mientras en ese universo distópico y negacionista hay quienes siguen pensando si de verdad no hará falta un buen antigripal para frenar todo este asunto y los antivacunas siguen celebrando su propia fiesta de desinformación, el mundo ha contabilizado 800 bulos relacionados con la covid-19, incluyendo los de Miguel Bosé y la ivermectina, los de Donald Trump y el cañazo con sal. Desprovistos de una vacuna para combatir el sesgo cognitivo incapaz de reconocer su propia incompetencia, por lo menos ya hay una palabra como escudo ante quienes no respetan las reglas de confinamiento y arriesgan irresponsablemente la vida de los demás con sus rudimentarias decisiones cotidianas. Y qué hacer con un ‘covidiota’ deberá ser la primera tarea cuando se instaure la nueva normalidad.
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