En ese tiempo, los periodistas no le preguntaban a Dennis Hopper si le gustaba el cebiche o si ya había probado el pisco Sour. Entonces, el orgullo por la gastronomía no había onsesionado a los colegas de la época. A lo más, la interrogante tópica tenía que ver si le gustaba el Perú. Pero las respuestas del director y protagonista de “Easy Ryder” que llegaba al país a fines de la década del sesenta para emprender el épico y delirante rodaje de su segundo proyecto “The Last Movie”, no tenían nada de cliché: le gustaba escandalizar a una conservadora capital hablando de su consumo de marihuana, del sexo libre, del imperialismo representado por su país y la industria de Hollywood.
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La historia de “The Last Movie” es extraordinaria. Rodada en el pueblo cusqueño de Chinchero en 1970 y estrenada al año siguiente en Estados Unidos, el filme dirigido por un desatado y egocéntrico Hopper se convirtió en un mito tras su estepitoso fracaso y su desaparición por decisión del estudio Universal. Se trata de una obra maestra perdida y radical, desaparecida por 50 años y solo exhibida tras su restauración a cargo de una productora independiente. Coescrita por Hopper y el guionista de “Rebelde sin Causa” Stewart Stern, “The Last Movie” es la historia de un equipo de Hollywood que filma un western en pleno Valle Sagrado de los Incas. Cuando termina lel rodaje, Hopper, quien interpreta a Kansas, un doble de acción, desea permanecer en el pueblo cusqueño buscandi una redención personal, enamorado de María, prostituta interpretada por Stella García. Mientras tanto, los comuneros se han adueñado del escenario que replica el Viejo Oeste, y han comenzado a realizar una recreación ritual de esta producción, confundiendo ficción con realidad, y eligiendo a Kansas como su cordero de sacrificio.
En el libro “Donde Dennis Hopper perdió el poncho”, Fietta Jarque, periodista peruana radicada en Madrid, cuenta toda esta historia: el insólito rodaje en nuestro país, los escándalos y anécdotas delirantes, lo que pasaba en los pasadizos y habitaciones del Hotel de Turistas del Cusco, los excesos de estrellas como Kris Kristofferson, Julie Adams, Stella García, Peter Fonda, Dean Stockwell, Toni Basil, Russ Tamblyn o Michelle Phillips, las largas noches de estimulantes consumos. También de la arranques mesiánicos de Hopper, y de los consiguientes desencuentros culturales entre los actores y los habitantes del pueblo. Y, finalmente, de la triste suerte del filme cuyo director intentó denunciar el perverso funcionamiento de los Estudios de Hollywood, pero terminó triturado por el terrible abucheo de la crítica y por una industria que no perdona a quienes osan rebelárserle.
Una vida de película
Se suele decir un escritor no busca un tema sino que el tema lo encuentra a él. A Jarque, el tema de su delicioso reportaje la alcanzó cuando, por fin, pudo ver la mítica película, hace dos años. Toda su vida había pensado que, si tenía la oportunidad de entrevistar a Hopper en persona, le preguntaría por la destrucción de la torre de la iglesia de Chinchero, leyenda negra que había llegado a sus oídos cuando era estudiante de cine en la universidad. “Cuando me enteré que la productora Arbelos había restaurado la película, la vi de inmediato y me entraron las ganas de escribir esta historia. De hecho, toda la investigación y la escritura del libro me tomó seis meses. Pero era un tema que me había apasionado mucho tiempo. Cuando vas encontrando documentos uno tras otro y vas armando el rompecabezas, empiezas a entusiasmarte”, explica.
“Donde Dennis Hopper perdió el poncho” es un reportaje con múltiples capas. Uno encontrará la detallada historia de una filmación irrepetible, pero también podemos encontrar reflexiones subre cómo suceden los cortocircuitos culturales, y cómo Hopper se convierte en un héroe trágico, dispuesto a sacrificarse por un proyecto en el que apostó todas sus fichas. Es un libro sobre cine, por supuesto, pero también sobre la autodestrucción como disciplina, el delirio como método y la improvisación justificando cualquier desición creativa. “Eso lo fui descubriendo mientras armaba el rompecabezas”, comenta la autora. “Ya tenía algunas pistas previas, pero cuando fui investigando, no solo encajaron las formas preestablecidas, sino que aparecieron todos sus significados, una cosa enlazó con otra”.
