La sexta edición del Festival Internacional del Vinilo en Lima (FIV) contó con 2 tiendas extranjeras, 1 de Argentina y 1 de España. Tiendas de provincia y más de 40 de Lima (zona Quilca, sellos independientes y mercado de pulgas)
La sexta edición del Festival Internacional del Vinilo en Lima (FIV) contó con 2 tiendas extranjeras, 1 de Argentina y 1 de España. Tiendas de provincia y más de 40 de Lima (zona Quilca, sellos independientes y mercado de pulgas)
Francisco Melgar Wong

El fin de semana pasado –el 14, 15 y 16 de junio– en el terreno de la Concha Acústica del Campo de Marte –esa pradera en miniatura ubicada justo en el límite entre Jesús María y el Cercado de Lima– se realizó la sexta edición de uno de los eventos más relevantes para los melómanos y audiófilos locales: el, ya consolidado, para esta ocasión, como el festival de discos de vinilo más grande de toda Sudamérica.

Realizado por primera vez hace poco menos de tres años –en diciembre 2021 para ser más exactos– en la cuadra 1 de Manuel Bonilla en Miraflores, el festival (el FIV para los conocedores) se ha establecido como uno de los eventos más importantes para los aficionados a este formato de reproducción, los “amantes del audio vintage”, que se rinden ante su indiscutible calidad sonora, sus portadas de gran formato y su aura de artículo artístico y coleccionable.

Entre los artistas que se presentaron se encuentran Dante Spinetta (ex Illya Kuryaki and the Valderramas), La Mente, 6 Voltios, La Liga del Sueño, Frágil y más.
Entre los artistas que se presentaron se encuentran Dante Spinetta (ex Illya Kuryaki and the Valderramas), La Mente, 6 Voltios, La Liga del Sueño, Frágil y más.

En esta edición, el FIV apostó por revivir la fórmula que lo caracterizó desde sus inicios –oferta gastronómica, juegos con premios, tiendas de discos y música en vivo– pero redoblando su potencial. Durante sus tres días de duración, los asistentes al festival disfrutaron de nada menos que 45 tiendas de discos –entre las que se incluyeron stands de emblemáticos sellos locales e internacionales– así como de presentaciones en vivo de algunas de las más reconocidas bandas locales, además de un famoso invitado internacional: Dante Spinetta, hijo del recordado “flaco” y ex miembro de Illya Kuryaki and the Valderramas.

En cuanto a las tiendas, la variedad fue la norma: hubo stands dedicados al rock clásico –impecable, como siempre, el de Andrés Tapia, cabeza del sello Repsychled–, al rock moderno en sus iteraciones latina y anglosajona –buenas reediciones de rock argentino, en especial de Soda Stereo y Charly García–, y también de música experimental como lo demostró el stand de Buh Records, el sello dirigido por Luis Alvarado.

El evento reunió a más de 3000 personas que se dieron cita al festival de vinilos más grande de Sudamérica
El evento reunió a más de 3000 personas que se dieron cita al festival de vinilos más grande de Sudamérica

La diversidad también reinó entre los géneros musicales representados por los artistas que tocaron en vivo: el rock progresivo en su mejor versión estuvo encarnado por Frágil, el surf instrumental por Los Protones, el pop alternativo por la Liga del Sueño, la canción latinoamericana por Carlos Cruzalegui, la nueva cumbia psicodélica por Hit La Rosa, la fusión de rock, hip hop y música tropical por La Mente, y el chikipunk de hace veinte años por 6 Voltios –dicho sea de paso, el vocalista de la banda, Alexis Korfiatis, también presentó su libro autobiográfico: “El último punk”, donde narra sus aventuras y desventuras como “frontman” de este grupo.

En resumen, la comunidad que se ha formado alrededor del Festival Internacional del Vinilo ha conseguido lo que en otra época parecía imposible: reunir en un único evento a melómanos, audiófilos y amantes de la música provenientes de distintas escenas y generaciones, además de congregar a fanáticos y seguidores de diferentes estilos y géneros musicales, demostrando que la música puede ser el catalizador de alianzas artísticas y culturales que –especialmente en tiempos de crisis económica y social como el que vivimos– son más que necesarias para sacar adelante propuestas y proyectos que de otra forma sería muy difícil materializar. Esperemos que el festival siga creciendo, afianzándose como el punto de convergencia de diferentes sensibilidades musicales, sensibilidades que, al fin y al cabo, al momento de encontrarse, son capaces de reconocerse entre sí y olvidar sus diferencias y recordar su parecido.

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