Siendo turinés, la bruma y el cielo blanco de Lima lo hacen sentirse como en casa. Paolo Giordano (Turín, 1982), llegado a Lima gracias a las gestiones del Instituto Italiano de Cultura, es una de las visitas más esperadas de la Feria Internacional del Libro. Y es un escritor que defiende la vieja tesis que recalca que el clima local condiciona nuestro temperamento. "Para mí, hay una estrecha correspondencia entre mi personalidad y el cielo de Turín", afirma. Sus novelas también poseen ese velo brumoso. O, citando a Cesare Pavese, comparten ese clima emocional.
Por ello, la novela que Giordano espera concluir el próximo año –adelanta– es protagonizada por una joven turinesa que parte al sur de Italia para escapar de aquel depresivo cielo blanco en busca de calor y nubes definidas. Para el autor de "La soledad de los números primos", fenómeno editorial que logró siete millones de ejemplares vendidos en el mundo, el redescubrimiento de sí mismo pasa por el cambio de ambiente y de personas que nos rodean.
—Los escritores reciben el adjetivo 'popular' cuando su gran éxito contrasta con sus críticas. En tu caso, leo entrevistas en las que te llaman "popular y guapo". ¿Qué significa eso para ti?
[Ríe] Bueno, ¡eso es mejor que popular y mediocre!
—¿En los comienzos de tu carrera advertías el prejuicio de quienes no tomaban en serio tu literatura por el éxito de ventas?
Es una pregunta difícil. Honestamente, te puedo decir que eso no me interesa. Sé cómo funciona el mundo literario y sus categorías. Lo mismo cuando me catalogan como "escritor y físico". ¡No me dedico a la física hace diez años! Son atributos y adjetivos que suelen pegarse, y si comienzas a crearte enemigos por ello, vas a tener una vida miserable. Por eso me río cuando me dicen que soy guapo. Lo que cuenta es lo que piensa el que lee y vive el libro.
—Parte de ese prejuicio obedece a la forma en que se valora la novela para jóvenes. En tus siguientes libros, los temas tienen que ver con tu propia línea temporal...
Me interesa mucho investigar, en los diversos momentos de la vida, cómo tu visión del mundo cambia dependiendo de tu edad. Me interesan esos momentos críticos. Cuando escribo una historia, pienso en lo específico de la edad de los personajes.
—"El cuerpo humano", tu segunda novela, aborda el drama de las tropas italianas en Afganistán. ¿Qué hacen jóvenes soldados italianos tan lejos de casa?
"El cuerpo humano" nació del enorme interés que tengo por las historias de guerra. Me dediqué mucho tiempo a ver películas bélicas clásicas, incluso mucho antes de ir a Afganistán para comenzar la investigación para mi novela. Uno se equivoca mucho cuando comienza a escribir pensando en el lector o en las ventas. En mi caso, escribo porque me obsesiona, y solo después me empiezo a preocupar por lo que pasará. Para mí, la guerra es una metáfora para hablar de los combates personales que enfrentamos cada uno de nosotros. Y más que nada, del crecimiento de las personas.
—En tu novela, los soldados no tienen ánimo para pelear. Son muchachos que lo único que quieren es volver a la comodidad de sus casas. ¿Ya no hay lugar para la épica en una historia de guerra?
Ya no existen las guerras épicas. Las que nacían del hecho de defender algo que te pertenecía: tu territorio, tu cultura, tus valores. Y protegerlos de un enemigo que los amenazaba. En esos casos, se combatía por un ideal. Eso era lo que hacían épicas a la Segunda Guerra Mundial o a la batalla contra el fascismo en España, por ejemplo. Las guerras actuales se han vuelto una profesión en la que muy pocas veces te enfrentas a un enemigo. No lo ves, no lo reconoces. El enemigo actúa desde lo psicológico, generando terror. Además, la tecnología hace posible una guerra a distancia. Para mí, hablar de la guerra es una forma de contar lo que sucede en nuestro mundo contemporáneo, que enfrenta diferentes conflictos desde un punto de vista muy diferente, sin ningún valor épico.
—"Como de la familia", tu último libro, es la historia de un matrimonio joven y estable. Pero como sucede en la guerra, en la vida cotidiana hay explosiones que lo cambian todo. En este caso, la amenaza del cáncer...
Todas las personas han tenido que enfrentar en algún momento de sus vidas una enfermedad. En este caso es el cáncer. Y quienes han pasado por eso saben que es una guerra también. Con esta historia me interesaba más contar la soledad desde el punto de vista social. No como en "La soledad de los números primos", donde era más bien individual. La soledad de una familia que no tiene apoyo, que debe luchar sus pequeñas guerras para sostenerse económicamente.
—En esta pareja 'cool', liberal, el vínculo se rompe fácilmente cuando la vida la golpea. En una sociedad que nos impulsa al consumo, ¿estamos preparados para estos combates cotidianos?
Odio el mundo del 'selfie' y el tomar fotos a la comida antes de comerla. Detesto la necesidad de aparentar, el recubrir nuestro vacío con una pátina de estilo. Es como vivir anestesiado. Es una vida que no me resulta ni atractiva ni erótica. Cuando escribo, busco contrastes. En las situaciones, en las personalidades, en las historias. El resto es un papel de regalo en el que nos envolvemos para evitar percibir el mundo. Una anestesia que no nos permite sentir.
—En una entrevista decías que la primera presentación de libro a la que fuiste fue la de tu propia novela. ¿Cuál es tu vinculación con la tradición literaria italiana?
Vivimos una crisis literaria en la medida en que faltan críticos que nos ayuden a identificar qué es lo que sucede en Italia. Puedo decirte que hay autores muy potentes: pienso en Elena Ferrante, por ejemplo, que ha escrito una novela muy cercana a la tradición italiana, y que nos da una visión optimista de lo que está sucediendo. En Europa, los lectores se están identificando más con sus propios autores, a diferencia de años pasados. Es un signo de los tiempos: Europa cierra sus fronteras y mira a sus escritores, tal vez debido a las nuevas corrientes políticas conservadoras y el miedo a la migración. La cultura es muy sensible a estos cambios.