Como periodista, eliges limitarte a contar la historia detrás del filme “The Last Movie”, y toda interpretación parte de un diálogo con diversas fuentes. Un periodismo que parece de vieja escuela, pues hoy el gremio parece más interesado en opinar e interpretar.
Yo no soy una analista. En determinado momento, cuando el “periodismo de opinión” se puso de moda, muchos periodistas nos sentíamos desconcertados porque no era eso lo que queríamos hacer. Una cosa es reunir la información para que los demás interpreten, y otra cosa es imponer tu criterio. Yo, por supuesto, tengo mis propias ideas, pero no las creo más importantes o ingeniosas que las que puedo recoger. Para mí, resulta más interesante el tejido de una historia. Y especialmente descubrir la parte de la historia que sucede en el Perú, pues lo que encontré giraba principalmente en torno a la documentación norteamericana. La semilla de todo el filme había germinado en el Perú. Y esa era una historia nunca contada. Quise contarla de forma completa, mostrando las consecuencias que tuvo este rodaje para Chinchero y su atractivo turístico, que ha desembocado en una propuesta tan atroz como puede ser la construcción de un aeropuerto en sus tierras.
El perfil de Hopper
En el libro construyes un perfil del actor Dennis Hopper, revelando sus motivaciones, fantasmas y enorme dificultad para relacionarse con las personas. Como lector, terminado el libro, no sé si admirarlo o considerarlo un cretino. ¿Cuál es tu impresión?
La misma que la tuya. Y quienes lo conocieron piensan lo mismo. En muchos documentales producidos a partir de “The Last Movie”, sus más íntimos amigos y colaboradores, incluso sus ex mujeres, tienen esa doble sensación. Esta persona atractiva y genial por un lado, y por otro esta persona desagradable, violenta, arbitraria. Eso lo hace más interesante y humano. Extremo en muchos sentidos. Los personajes que interpretó también tenían ese lado torturado y seductor a la vez.
Hay personajes que son muy difícil de acceder porque nunca se quitan la máscara. De Hopper no sabremos si, en la vida cotidiana, seguía siendo un actor interpretándo a un personaje.
Él tenía indudablemente un ego desarrollado. Y llevó su vocación de actor a extremos. El documental “An American Dreamer” que se encuentra completo en YouTube, es increíble: sus directores nos muestran una especia de ‘Reality’ en el que él se interpreta a sí mismo. El juego de interpretar el personaje en que se había convertido en parte de su personalidad.
Hopper, lo cuentas en tu libro, tiene una percepción mesiánica de sí mismo. El poncho de vicuña del que no se desprendió en toda su estadía en Chinchero se convirtió en un traje sagrado para él...
Hopper quería ser admirado desde muy niño, y esa era una de las razones por las que se dedicó a la actuación. Por otro lado, está su relación con James Dean, quien fue su gurú. Como Cristo, desapareció demasiado pronto para él. Y Hopper se quedó marcado por esa pérdida. Y luego está toda su historia con los libros gnósticos que él interpretaba. Tenía amuletos. Pero no se sentía un predicador, en eso era muy individualista. Si él tenía sus grupies era para divertirse, no para aleccionarlas. Él no era un Charles Manson, ni quería serlo. Se sentía tocado por el genio y se sentía superior a los demás. Le gustaba ser admirado y que lo admiraban. Por eso creo que el éxito de “Easy Rider” lo volvió loco.
Es la fórmula perfecta para el desastre: una persona necesitada de reconocimiento, que se cree genial y que tras su primer éxito, la gente lo idolatra. ¿Es el peligro de conseguir el éxito al primer intento?
