
“A Pedro lo escuché medio compás, no lo pensé más, supe que él era el indicado”, mencionó Charly García sobre la incorporación de un Pedro Aznar de 19 años a Serú Girán. Era el miembro más joven, pero no el menos experimentado. A esa edad ya había pasado por seis bandas, ofrecido conciertos en pubs y anfiteatros, y experimentado las tensiones del trabajo grupal.
“Era un atrevido. En su momento llevé una ética y estética de trabajo de una generación posterior. Ahora que me toca ser, casi siempre, el más adulto, escucho con atención lo que los más jóvenes tienen para ofrecer. Es la mejor manera de mantenerse abierto y renovado”, menciona Aznar.

Durante los años en que Serú Girán fue algo más que una banda —fue un fenómeno, un idioma, una “banda de estadio”—, dejaron canciones que ahora son clásicos: “Seminare”, “Peperina”, “Viernes, 3 a.m.”, “La grasa de las capitales”, “Salir de la melancolía”. Temas que se convirtieron en éxitos, giras fuera de Argentina y una vida agitada donde la música era rutina. Hasta que Aznar decidió dejar la agrupación para estudiar en Berklee. Meses después Serú Girán se separaría.
“Aunque pasar de los grandes escenarios a volver a estar en un aula fue fuerte, no me arrepiento de mi decisión. Me forjó en muchos sentidos. Y después seguí estudiando, de manera privada. Mi curiosidad necesita estímulo constante”, confiesa Aznar.

De novicio a maestro
Aquel joven de pelo largo que una vez se fue a Boston con su bajo y sus preguntas, volvió con una obra en construcción. Se aventuró en la carrera solista con pasos de equilibrista. Compuso temas para películas. Arregló las voces de “Canción Animal” de Soda Stereo. Compartió escenario con Gal Costa, Mercedes Sosa, Eva Ayllón. Incluso produjo dos temas de Shakira —“Hay amores” y “Despedida”— para la versión cinematográfica del libro de Gabriel García Márquez, “El amor en los tiempos del cólera”.
“Ella es una profesional de primer nivel. Sabe muy bien lo que quiere, cómo lograrlo y de qué personas rodearse para llevarlo a cabo”, menciona Aznar, quien está abierto a la diversidad musical. “El rol de un artista comprometido con su tiempo histórico es el de dar testimonio del momento. Hay música para entretener, música para divertir, y hay música que es voz de lo que la gente vive, siente y sufre. A mí siempre me interpeló esto último”, agrega.

Su próximo concierto en el Gran Teatro Nacional no es un festejo más. Es el número redondo —cincuenta años de trayectoria— que marca no tanto el final de una etapa como la comprobación de que ha vivido haciendo música no para abarcarlo todo, sino para decir algo verdadero.
“No tengo un afán enciclopédico. Los distintos estilos que exploré fueron resultado de mis gustos musicales y de distintos contextos. El lenguaje musical que fui conformando se consolidó usando todos esos elementos. Hoy me llama más la profundización de ese idioma que seguir abriendo ventanas”, explica el artista.

A pesar de la vida agitada y los incontables colegas que lo invitan a participar en proyectos, Aznar conserva la misma reserva de siempre. “Soy esa misma persona que a veces puede parecer que está en otro planeta… y, de alguna manera, lo está”. Una característica que el paso del tiempo parece no haber cambiado mucho, pues cuando su bajo asoma entre las manos, en un estudio o sobre un escenario, ese mundo interior encuentra la forma de decirse. No con discursos, sino con acordes que lo nombran sin nombrarlo. “Eso es, seguramente, lo que Charly vio en mí”, concluye.

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