Todos los días vemos casos de fama instantánea que afectan profundamente a la gente. Personas que han quedado destruidas en su vida por no saber asimilarlo. Para entonces, Hopper ya era un hombre con una hija, se había divorciado, y había participado en películas muy importantes. Pero Easy Rider fue su éxito personal, él era el director, el protagonista, el guionista. Su apuesta fue muy grande. Ganó en la primera y perdió en la segunda. Nunca terminó de aceptar a “The Last Movie” como una derrota. Por eso se empeñó a no cambiarla pese a que podría haberlo hecho para seguir adelante en su carrera.
Los actores cercanos a Hopper lo creían un “director instintivo”, que se liberaba del guion porque considera que su improvisación era parte de su genialidad. Sin embargo, sus críticos lo consideraron un “director errático”. ¿Hay un punto medio entre estas dos definiciones para ti?
Hay que tener en cuenta el momento que se hizo esta película y cual fue su apuesta. Él quería hacer historia en el cine y romper con Hollywood, asimilarse más al cine europeo, que en ese momento era especialmente experimental. Su interés en el arte contemporáneo también lo influyó. Y quería adaptar eso en Hollywood, que era totalmente encorsetado. El además era un actor del método, que venía de la escuela de Lee Strasberg. Quería ser como James Dean y como Marlon Brando. Muchos de los que trabajaron con Hopper en la filmación terminaron sintiéndose seducidos por su forma de trabajar, un tanto improvisada.
Quizás la declaración más divertida dicha por Hopper que recoges en tu libro sea esta: “podemos ser drogadictos, pero con una ética de trabajo”...
(Ríe) ¡En esa época todo el mundo era drogadicto! Él no era alguien raro dentro de su medio.
Hopper decía sobre “The Last Movie” que su película se aprenderá a leer “recién en el próximo siglo”. ¿Cincuenta años después de su fracasado estreno, cómo es percibida hoy?
No es una obra maestra. Lo dice muy bien Ricardo Bedoya: es una rareza interesantísima. Y que nunca vas a desentrañar del todo. Resulta un desafío. A la que puedes volver una y otra vez.
El caso Chinchero
¿No queda claro quién convenció a Hopper de venir a filmar al Perú?
Tenía varias referencias, pero no pude comprobar ninguna. Hay quien me dijo que, al no poder rodar en México por una serie de controles a su contenido, él buscaba otro sitio “virgen” con “presencia indígena”. En una de las versiones, un médico peruano que vivía en Los Ángeles le dijo por qué no iba al Perú. Ya entonces se empezaba a hablar de Machu Picchu y el Cusco tenía todas las buenas vibraciones que atraían a los hippies más místicos. Hopper viajó y descubrió que allí podía filmar la película. Dentro de todo, al gobierno de Velasco le pareció bien, pues quería dar una imagen positiva del país para aumentar el turismo. Y le dieron facilidades para rodar, con absoluta libertad.
¿Cuánto hay de mito y cuanto de realidad? ¿Cuanta información resulta difícil demostrar?
Sería interesante conseguir el informe de la PIP (la antigua Policía de Investigaciones del Perú) de Dennis Hopper, de repente ya está desclasificado. Yo de estudiante había escuchado historias exageradas de lo que pasaba en el hotel en el Cusco donde se hospedaban. Creo en lo que dice Carleton Young en la película de John Ford “El hombre que mató a Liberty Valance”: “Cuando la leyenda se convierte en realidad, se imprime la leyenda”. Yo creo que esta leyenda tiene bastante de verdad.
El el libro, destacas el papel de Denis Hopper para negociar, casi diplomáticamente, con el pueblo y las autoridades, con la policía y sus actores. Pero también lo defines como un paranoico. ¿Cómo crees que pudo dirigir un filme con cierto grado de cordura?
Él se consideraba un profesional a su manera. En todas las filmaciones siempre hay problemas de producción, sobretodo en sitios en los que tienes que pedir permisos. Siempre hay que negociar. Y como él ya había ido al Cusco varias veces antes con su productor, habían negociado con las autoridades de Chinchero y Cusco, y por supuesto sobornaron a algunos. Tenían que cuidarse de quienes querían aprovecharse de ellos mientras intentaban trabajar a su manera.
El elenco de actores del filme formado por Kris Kristofferson, Julie Adams, Stella García o Peter Fonda llegaron atraídos porque el Perú, para ellos, era la “capital mundial de la cocaína”. Mientras tanto, el gobierno de Velasco se mostraba sumamente tolerante. ¿Cómo explicarlo?
Es curioso. Recordemos que, para entonces, la junta militar tenía un año en el poder. Había empezado la Reforma Agraria, y la película de Hopper era la última de sus preocupaciones. Fue bastante tolerante, incluso la nueva carretera para unir Cusco y Chinchero ayudó a hacerla el Ejército. Una base aérea en Arequipa se prestó a hacer vuelos rasantes coordinados para la película. La Guardia Civil les alquiló caballos. Contaban con todos los permisos de las autoridades por escrito. Pero la policía estaba encima de ellos. Pero tampoco querían meterse en problemas. No era el momento ni las circunstancias. Además fueron solo dos meses de rodaje. Además, de Lima llegaba mucha gente. Como tres o cuatro mujeres que entrevisté me juraron haber sido la “enamorada” de Kris Kristofferson en el Cusco.
Y cuando se fueron, ya el gobierno militar no tuvo paciencia para recibir a Santana, que llegó poco después. ¿Crees que hay una relación entre el rodaje de la película y la cancelación del concierto?
Definitivamente. La visita de Carlos Santana generó enormes expectativas. Y vivíamos bajo gobierno militar, con toque de queda, Escuchabas sus ametralladoras disparando. No les gustaba el “descontrol” ni los “pelucones”. No permitieron que se descontrole la situación nuevamente.
El rodaje de “Last Movie” nos permite reflexionar sobre el choque de dos mitologías: la del western y la de la cultura andina. El rodaje determina además la irrupción de la modernidad en Chinchero. Quizás la manera en que mejor se evidencia el choque cultural es cuando cuentas cómo Hopper le alquila al párroco de Chinchero las figuras religiosas del Corpus para utilizarlas en el filme. ¡Y el pueblo se espantó cuando un actor arrastró por el suelo una casulla regalada por Mateo Pumacahua en el siglo XVIII!
Estas cosas las sigue contando la gente de Chinchero. En el documental español “Descanse en Paz, Mr. Hopper”, se entrevistó a muchas personas de Chinchero que participaron en el rodaje. Y para ellos tratar a la virgen “como si fuera una artista de cine” les pareció intolerable. Y lo de la casulla les indignó con toda razón. En ese tiempo, las autoridades no ponían mucho cuidado al tema del patrimonio, el huaqueo era una práctica común.
La edición del filme, la otra historia
Dennis Hopper se demoró un año en editar “The Last Movie”, una demora que habla mucho de su miedo al fracaso.
En el documental “The American dreamer” está todo. Se trataba de la película más esperada de 1971 y ese documental es parte de esa expectativa. Allí ves todas sus debilidades, inseguridades, su carácter violento contra las mujeres. No se oculta nada.
El director tiene claro que su película será un torpedo dirigido a la propia industria cinematográfica. ¿Hasta qué punto no es ingenuo pensar que los estudios Universal iban a aceptar su ataque sin responder?
Para su juego, buscó armarse de todos los mecanismos legales para que su estudio no pudiera rechazar algo que, él sabía, iba a odiar. El estaba seguro que hacía una película que Hollywood iba a detestar. Y la hizo. Tenía la convicción de que así tenía que ser. Aunque arruinara su carrera en su propósito, estaba decidido a hundirse con la película porque eso era lo que quería hacer. Lo que pasa es que Hollywood también utilizó sus propios mecanismos para enterrarla. Universal aceptó por contrato estrenarla y dos semañnas después la guardó en un cajón por 50 años. Y lo castigó poniéndolo en la lista negra. Hopper no volvió a trabajar en años. Cuando le dieron el premio de la crítica en el Festival de Venecia (cosa bastante extraña también), pensó que ese galardon sería su aval. Creyó que la gente en su país la iba a aceptar. Pero su filme fue completamente incomprendido por todos.
¿Es locura o necedad empeñarse en seguir un camino equivocado?
Bueno, creo que a muchos nos pasa eso (ríe). A veces, eliges un camino equivocado a propósito, simplemente para ver qué pasa. Es la aventura, es lo imprevisible: Supongo que internarse en un infierno, incluso con esa obstinación, era una forma de construir un camino incierto. Y a él eso no le daba miedo. Por eso Hopper era un actor maldito. Incluso los papeles que hizo después, siempre se adentran en las zonas más oscuras de la psique humana. No le daba miedo el lado oscuro ni el camino equivocado.
Hopper y las mujeres
Dennis Hooper presentó su película en una universidad y una estudiante, después de abofetearlo, le grita: “¡Eres un maldito cerdo sexista!”. En tu libro señalas cómo la liberación femenina de los años sesenta termina siendo funcional al machismo más tradicional. ¿Podemos enjuiciar a Hopper con criterios actuales?
En las primeras ola del feminismo, las mujeres empezaron a liberarse. Pero los hombres no se sentían nada culpables. No se trataba de ir contra el machismo, las mujeres querían solo liberarse. Los hombres estaban muy contentos en su posición de privilegio, y nadie los cuestionaba. De hecho, estaban contentísimos de que las mujeres se liberaran sexualmente, porque la generación de sus padres tenía que ir a los burdeles para tener sexo fuera del matrimonio. En cambio, entonces las chicas se relacionaban con quien les diera la gana, y nadie se sentía culpable. El amor libre existió. Fue una época dorada, parte del idealismo romántico de la época. Pero los hombres seguían con sus maneras de pensar. En la película hay escenas muy fuertes, por ejemplo, la paliza que Kansas le propina a María, su pareja, la prostituta. No parece fingida para la cámara. Hoy juzgamos el machismo, las situaciones de opresión, abuso y maltrato que persisten. Por supuesto, si fuera juzgado, sería culpable.
Este año, “The Last Movie” cumple 50 años de su estreno. El recuerdo no es meramente nostálgico: hablar de Chinchero nos remite a una concreta amenaza: la construcción del aeropuerto. ¿Qué piensas de ese proyecto?
Ojalá que no se construya el aeropuerto de Chinchero. La última vez que estuve de visita, hablé con Manuel Concha, el único que tiene su crédito con nombre propio en la película. Es un líder campesino, que en el reportaje de 1970 que publicó “Life” es presentado como un “dirigente comunista”. Él me mostró documentos en los que, ya en 1963, se les ofrecía formalmente la construcción del aeropuerto. Esas tierras que son de cultivo, que forman ese paisaje impresionante, tienen una rentabilidad muy limitada. Y lo que les pagaban por ellas para construir el aeropuerto era mucho más que lo que podrían obtener cultivándolas durante 30 años. Obviamente era muy tentador. El pueblo ha crecido de una manera desorganizada, como todas las ciudades del Perú, aunque felizmente su centro histórico se conserva. Los nuevos chincherinos estudian turismo casi todos, y están preparados para recibir a aquellos que, esperan, los van a sacar de pobres. Puedo entender que ellos quieran tener una oportunidad para progresar, pero me parece que no evalúan la destrucción que un aeropuerto supone no solo el paisaje sino también para la vida del pueblo. El centro de la ciudad se convertirá en una pequeña isla del pasado, un teatro para los turistas, perdiéndose todas las esencias. Me parece bien vivir del turismo, pero no a costa de destruir su paisaje.
Presentación del libro
El libro se presenta virtualmente el día sábado 20 de febrero, a las 4 pm. en la cuenta de Facebook de la editorial Planeta. Compartirán con la autora el crítico Ricardo Bedoya y el cineasta y actor Salvador del Solar.
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